Juan María Marcaide Osorio (Guipúzcoa, 1950) es un astrofísico de prestigio internacional, formado en el Massachussets Institute of Technology (MIT) y que ha dado clases en diversas universidades de España y Alemania. Nos espera en Hotel de Las Letras, situado en el centro de Madrid, donde le encontramos sonriente por la acogida de su libro y también por su amigo mexicano Luis Felipe Rodríguez, prologuista del texto, acaba de ganar hace unos días un importante premio internacional. Tiene motivos para estar satisfecho: Últimas noticias del universo (Espasa) es una versión científica de El mundo de Sofía (1991), donde los que ignoramos casi todo sobre el universo salimos con unas cuantas nociones sólidas. Incluso cuando no entiendes del todo una explicación, la lectura resulta intrigante y disfrutable.
¿Le gusta al autor la comparación con el superventas de Jostein Gaarder? "La verdad es que funciona: compré El mundo de Sofía cuando salió, pero no le he abierto hasta ahora que empezaron a citarlo en relación al mío. Lo he ido asimilando, poco a poco porque soy un lector lento, si me encuentro un pasaje sobre Demócrito me paro a pensar para relacionarlo con cosas actuales; me interesa qué debates permanecen y cuáles se desvanecen", destaca. Merece la pena leer Últimas noticias sobre el universo: un mapa sin dibujos para acercarse a los exoplanetas, las ondas gravitatorias, el universo temprano, los agujeros negros, los cuásares y la materia oscura, entre otras maravillas espaciales.
Pregunta: ¿Qué fue sido lo más complicado de escribir este libro?
Respuesta: Casi nada. Me costó un poco el capítulo 29, que es el menos astrofísico, tiene más que ver con las partículas elementales y contiene aspectos que yo no he trabajado de primera mano. A pesar de su complicación, lo hemos logrado bajar al suelo, aunque sigue siendo el capítulo menos asequible. Justo después coloqué el capítulo 30, que es el más entretenido y se titula ‘Viaje en el tiempo’. Ahí hago un ejercicio de ficción para explicar la evolución del universo. Estoy muy contento con el resultado y me han llegado a decir que contrate a un dibujante para plasmarlo de forma gráfica porque eso daría una idea todavía más clara de lo que cuento. En el libro decidí no incluir imágenes, pero poner todo eso en escala normal y logarítmica puede ser útil para la divulgación. Contar de manera sencilla cosas complejas supone mucho trabajo, que es lo que he intentado ofrecer en el libro.
Ese capítulo, ‘Viaje en el tiempo’, da incluso para una sala en un museo científico o un centro tipo Cosmocaixa.
Sí, creo que es muy gráfico lo de navegar el universo con las gafas cósmicas y el reloj cósmico. Esto último lo tomé prestado de mí mismo, de un libro que escribí para mis niños. Te hablo de la época en que no existía Google, pero yo en ese cuento me inventé una aparato que se llamaba Vidareloj y en el que podías consultar todos los datos relevantes como si fuera un buscador de Internet. Últimas noticias del universo está dedicado a mis tres ‘inkokerones’, que son mis tres nietos, a quienes volví a contar el cuento como si cada uno fuese una partícula que viaja con un Vidareloj. El relato original lo escribí del tirón en un fin de semana, hace más de treinta años, porque en esa época tuve mi primer ordenador, que no incluía la función “guardar” y si no lo escribía completo lo perdía todo. Lo del reloj funciona porque los niños aprenden mejor cuando les das información de las cosas que se van encontrando por el camino.
Diría que la lección central del libro es que el estudio de la astrofísica es una carrera donde cada kilómetro que avanzas te pone la meta más lejos. Por ejemplo, el universo se expande a una velocidad mayor que nuestra capacidad para conocerlo.
Eso puede pasar también en letras, aunque ocurre menos, por ejemplo alguien hace un descubrimiento sólido sobre Petrarca y toca revisar todos los trabajos previos. Un descubrimiento puede ser una ventana a un lugar mucho más amplio del que consigues iluminar. La literatura se centra en las mentes humanas y la astrofísica en campos más grandes. Para hacerme comprender, muchas veces recurro a anécdotas de primera mano y metáforas que me parecen útiles. Es más fácil encontrar inquietudes poéticas en gente de ciencias que afán científico en gente de letras. Mucha gente de ciencias sabe de historia del arte y se embelesa con una escultura o un puente bien hecho; en cambio, no hay tantos de letras enamorados de las ecuaciones.
La ciencia es el mayor aliado que tienen los pobres para mejorar sus condiciones de vida, otra cosa es que luego las finanzas reviertan eso para hacerse todavía más ricos", denuncia
Recurre a ‘Las meninas’ para explicar las estrellas de neutrones.
