Opinión

Los fantasmas de la derecha cándida

La operación nostalgia de PP y Vox alivia a Sánchez en su momento más angustioso

  • Feijóo, Aznar y Rajoy llegando a la intermunicipal de Valencia juntos.

Cuando va ganando por goleada, a la derecha le da por lanzar balones contra su portería. Así la UCD contra Suárez. La autocastración de mandatos de Aznar. La abulia mariana frente al golpismo catalán. Una y otra vez, el moderantismo pánfilo insiste en esa apuesta kamikaze que, como la historia de España de Gil de Biedma, siempre acaba mal. Tiene ahora a Sánchez contra las cuerdas, a minuto y medio de caer desplomado en la lona. La apoteosis mediática en las ruinas de Kiev apenas han logrado paliar los efectos demoledores de sus últimas pifias.

Todo le sale mal al bonapartín colorado. Cancelar la sedición, rebajar la malversación (medidas enmendadas por el Supremo), el plantón de Mohamed, la escalada de la inflación y, en especial, el 'sí es sí' de las niñas, ese martillo pilón que aplasta cada día las esperanzas electorales de la banda del progreso. El catálogo de desastres parecía no tener fin hasta que por la derecha alguien dio en lanzar alguna ocurrencia para darle la vuelta al marcador. Desempolvar algunos fantasmas del pasado es una excelente idea. Así se hizo.

El presidente de Faes parece que quiere, que está por la labor, renuncia al ostracismo y envía señales de su vocación de referente. También Rajoy se deja querer y brujulea

El happening en el Oceanogràfic valenciano, con los mentados Aznar y Rajoy dispensándose abracitos, resultó una ficción innecesaria. ¿Qué aporta a la remodelación del PP ese show ortopédico de tan fingida reconciliación? Déjenlos a ambos expresidentes con sus cosas, sus conferencias y sus registros y pasen cuanto antes a la siguiente pantalla de reconstruir el centroderecha nacional. Pues no. A mirar hacia atrás como la señora de Lot.

Metidos ya en tal arremato de emoción, Aznar, que hoy cumple 70 y que dispone de uno de los mejores pedigrís y de las más relevantes cabezas del bestiario político nacional, no ha dudado en recuperar el tiempo perdido mediante una rentrée muy sonada, con amplia entrevista en El Mundo, amén de diversas apariciones publicas, la última, muy aclamada, en el Siglo XXI.

El refundador del PP no quiere oficiar de espectador "en este momento crítico de España". "Tengo una ambición muy grande conmigo y con los demás". "El PP es mi casa". "Si gana otra vez Sánchez, cambia el país". Y luego, obligados y comedidos elogios a Feijóo. "Un liderazgo adecuado, análisis certero, estrategia correcta". "Lo apoyo sin fisuras, este PP está en su sito". Muy lejos de aquel "¿dónde está el PP?" que le espetó a Rajoy ante cientos de los suyos en los agrios tiempos del odio cerval. El presidente de Faes parece que quiere, que está por la labor, renuncia al ostracismo y envía señales de su vocación de referente. También Rajoy se deja querer y brujulea, muy activo, por plazas y tablaos.

Venga de aventar el pasado para así retirar el foco sobre el Gobierno y colocarlo sobre las convulsiones pretéritas del primer partido de la oposición

Para redondear esta apoteosis de la nostalgia, Feijóo también desempolvó a Pablo Casado, a quien invitó a almorzar, con luces y taquígrafos en el primer aniversario del relevo. Compartieron menú mientras se escuchaban aún los ecos de los obsequiosos guasap enviados por los lugartenientes de Génova a su entonces líder, minutos antes de apuñalarlo. El responsable, sea quien fuere, de este remake de Retorno al pasado debe desayunarse cazalla cada mañana. Venga de sacar figurillas del baúl de los líos para, así, robarle foco a los desastres de Sánchez y centrar el ruido y el debate en las filas populares. ¿Volverá Casado al partido? ¿Qué dice Ayuso, se siente traicionada? ¿Participarán juntos Aznar y Rajoy en mítines de campaña?.

Los estrategas de Vox, quizás contagiados por sus vecinos, han sucumbido también en la operación vintage con el rescate del reconocido y venerable Ramón Tamames, a quien han colocado en el frontispicio de la moción, en un empeño que se sitúa entre lo desconcertante y lo estrambótico. Vox, el tercero de España, es un partido de ideas claras, sólidas y predecibles, con un guion nítido, ajeno a meandros extraños o a ocurrencias sicalípticas. Cuando abandona su acolchado carril, como ocurrió con la abstención en el decreto socialista de los fondos europeos, el 'no' a los presupuestos de Madrid o el gran error electoral con Macarena Olona, la maquinaria chirría y el motor se gripa. Tanto este segundo intento de censura (el primero le salió muy bien gracias a Casado), como el protagonista elegido para la ocasión, encajan con dificultad en los parámetros en los que se desenvuelve Vox. El PP apunta que "a España hay que tomársela en serio" y Meritxel Batet ya busca fecha para fijar la sesión muy cerquita de las elecciones de mayo. Sánchez aprovechará la ocasión para rematar esta pelota que le han dejado botando, no en la portería Abascal, sino entre los palos de la de Feijóo, que será la pieza a cobrar en esa absurda ceremonia.

Los fantasmas de la derecha han dado la vuelta al guion. Sánchez no tiene espectros a los que sacar en danza. Como todo genuino autócrata, se los cargó a todos en su momento. Felipe, Guerra, Solchaga, Leguina, Susana, Ábalos, Calvo... Sólo se salvó Zapatero por su conexión chavista. El presidente del Gobierno recupera el aliento a lomos de uno de esos Leopard desportillados que Margarita va a remitir a Zelenski, mientras la derecha se pierde en absurdas cabriolas en un libreto que atrasa. "Cuando tu enemigo se equivoca, no lo distraigas", aconsejaba el Bonaparte verdadero. Tanto en Génova como en Bambú deberían tomar nota.

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