El pasado mes de febrero alrededor de 400 ballenas piloto quedaron varadas en la playa de Farewell Spit, en Nueva Zelanda. Pese a los esfuerzos de decenas de socorristas y voluntarios, apenas se salvaron un centenar de ellas y el resto murieron exhaustas en la orilla a las pocas horas. Por increíble que parezca, no tenemos ni idea de por qué se produce este comportamiento ni que lleva a estos animales a desorientarse y quedar atrapadas por cientos en los bancos de arenas.
El equipo de Terrie Williams, de la Universidad de California Santa Cruz, aporta esta semana una serie de pruebas en el Journal of Experimental Biology que podrían ponernos sobre la pista de las verdaderas causas. Él y su equipo han estudiado por primera vez cuánta energía gastan estos mamíferos cuando huyen asustados de un peligro y se ponen a aletear frenéticamente. Para ello, Williams pasaron seis meses entrenando a un grupo de seis delfines para participar en las pruebas que les permitieran medir el coste metabólico de los distintos estilos de nado.
En primer lugar, los autores enseñaron a los delfines a desarrollar dos tipos de tareas: en una de ellas nadaban confortablemente por la superficie y en otra descendían 10 metros y nadaban a toda velocidad entre obstáculos hasta meterse en la pequeña cápsula de plástico donde los científicos podrían medir el consumo de oxígeno y otros parámetros. En una segunda prueba, y con aparatos más grandes, midieron los mismos valores con un grupo de orcas.
Después de meses de mucho trabajo y paciencia, los investigadores calcularon que el consumo de los delfines durante el nado rutinario era de unos 3’3 J/Kg mientras que en condiciones de estrés la tasa se duplicaba. Uniendo estos datos a los de las orcas y a los obtenidos por por lado sobre las belugas, estaban en condiciones de calcular los costes energéticos del desplazamiento de los cetáceos. Para completar su trabajo, Williams contactó con Brandon Southall, quien había registrado las reacciones de un grupo de zifios de Cuvier tras ser expuestos a 20 minutos de señal de sónar. Según sus cálculos, al ser sometidos a una señal de estrés como esta, los cetáceos utilizaban hasta un 30,5 por ciento más de energía y su sistema metabólico se disparaba hasta niveles extremos. Por si fuera poco, los animales continuaban teniendo este metabolismo “disparado” hasta dos horas después de que cesara la señal.
Sometidos a un sónar, los cetáceos experimentaban un estrés metabólico que duraba horas
Estos resultados, explican los autores del estudio, “tienen una implicaciones enormes en cuanto al coste de la huida de estímulos agresivos en los cetáceos salvajes”. “A la vista del número de cetáceos que quedan varados masivamente en todo el globo y el incremento de la presencia humana en los océanos, estos datos son de una gran importancia”, explica Williams. Y aunque se muestran prudentes, esta podría ser la primera prueba de que los varamientos se deben al estado de shock en quedan estos animales tras una señal de peligro - unas pruebas de sónar, o las sacudidas de un terremoto - lo que les llevaría a un estado de estrés metabólico crítico para su supervivencia.
Referencia: Swimming and diving energetics in dolphins: a stroke-by-stroke analysis for predicting the cost of flight responses in wild odontocetes (Journal of Experimental Biology) DOI:10.1242/jeb.154245