La idea de que los animales se hacen más grandes en el agua porque no tienen que soportar su propio peso es errónea. Un estudio demuestra que la clave está en el metabolismo, es decir, con la cantidad de alimento que pueden ingerir y el calor que pierden sus cuerpos.

Las hembras de esta especie son las únicas, junto a humanos y ballenas piloto, que sobreviven mucho tiempo después de perder su capacidad reproductiva. Después de  décadas de discusión, un grupo de biólogos dice haber dado con la clave.

El estudio de un fósil de odontoceto aporta nuevas pruebas sobre cómo apareció el sistema de ecolocalización de estos cetáceos. Hace 27 millones de años ya podían escuchar sonidos de alta frecuencia.

Un equipo de investigadores descubre que los nervios de la boca de las grandes ballenas se estira para poder maximizar la apertura y capturar más presas. El mecanismo es inédito en la naturaleza.

La imagen general del ecologista es de un tipo barbudo que, aunque un poco pesadito, es en general un buenazo que intenta con sus buenas acciones y con su ejemplo que el planeta sea un sitio mejor. Tiene un perro y una huerta. ¡Pobrecito idealista! Pero hay otro tipo de ecologismo en el que el buenismo está fuera de lugar. Son guerrilleros que mediante sus acciones directas hacen todo el daño posible a los que se saltan las leyes ambientales internacionales. Hunden barcos, sabotean industrias y dan la cara: Sea Shepherd es el mejor exponente.

Un nuevo método permite identificar a los cetáceos con imágenes del satélite WorldView2 tomadas a 700 km de altura. Los científicos localizaron hasta 55 ejemplares de ballena franca en una extensión de 113 km2. El sistema podría servir para ayudar a la conservación de esta especie amenazada.