Opinión

Atacar a Pedro es atacar a la democracia

A base de alternar con separatistas, Pedro Sánchez ha descubierto dos cosas. Primera: hay que

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. -

A base de alternar con separatistas, Pedro Sánchez ha descubierto dos cosas. Primera: hay que tener en televisión comisarios políticos culiparlantes que no se corten a la hora de editorializar lo que sea, desde un informativo a un programa sobre la cría de moluscos en las Maldivas; segunda, todos deben repetir la misma consigna, a saber, atacar al líder es atacar al país, a la democracia, a la buena gente, al sentido común y a lo que haga falta y sea menester incluido el sistema métrico decimal. Así, ni cortos ni perezosos, los teleñecos al servicio del líder han repetido ad nauseam el verbo emanado de la boquita de Su Sanchidad: hay que hacer limpieza (sic). Esto, que parece el eslogan de un anuncio de Cillit Bang, la suciedad se va en un Bang, tiene más de lo último que de lo primero. Porque se empieza diciendo esto y se acaba expropiando lo que se te venga en gana, una justicia hecha a la medida del dictador y con periodistas independientes en la calle o en la cárcel, si no algo peor. Uno y sabe que esto es España, es Europa, somos una democracia consolidada y aquí no pasan estas cosas. Pero es que, a la chita callando, Sánchez ha conculcado la Constitución al menos en el asunto de los confinamientos ilegales, del cierre del parlamento y de la ley de amnistía. O sea, experiencia en torear la Carta Magna ya tiene.

Lo que vendrá será un Sanchismo más duro, más punitivo, más cercenador de libertades y, lo peor de todo, más plúmbeo y vacío de contenido intelectual que el visto hasta ahora

Y siguiendo el ejemplo de ese gran patriota catalán, Jordi Pujol i Soley, ha dejado clarito que la razón, la ética, la moral y la antorcha de la libertad la llevan él, la Bego, su tete y el resto de amigos y allegados. Los demás somos pura fachosfera indigna de respirar el mismo aire que Su Persona. En cualquier país normal, el mismo partido de Sánchez le obligaría a dimitir previo examen psiquiátrico. Pero aquí sus más directos colaboradores han relajado los esfínteres al saber que el líder se queda y que la vida, como canta Julio Iglesias, sigue igual. Lo que vendrá será un Sanchismo más duro, más punitivo, más cercenador de libertades y, lo peor de todo, más plúmbeo y vacío de contenido intelectual que el visto hasta ahora. Sánchez, que no es bobo, se ha percatado que su gesticulación de la semana pasada solo ha despertado en la mayoría de la población la curiosidad de ver si se piraba o no, que los empresarios y cancillerías aplaudían con las orejas cantando todos “Que se vaya, que se vaya”, que la manifestación en su apoyo fue tan parca como cutre, que el manifiesto de los culturetas era irrelevante cual papel higiénico usado por las dos caras y el de los periodistas ni siquiera eso. Sanfadao, lógicamente, porque la nación se hubiera quedado tan pancha si hoy hubiera anunciado que se iba a casa a observar a las musarañas. Por eso ahora cualquier ataque a él o a su entorno – verbigracia, pedir ante un juez se aclaren los negocios de su esposa, de su hermano, de Koldo, de Tito Berni, de Ábalos, de Illa, de Delcy y demás, será considerado delito de lesa democracia – lo va a perseguir. Y mucho, así que ya podemos pedir amparo a todos los santos quienes hemos optado por decir lo que nos parezca en función de las luces que Dios nos dio y la libertad que ningún piernas puede arrebatarte, al menos la interior.

En resumiendo, que si periodistas y jueces estamos en la diana del monclovita no es menos cierto que el susodicho lo está en la nuestra. La diferencia es que a él le mueve solamente su mentalidad cesaropapista, el grupo de Puebla, Soros y el afán espurio de tapar las vergüenzas de sus aledaños. A nosotros, en cambio, que no queremos ser nada más que lo que somos, lo que nos importa es la verdad. Que ahora será pretender atacar a la democracia, según Pedro. Amosanda.

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