Análisis

La legislatura fantasma que planea el 'alquimista' Pedro

   

  • Sánchez apura su tiempo para no encajar otra derrota histórica como el 4-M.

Alquimista: “Persona que profesaba el arte de la alquimia” (RAE). Alquimia: “Conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la ciencia química y tuvo como fines principales la búsqueda de la piedra filosofal y de la panacea universal” (RAE). A Pedro Sánchez le ha deparado el destino la oportunidad de ser presidente del Gobierno de España, pero anda empeñado en depender de una sonrisa de Pablo Iglesias, más conciliador que de costumbre. De momento, el algoritmo para resolver el mayor sudoku político después de la Transición se le resiste. Ya fracasó el pasado 4 marzo pasando a la historia de la Democracia como el protagonista de una investidura fallida. Y ahora, sólo le queda un mes, o algo menos, para dar con la fórmula que viene intentando desde el 21-D.

Hasta la fecha, Sánchez no es más que el alquimista desdichado y así puede quedar recordado si suma una nueva derrota antes del 2 de mayo. Quizá para ese día, en que Felipe VI disolvería las Cortes y convocaría otras elecciones, el secretario general del PSOE habrá repetido el mantra de “mi fracaso habría sido no haberlo intentado”, desahogo que ya realizó desde la tribuna del Parlamento en su primer round perdido.

El líder del PSOE desea un “Gobierno parlamentario” porque a un “Gobierno que gobierne” le resulta imposible llegar

A estas alturas de la mojiganga, lo otro, la opción alternativa a repetir los comicios el 26 de junio, sería una legislatura fantasma, la que planea el alquimista Pedro. La que acabaría siendo un experimento frustrado con el único empeño de desalojar al PP. De esa legislatura fantasma ha trazado varias pinceladas el líder socialista una vez Iglesias ha accedido a sentarse a negociar con su socio, Ciudadanos. Nunca antes se le había oído a Sánchez hablar de un “Gobierno parlamentario”, el que dice ver más cerca a día de hoy que nuevas elecciones. ¿Qué es eso de un “Gobierno parlamentario”? Zapatero dijo en su primera investidura que haría del Parlamento el “centro de la vida política”. ¿Pero lo hizo?

En realidad, ZP practicó el arte de la transmutación ideológica o programática y le salió bien gracias a su “geometría variable”. Unas veces se apoyó en la izquierda, otras en los nacionalistas y las demás en ambos bloques. Las medidas más polémicas trazadas por el Gobierno fueron encontrando apoyos selectivos en las Cortes. Sin embargo, Pedro, el alquimista empedernido, busca otra metodología, otra combinación, otra aritmética, sin precedente en las últimas décadas.

El líder socialista no cree que un Gobierno a la valenciana, como le reclama Iglesias, sea mejor solución que una ampliación del acuerdo sellado con Ciudadanos mediante aportaciones de Podemos. Es decir, las que le garantizarían una abstención de la formación morada (por contra, la abstención de C's, a su juicio, deslegitimaría el pacto ya firmado, donde se dice que los 40 diputados naranjas votarán a favor). Según el candidato del PSOE, de las más de 200 medidas del texto de El Abrazo, aquellas que tengan el visto bueno del partido de Iglesias serían de aplicación inmediata tras la conformación del Gobierno del cambio (la inclusión de independientes aceptados por Podemos va cobrando fuerza).

Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, conversando en las inmediaciones del Congreso.

Iglesias y Sánchez, conversando junto al Congreso. / Efe

Sin embargo, aquellas otras actuaciones sobre las que no hubiera consenso serían dirimidas primero en el Parlamento y luego elevadas al aparato de Moncloa. En tercer lugar, las políticas que el Ejecutivo debiera adoptar sobre la marcha también tendrían que contar previamente con el aval de la Cámara baja. La iniciativa, por tanto, sería debatida en las Cortes antes de salir de la mesa del Consejo de Ministros, y no a posteriori, como se hace ahora con posibilidad de ser tumbada o enmendada. Es la única salida que encuentra Sánchez para no recibir un revés del Congreso semana tras otra. De ahí, que desee un “Gobierno parlamentario”, porque a un “Gobierno que gobierne” le resulta imposible llegar. Además, su idea de anteponer el poder legislativo al poder ejecutivo conduciría a un caos de jerarquías.

La idea del candidato socialista de anteponer el poder legislativo al ejecutivo conduciría a un caos de jerarquías

Pero la gran trampa, la mayor de las mentiras que esconde ese “Gobierno parlamentario” es que ésta “será la legislatura de la regeneración democrática, la de las grandes reformas”, que tanto han cacareado socialistas y centristas desde la pasada campaña electoral. Esas reformas, esos pactos de Estado, algunos incluidos en el documento de El Abrazo, nunca verán la luz -sólo serán fantasmagorías- debido a la mayoría absoluta que posee el PP en el Senado y de bloqueo en el Congreso. Por ejemplo, aquí se necesitan dos tercios del hemiciclo para cambiar por el procedimiento agravado elementos esenciales de la Constitución como el modelo territorial. También afectaría ello a la inclusión de los derechos sociales como derechos fundamentales en la Constitución, algo que preconizan los socialistas.

Sánchez no quiere la abstención del PP

La parafernalia dialéctica y las escenificaciones teatrales desde el escaño centrarán mayores esfuerzos que acometer una Segunda Transición, principalmente porque tal empresa necesita de alguna manera al PP, ya sea pasiva o activamente. Sánchez, a diferencia de su socio, Albert Rivera, no está dispuesto a contar con los populares. Ni siquiera buscará su abstención. Sólo levantará el teléfono a Mariano Rajoy por pura cortesía. Pero nada más. Pedro está convencido de haber visualizado la panacea universal mirando a Ciudadanos y Podemos. Y lo que es peor, si vuelve a fallar, tampoco le importará haber naufragado. Haberlo intentado en una legislatura que ya de por sí nació compleja, que se torció después con su no investidura y que parece condenada a elecciones, será el consuelo del alquimista desdichado.

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