Opinión

¿Se puede parar esto?

Se desgañita uno haciendo sesudos artículos sobre la amnistía o el Tribunal

  • Santos Cerdán (1i) y Carles Puigdemont (c) debaten sobre la amnistía. -

Se desgañita uno haciendo sesudos artículos sobre la amnistía o el Tribunal Constitucional y, obviamente, nada cambia. Reconfortas a los que piensan como tú, pero está demostrado que es casi imposible que nadie cambie sus ideas políticas con razones porque, como dice Haidt, primero elegimos los valores con emociones y luego buscamos las razones que apoyan nuestra intuición.

Es verdad que, como decía Ortega, el esfuerzo inútil conduce a la melancolía, pero aun melancólico, no puedo evitar seguir dando razones para, al menos, no otorgar callando. Por ejemplo, debo destacar que lo que plantea la amnistía no es un simple problema de preferencias políticas, sino de subsistencia constitucional. Así, se dice en estos aciagos días que el ciudadano se encuentra en un dilema en el que ha de elegir entre dos males: amnistía versus que gobierne la ultraderecha y perder así un gobierno “de progreso” que aporte derechos sociales o no recorte los ya obtenidos. Este argumento se oye repetidamente y convence a mucha gente, al parecer. Pero es razón gravemente peligrosa. Éticamente el fin no justifica los medios, pero es que el fin es también francamente dudoso. Porque apostar por medios que deterioran el armazón constitucional para obtener de presente ciertos derechos es, nunca mejor dicho, pan para hoy y hambre para mañana. Las consecuencias finales serán debilitar el sistema institucional, forzar el principio de igualdad entre ciudadanos amnistiando delitos a la carta, humillar a otro poder del Estado desautorizando de raíz sus sentencias y producir un desequilibrio patrimonial entre regiones de carácter permanente cuya consecuencia será que los pobres paguen a los ricos, si es que en el futuro no se ve afectada la unidad territorial. Y, además, avergonzará públicamente a la nación entera al dar la razón de una manera explícita a quienes han atacado la esencia del sistema constitucional, pues el Estado reconocerá falsamente su opresión al pueblo catalán. Lo que constará en los Anales de la nación, para ser esgrimido como argumento ético y legal hasta el fin de los tiempos.

Si alguna justificación podría tener una amnistía sería la solución de un problema político enquistado; pero éste no sólo no se resuelve sino que se agrava

Claro que todo ello viene precedido de un deterioro de los controles y garantías propias de un Estado de derecho, como el Tribunal Constitucional o el CGPJ, que viene de largo -y no sólo por responsabilidad del PSOE- y que propicia y facilita el advenimiento de esta catarsis iliberal que es la amnistía y lo que venga después. Como se pueden imaginar, este armazón legal debilitado reduce los supuestos derechos sociales en prebendas y concesiones arbitrarias, otorgadas oportunamente para comprar voluntades, que luego podrán ser suprimidas por los mismos medios cuando vengan otros que piensen de modo diferente, porque las estructuras renqueantes ya no podrán impedir el abuso del poder.

Demasiado precio para tan poco beneficio. Para el país, de hecho, ningún beneficio, porque si alguna justificación podría tener una amnistía sería la solución de un problema político enquistado; pero éste no sólo no se resuelve sino que se agrava, como lo prueba el hecho de que se vaya a votar el jueves en Cataluña una nueva ley de referéndum. El único beneficio es particular: que un presidente que ha perdido las elecciones siga en el poder gracias a siete escaños más.

Tampoco me vale el argumento de la inevitabilidad de las reglas electorales. Hace pocas semanas el economista de la Universidad de Pensilvania, Jesús Fernández Villaverde, pronunciaba una conferencia en la Fundación Rafael del Pino titulada “Complejidad electoral y política de bloques en la España actual” en la que concluía que nuestro sistema electoral, cuya clave decisoria de la circunscripción provincial, conduce hoy a que, una situación económica normal, el bloque de izquierdas tenga el 44% de los votos, el bloque de derecha el 46% y el bloque territorial el 10%. Por ello, la estrategia de la polarización, o la estructura del Tribunal Constitucional, no son hechos aleatorios, sino consecuencia de nuestro sistema electoral. Concluye: “En este escenario, Pedro Sánchez no es la causa sino el resultado. A cualquier otro dirigente del PSOE no le queda otro remedio que sentarse con Junts y ERC”.

Esto es verdad. Pero no toda la verdad. Los economistas tienden a tener en cuenta la racionalidad de las decisiones, pero todos sabemos que hay algo más que racionalidad económica. Las normas y la moral modulan esa racionalidad. Y aunque sería racional matar al acreedor que te reclama una deuda, no lo hacemos porque está mal y porque hay normas que nos lo impiden. Hay otras opciones además de violar la Constitución y las reglas democráticas, como pactos y acuerdos con otras formaciones constitucionalistas. Otra cosa es que no convenga contemplarlas.

La impotencia está generando respuestas de todo tipo que esperemos no lleguen a mayores, porque la superioridad ética se demuestra respetando las normas y no justificando los medios

¿Qué podemos hacer los ciudadanos ante esta situación? Una amnistía no votada en las urnas ni prevista en los programas e incluso negada reiteradamente por quienes la promueven; una amnistía que hace pedir perdón a todo un país; una amnistía irremediable, porque se ha perdido la confianza en los controles democráticos, dado que todo el mundo presiente cual será la respuesta del Tribunal Constitucional. La impotencia está generando respuestas de todo tipo que esperemos no lleguen a mayores, porque la superioridad ética se demuestra respetando las normas y no justificando los medios.

En la Fundación Hay Derecho, de la que formo parte y que he presidido varios años, hemos tomado como lema oficioso un par de frases de Burke: “Nadie comete un error mayor que el que hace nada porque solo podría hacer un poco” y “para que triunfe el mal solo es necesario que los buenos no hagan nada”. Por eso, nosotros, aparte de escribir, hemos patrocinado una recogida de firmas que Vozpópuli anunció el otro día y que les animo a firmar aquí. Víctor Lapuente escribía en El país que la amnistía probará la fuerza del Estado de Derecho porque el sistema lo impedirá si se viola el orden legal y ello demostrará a la España Roja y a la España Azul que sus miedos estaban equivocados. Ojala tenga razón, pero con un par de jugadores con tarjeta roja, el árbitro casero y en tiempo de descuento es difícil ganar el partido. Así que, por si acaso, mostremos nuestra disconformidad cívica, de efectos a veces insospechados, pues, como dijo Tocqueville, uno de los pilares de una democracia son los valores democráticos, los que llamó mores, hábitos éticos de conducta a veces más importantes que las inestables leyes.

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