Opinión

En Igualdad no saben situar Irán en el mapa

Llama la atención que la izquierda morada sea tan empática con algunas mujeres y tan cruel con otras. Sus silencios sobre las violaciones de derechos humanos en los países que les interesan revelan que su activismo feminista es impostado

  • Lidia Rubio, Irene Montero, Ángela Rodríguez e Isa Serra, en Time Square -

Cuando Irene Montero leyó Las mil y una noches, seguramente quedó impactada con la historia del rey Sah Zamán y su hermano, Sahriyan, también monarca. Es el primer cuento de la colección y detalla la forma en la que Sah Zamán es traicionado por su mujer -con un esclavo- justo antes de viajar al reino de Sahriyan. La cosa no acaba ahí. En el curso de la narración, este último también descubre que es “un cornudo”, puesto que su esposa acostumbra a organizar unas singulares orgías -cuando su marido se va de caza- en las que participan 20 esclavos, 19 doncellas y ella, quien se deja “poseer” por uno de los participantes.

Desbordados por el dolor, los dos hermanos emprenden un viaje sanador y, de camino a alguna parte, encuentran a 'un genio' fuera de su lámpara, el cual es tan desconfiado que llegó a encerrar a su esposa en un baúl para que no le fuera infiel.

El 'ser mitológico' no tuvo en cuenta que “las mujeres siempre consiguen lo que quieren” -cita textual-, así que la prisionera, lejos de respetar a su hombre, solía escapar de su prisión para retozar con cualquier varón que se cruzara en su camino. En su bolsillo, llevaba varios cientos de anillos que había arrebatado a cada uno de sus amantes. Por tanto, lo del encierro s no funcionó en absoluto.

Al rey Sahriyan le trastornó la idea de que la traición fuera inevitable en el mundo de los vivos y de que la deslealtad sea más abundante que la nobleza. Por eso, enloquecido, comenzó a desflorar a una mujer virgen cada noche y, a la mañana siguiente, a asesinarla. Cuando las censoras del Ministerio de Igualdad -las que señalaron a Loquillo- recuerden esta lectura -que seguro han hecho todas-, es posible que la veten. O no, porque ya se sabe que las historias de esta obra proceden, en buena parte, de la antigua Persia, y que allí se encuentra un territorio sagrado para Podemos. Sagrado, intocable e incorruptible.

En esas tierras vivió -hasta que pudo- Shirin Ebadi, una abogada, feminista y activista por los derechos humanos de las que incomodan en el Ministerio de Igualdad. A la mujer le concedieron el Premio Nobel de la Paz en 2003 y, desde entonces, los barbudos fundamentalistas que acaudillan Irán la han sometido a una repugnante persecución. A ella y a su familia.

Quizás los dirigentes de esta república se inspiraron en Las mil y una noches para trazar el plan que derivó en uno de los episodios más dolorosos de su vida. Lo relató en The New York Times. Sucedió en 2009, poco después de que Ebadi dejara Irán ante la persecución a la que le sometía el régimen islamista, que no soportaba la relevancia que había logrado la activista en Occidente desde que le concedieran el Nobel.

Ella emigró, pero su marido decidió quedarse en suelo iraní. La causalidad -o no- hizo que su esposo coincidiera en una fiesta con una mujer con la que mantuvo una relación sentimental muchos años atrás. Durante aquel encuentro, ella comenzó a insinuarse y a hacer carantoñas al muchacho, que en principio se resistió. Sólo al principio...

Cuando ambos se encontraban abrazados, en la cama, apareció por sorpresa un agente del servicio secreto iraní y avisó de que había grabado toda la escena.

Al hombre lo condenaron a muerte por adulterio. Este delito lo agravó la presencia de alcohol -prohibido- en el lugar de los hechos. Para evitar que le lapidaran, fue obligado a casarse “con efecto retroactivo” con su amante y a grabarse en vídeo mientras definía a su exmujer como una vocera de Occidente que no luchaba por los derechos humanos, sino por sus intereses personales. El hombre aseguró posteriormente que realizó esa declaración tras ser torturado. Ebadi y él se divorciaron al poco tiempo. Los 'barbudos' destruyeron la vida personal de la activista, que es feminista.

