Opinión

Las trolas del Gobierno

La exhibición de desfachatada doblez que gasta esta portavoz acaba de superar hasta los más descarados

Faltaba el fin de fiesta de este Gobierno fake y ya ha llegado, para que nada falte en esta inconcebible legislatura, de manos de la ministra-portavoz más descaradamente embustera de que haya memoria, y mira que los ha habido estupendos. Se comprende que el trance no era fácil y menos agradable y, la verdad es que no había más que ver la cara de circunstancias de la logófora para captar en su menguada sonrisa y su nerviosismo visible la onda de su incomodidad. La señora Alegría ha superado durante su ejercicio todos los límites imaginables entre los que debería de moverse, por su propia dignidad, quien se presenta en público nada menos que como la voz del Gobierno y dice representar con su trolería no sólo a éste sino “al pueblo español” en su totalidad. Nunca hemos oído tanto camelo ni expresado exhibido con tan indisimulado cinismo, no al servicio de la verdad, como parece preceptivo, sino del interés puro y duro de un Ejecutivo en tenguerengue manejado por el bululú más descarado.

La portavoz no se ha limitado a los previsibles matices y excusas forzadas, sino que ha consistido en un inconcebible ejercicio de enmienda a un tribunal superior a base de retorcer un auto decisivo

Las funciones escenificas por Alegría se han hecho famosas por sus excesos de fidelidad a quien en el PSOE actual se refieren, sin el menor escrúpulo y con la mayor desvergüenza, como el “puto amo”. Claro que, bien mirado, eso no es ninguna novedad en la política española sino que ha acabado por ser algo habitual en nuestra democracia. Lo clamoroso en esta ocasión consiste en que la habitual soflama del --o de la-- portavoz no se ha limitado a los previsibles matices y excusas forzadas, sino que ha consistido en un inconcebible ejercicio de enmienda a un tribunal superior a base de retorcer un auto decisivo hasta presentarlo del revés e inverosímilmente retorcido. ¡Una “miembra” del Gobierno –y no cualquiera, sino la encargada de representarlo en público—mintiendo a sabiendas para desinformar a la ciudadanía a base de trolas y camelos sin el menor fundamento! Habíamos visto ya números señeros en esta materia pero, sin duda, la exhibición de desfachatada doblez que gasta esta portavoz acaba de superar hasta los más descarados.  Por supuesto que no es ella propiamente la que hablaba el otro día  sino el eco o el loro que repite lo que le dictan desde la propia Presidencia, dispuesta a inmolarse como conviene al compromiso de sumisión adquirido junto a su alto cargo, como el ventrílocuo le pone voz al muñeco.

La ley de la política

La señora Alegría se ha hecho un sitio memorable en la crónica del parlamentarismo con el gesto sobrado de quien se conforma con la convicción shakespeariana de que con el cebo de la mentira suele cobrarse la carpa de verdad. ¿No dejó dicho algún famoso que la mentira es la ley de la política, no explicó Quevedo en el famoso soneto que “mal oficio es mentir/ pero abrigado”? Políticos sobrevenidos como la señora Alegría ni se plantean cuestionar la necesidad moral de la verdad convenidos hasta los tuétanos de su licitud pragmática.

Escuchando a la desahogada portavoz se venía a la cabeza aquella broma del maestro Taine que, descontada de su ganga machista, no dejó nunca de ser divertida: “El hombre honrado miente diez veces al día, la mujer honesta veinte y el hombre de mundo lo menos cien. Lo que no se ha podido contar nunca –añadía aquel trueno-- es cuántas veces al día miente una mujer de mundo”. No me consta que Alegría sea lo que se viene entendiendo que es una mujer de mundo, pero en el tiempo que lleva de ministra-portavoz, cuando menos parece empeñada en desafiar a los contables de trolas.

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