Al circo de Pedro Sánchez comienzan a crecerle los enanos. Primero los independentistas, que llevan mostrando desde el 23-J las facturas a pagar en caso de un nuevo apoyo para la investidura del presidente en funciones. Y ahora llega el motín en Sumar, ya que Podemos ha propuesto que Irene Montero siga al frente del Ministerio de Igualdad en caso de formarse un nuevo Ejecutivo de coalición.

Aunque Belarra no ha dicho abiertamente que la repetición de Montero como ministra de Igualdad sea un requisito indispensable, si ha dado a entender que en Podemos harán fuerza para que así suceda. Un gesto con el que la formación quiere volver al mapa político tras diluirse entre las veinte formaciones que conforman Sumar en las elecciones del 23-J.

Un nuevo pulso de Ione Belarra a Yolanda Díaz que pretende demostrar ante la opinión pública la bicefalía de Sumar -un Frankenstein dentro de frankenstein- y que la 'dama roja' no tiene todo bajo control en la coalición que se sitúa a la izquierda del PSOE. Podemos, con este movimiento, golpea donde más duele a la líder de Sumar: pretenden colocar como ministra a una candidata que fue vetada en las listas del 23-J. No es que quieran conseguirle un asiento en el Congreso, sino que buscarán que se siente en una butaca de primera fila.

Toda una traición a Díaz, a quien Podemos juró pleitesia en julio "para hacer frente a las derechas" pero que, una vez logrado el objetivo, pretenden marcar su propia agenda política, reprochando a la 'dama roja' los requisitos impuestos para formar parte del Frankenstein en el que se ha convertido Sumar. Tanto Montero como Belarra las han calificado como "unas condiciones que jamás se le han pedido a ninguna otra fuerza política".

La guerra a la izquierda del PSOE promete complicar aún más la investidura de un Pedro Sánchez -siempre que la de Feijóo fracase-. El líder socialista tiene ante sí a un independentismo que pretende, según palabras de Miriam Nogueras (Junts), "cobrar por adelantado" su apoyo. Esos votos a favor no pretenden conseguir la ansiada amnistía para nombre propios como Puigdemont, sino algo más: un referéndum de independencia. La advertencia por parte de Junts es firme: no rebajarán sus demandas. "No aflojaremos, no nos van a templar las piernas y tampoco rebajaremos las demandas como parece que hacen algunos".

Esta exigencia no solo es iniciativa de Junts. Pere Aragonés ya utilizó el pasado fin de semana la televisión pública catalana, TV3, para anunciar que el referéndum es una condición ineludible para apoyar la investidura. Al fin y al cabo, desde el secesionismo "dan por sentada" la amnistía: según ha desvelado Marta Rovira (ERC), esta ya se firmó en la Mesa del Congreso como requisito para hacer a Francina Armengol presidenta del hemiciclo.

Desde el País Vasco también tensan la cuerda: tanto EH Bildu como PNV, cada uno desde sus posiciones, exigen a Sánchez un "encaje nacional de Euskadi". Aunque sin tanto ruido como el nacionalismo catalán, los vascos también ponen condiciones a su apoyo en el Congreso, por lo que Sánchez tiene ahí otro frente abierto que lidiar de cara a un posible proceso de investidura.

De esta forma, Pedro Sánchez tiene ante sí muchos deberes si quiere ser presidente. Primero necesita que su principal aliada, Yolanda Díaz, negocie con Podemos el apoyo a la investidura -que en un caso extremo podría marcharse con sus cinco diputados al grupo mixto y abandonar la disciplina de Sumar para negociar con el presidente en funciones sus propias condiciones-. Después, hablar con el independentismo catalán y vasco, que exhibe sin rubor su satisfacción al ver cómo la gobernabilidad de España está en su mano.

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