Vamos camino del bloqueo político, anuncian los profetas. El 28-A parirá un ratón. Sánchez se impondrá en las urnas y podrá sacarse, al fin, el sayal de okupa. Poco más. Ni votos suficientes para formar gobierno ni votos bastantes para una investidura. La derecha trifásica tampoco sumará lo necesario para el gran vuelco.
Atascados. El maleficio de 2015. Con una salvedad. A Sánchez, al contrario que a Rajoy, poco le importa la interinidad. Sin tensiones ni estrés, irá a Palacio, bailará el rigodón ante el Rey se presentará a la investidura y fracasará en el empeño. El juicio a los separatistas aún estará incandescente y no habrá opción a acuerdos de Pedralbes. Más tiempo en La Moncloa, al frente de un gobierno en funciones. Casi como el de ahora. Sin posibilidad de legislar, ni de gestionar, ni apenas de administrar. El calco de estos ocho meses baldíos, los más estériles de nuestra democracia.
Y de nuevo, a elecciones. Quizás para otoño, y quizás Sánchez las vuelva a ganar, salvo un inesperado corrimiento de votos hacia el bloque de la derecha. Será entonces cuando el presidente del Gobierno en funciones convoque a Rivera y le haga “una propuesta que no podrá rechazar”. Es decir, le hará ‘un Rajoy’. Le pondrá frente a la espada de la responsabilidad institucional y la pared de la exigencia democrática. El país no puede seguir bloqueado. Ciudadanos habrá de abstenerse. “Albert, no me obligues a recurrir a los soberanistas, no me obligues a ponerme otra vez en manos de Torra. Si lo hago, la culpa será tuya, sólo tú puedes evitarlo”.
Sánchez pondrá a Rivera frente a la espada de la responsabilidad institucional y la pared de la exigencia democrática
Rajoy logró que Rivera, en apenas unos meses, pasara de intentar un gobierno con Sánchez a apoyar abiertamente al PP. Sánchez intentará lo mismo. Que Rivera se abstenga en su investidura con el chantaje de los separatistas como ‘terror de fondo’. ¿Qué hará entonces el líder de Ciudadanos? He aquí el endiablado escenario que algunos ya se malician. Del ‘pacto del abrazo’ al ‘abrazo del oso’.
Para entonces ya casi habremos cerrado el año. Sánchez seguirá paseando con Begoña por los jardines de La Moncloa junto a la festiva y animosa ‘Turca’. Pablo Casado, sin capacidad de decisión, mantendrá prietas sus filas contemplando el tiempo pasar. Vox, quizás, se haya convertido en el tercer partido del país, aunque sin empuje parlamentario suficiente para ayudar al PP a reeditar un acuerdo ‘a la andaluza’.
¿Y Ciudadanos? Quizás para entonces estén ya en el gobierno. Quizás para entonces Rivera se haya convertido en el vicepresidente de Sánchez. Quizás para entonces, PSOE y Ciudadanos hayan pactado también presidencias regionales y gobiernos locales. Quizás para entonces, Sánchez ya haya cumplido el primer paso de su anuncio: gobernar este país durante otros veinte años. Quizás, quizás, quizás. En política, el 'jamás' es un 'hasta mañana' y el 'quizás', un 'dalo por hecho'.