Ceguera con Irán

Trece años después de que esto sucediera, una mujer de 22 años, que se llamaba Mahsa Amini, fue detenida en Teherán por la Policía Moral del Gobierno iraní. Había sido acusada de no usar el hiyab correctamente. Después de ser torturada, murió como consecuencia de los golpes que recibió durante dos horas. Porque en Irán las mujeres no son libres -así, sin coletillas-. Tampoco los homosexuales. Amnistía Internacional escribió esto hace unos meses: “Las personas LGBTI de Irán se enfrentan a una discriminación imperante, viven con el temor constante al acoso, la detención y el procesamiento penal, y están expuestas a la violencia y la persecución por su orientación sexual e identidad de género o presunta orientación sexual e identidad de género. En virtud del Código Penal Islámico de Irán, la conducta homosexual consentida está criminalizada y se castiga con penas que van desde la flagelación hasta la muerte”.

Los sátrapas iraníes disponen de una televisión que se llama HispanTV, desde la que emiten a todo el mundo la propaganda del régimen, al estilo de Vladimir Putin con Russia Today. Cuesta encontrar un medio que bordee más veces la frontera del antisemitismo. El 1 de noviembre de 2012, antes de saltar a la fama, Pablo Iglesias anunció la puesta en marcha de un programa en este canal, sin que le importara la sangre que chorrea de las levitas de sus promotores.

Irán arde estos días porque la muerte de Mahsa Amini ha desatado las protestas entre su población, hastiada por la crisis y por la falta de libertad. Las noticias al respecto de estos hechos no deben haber llegado al Ministerio de Igualdad. Quizás porque tienen la televisión apagada para ahorrar energía, de cara a este invierno tenebroso. O quizás porque Irán está muy lejos. Digo esto porque Irene Montero no ha abundado en este tema. Tampoco sus compañeras ministeriales y su ejército feminista tuitero. El que está a la que salta, celebra sus campañas sobre el “hombre blandengue". O las que reclaman el derecho a ir a la playa de las mujeres de cuerpos no normativos.

No hay empatía con las iraníes

Este jueves por la mañana, la ministra denunciaba el asesinato de una joven de 21 años, a manos de su pareja. Cuesta contener el dolor y la indignación cuando se producen hechos de este tipo. Un efecto similar producen asesinatos de Estado, como el de Mahsa Amini. La empatía es el sentimiento que separa la civilización de la barbarie. Cuando desaparece -por las razones que sea-, la presa se agrieta y el mal se adueña de las sociedades.

Las ideologías y las cuestiones monetarias son dos buenas herramientas para 'anular' este sentimiento. Incluso son capaces de 'redirigirlo' hacia donde le interese al predicador o al pagador. Llama la atención que la izquierda morada sea tan empática con algunas mujeres y tan cruel con otras. Sus silencios sobre las violaciones de derechos humanos en los países que les interesan -como Irán, Venezuela, Cuba...- dejan al aire las manchas de hollín de sus almas y revelan que su activismo feminista es impostado. No es sincero, sino que está pensado y dirigido a engordar una ideología, no a conseguir la igualdad y la justicia.

Es curioso porque los ayatollah iraníes tomaron en 1979 la decisión de destituir de su puesto de juez a Shirin Ebadi, al considerar que las mujeres no estaban preparadas para ejercer esa profesión. Esa situación se mantiene en estos tiempos, en los que el feminismo morado anda más preocupado porque a quienes dictan las sentencias se les llame “juezas” que por garantizar que se cumplan los derechos humanos en los territorios dominados por 'dictadores amigos'. La sangre de las mujeres corre en el país de 'Las mil y una noches' como en la época en la que se escribieron esos relatos, pero en Podemos sólo lo pueden denunciar con la boca pequeña (o en silencio). ¿Por qué? Ellos y ellas sabrán. Pero está bastante claro.

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