La robótica tendrá un papel importante en las empresas en los próximos años y revolucionará el mercado de trabajo hacia nuevas fórmulas de empleo, lo que requerirá estudiar de qué manera la tecnología va a contribuir económicamente al Estado del bienestar.
Dicen los expertos que la cuarta revolución industrial avanza tan rápidamente que aún no se conocen los efectos que tendrá sobre el mercado laboral, pero sí se sabe que traerá consigo el uso de robots para sustituir a trabajadores y no sólo en profesiones poco cualificadas.
"En los próximos diez años, la dependencia de las plataformas de inteligencia artificial será una realidad", asegura el catedrático de Derecho del Trabajo Jesús Mercader, que esta semana participaba en una jornada sobre el trabajo del futuro organizada por Deloitte.
La mayoría de las grandes compañías han comenzado ya a implementar la automatización robótica de procesos (RPA por su siglas en inglés) y en el año 2020 estará totalmente extendido en todas las compañías, asegura.
En la misma línea, el socio de Deloitte Luis González añade que la RPA ha ganado impulso rápidamente a lo largo de los dos últimos años y que las expectativas de generación de negocio del mercado asociado a RPA alcanzan los 4 billones de dólares en 2024, frente a los 125 millones de dólares en 2015.
Renta básica o impuestos
Los expertos estudian ahora cómo ha de repartirse esta riqueza generada por la implantación de los robots en sustitución de empleos hasta ahora desarrollados por personas y plantean propuestas como el establecimiento de una renta básica o un subsidio universal.
Otra opción sería el "dividendo robot", tal y como ha puesto en marcha el estado de Alaska, que destina una parte de los ingresos estatales del petróleo a un fondo que, cada mes de octubre, reparte un dividendo a cada residente votante.
El "impuesto robot" -que ya ha demandado en España el sindicato UGT con el pago de cotizaciones por parte de las máquinas- sería otra propuesta, aunque de momento cuenta con la oposición del Parlamento Europeo. Lo que está claro es que en el futuro habrá menos trabajo o que éste mutará hacia otras figuras.
Nuevos negocios
Entre ellas, se alzan el autónomo independiente y los trabajadores para plataformas digitales o para economías bajo demanda (gig economy), en la que una persona realiza de manera esporádica servicios para los que aporta su mano de obra y los medios precisos, cobra y abona un porcentaje a la empresa mediadora.
Este tipo de negocios, que desarrollan en la actualidad empresas como Uber o Deliveroo, son nuevos modelos de prestación de servicios, explica Mercader, que supondrán un "resurgimiento de la figura del trabajo autónomo", aunque hay dudas sobre si realmente se tratan de trabajadores por cuenta propia.
En este sentido, cita distintas sentencias europeas que plantean dudas sobre el tratamiento que ha de darse a estos trabajadores, como la de Tribunal Laboral de Apelaciones de Londres, que consideró que los conductores de la plataforma de transporte Uber no son autónomos.
¿Pero quiénes serán esos trabajadores? El futuro verá a una población activa envejecida o "silver economy", generada por la caída sustancial del empleo juvenil mientras que se mantiene el de las personas de mediana y mayor edad, que verán incrementada su esperanza de vida, lo que debilitará el sistema de la Seguridad Social. Estos trabajadores desarrollarán "carreras no lineales", es decir, con cambios de profesión y de empresa, reinventándose continuamente y aportando una mayor flexibilidad.
De la mano del futuro de los trabajadores irá el de las empresas, que cada vez serán más "desmaterializadas, más virtuales", con una estructura más adelgazada y con mayor presencia tecnológica. Incluso, es posible un futuro del mercado laboral prácticamente sin trabajadores, asegura Mercader, con la inteligencia artificial, los "cobots" -robots que colaboran con los trabajadores, por ejemplo, en el montaje de un automóvil-, o los "biorobots" -que permitan a una persona mediante un exoesqueleto incrementar sus capacidades físicas-.
Con esta información en la mano, muchos se plantean cuál debe ser la postura a adoptar, si destruir los robots o trabajar menos para trabajar todos, volver a profesiones más artesanas -por ejemplo con las impresoras en 3D- o moderar los procesos innovadores convirtiendo a las empresas en responsables tecnológicamente.
No obstante, el desafío está en implementar el uso de robots manteniendo o aumentando el empleo, cree Mercader. "Corea, Japón, Alemania y Estados Unidos cuentan con índices de densidad de robótica superiores y al mismo tiempo registran los niveles de desempleo más bajos", subrayó el catedrático.