Uso el recurso de ir a al Prado a ver ‘Las meninas’ y encontrar una versión hiperreducida, como un píxel invisible. Eso sirve para comparar el tamaño del Sol con el de las estrellas de neutrones. Técnicamente se puede hacer y tener casi tanta información como en el cuadro original. La ley de Kepler se cumple en cualquier cosa que tenga masa. Si reduces el sol de Madrid a ese tamaño, sería de noche a mediodía, pero un científico podría apreciar ese Sol pequeño usando un telescopio infrarrojo potente.
También hay científicos que usan metáforas económicas: el nombre de la teoría el universo inflacionario de Alan Guth se bautizó po las altas tasas de inflación de la era Reagan.
Esa es una historia real que conozco bien, ya que me encontré en el pasillo del MIT con el póster de la conferencia donde Guth presentaba su teoría. Llegué a Estados Unidos en 1977, cuando el dólar valía 70 pesetas, pero pocos meses más tarde valía 140. Mis ahorros me sirvieron solo para comprar cuatro sillas y para un aire acondicionado de segunda mano. Mis pequeños ahorros los tenía al 15 y pico por ciento pero la inflación en la calle estaba casi al 20. Básicamente, el dinero perdía valor. La gente se ha olvidado de lo brutal que era esa época. Se me fue casi todo de golpe, hasta que logré recuperarme. Esas conferencias de los martes en el MIT eran muy importantes porque había un espacio donde se servía café con pastas y los estudiantes nos mezclábamos con los profesores, que no eran nada distantes, al revés. Si ibas regularmente, terminabas hablando con varias personas que terminarían recibiendo el premio Nobel y otros parecidos. Había mucho veinteañero ávido de aprender. Fue una época fabulosa.
Hay un aspecto del libro en el que me parece muy honesto: admite que la familia protagonista del libro puede dedicarse a estudiar el universo porque tienen una posición económica desahogada.
Totalmente. He comprobado que entre mis discípulos los que han podido tomar las decisiones posdoctorales correctas son los que tenían dinero. También he tenido varios estudiantes brillantes que no podían permitirse estudiar más y se han metido en la industria a hacer cosas más sencillas porque no podían esperar más. Son historias de familias pobres, con divorcios, problemas psicológicos...Quien tiene medios puede escoger mejor. Yo vengo de un casa muy modesta y estuve dos años trabajando cuando con dinero podría haber estado estudiando ese tiempo. En todos sitios se aprende, pero estadísticamente escoge mejor quien se lo puede permitir.
Si la agencia espacial española va a llevarse con el mismo rigor que la universidad, mejor que arreglen antes otras cosas"
Este es un debate de largo recorrido: la primera vez que se pisa la Luna ya hay activistas sociales que dicen que ese dinero estaría mejor empleado en paliar el hambre. El protagonista de su libro disfruta estudiando el universo, pero sufre contemplando la desigualdad y crispación de la era Trump.
He intentado reflejar eso, hasta un límite. No quería hacer demasiado político un libro de divulgación científica. Se nota que Biden tiene más sensibilidad científica que Trump, pero lo importante es tener instituciones como el MIT que saben sacar del hoyo a un estudiante brillante. Yo tuve un amigo así: estudiábamos juntos y todo bien, pero luego era incapaz de aprobar los exámenes generales, así que le encontraron hueco en otro departamento donde no se exigía aprobar esos exámenes.
¿Has qué punto es legítimo invertir en el estudio del universo con la situación económica que tenemos?
Hay que saber equilibrar. Es importante el estudio del universo, la bioquímica y la biomedicina. La ciencia es el mayor aliado que tienen los pobres para mejorar sus condiciones de vida, como se ha ido demostrando históricamente. Otra cosa es que luego el sector de la economía y las finanzas reviertan eso para hacerse todavía más ricos y desatender las necesidades sociales. Es cuestionable gastar en investigación cuando hay hambre, pero también es muy peligroso no invertir en ciencia para atender solo a lo social.
En los últimos tiempos, aquí hemos tenido mucha polémica con la agencia espacial española de la Generalitat y la de Iván Redondo. ¿Tiene opinión al respecto?
No puedo opinar porque no lo conozco al detalle. Lo que me atrevo a comentar es que si van a llevarla con el mismo rigor que tiene la universidad española, mejor se esperan un poco y se dedican arreglar otras cosas. Lo urgente es la educación universitaria: no limitarse a aprender de memoria y que los estudiantes sean capaces de investigar, de dar pasos para conocer cosas. La universidad española genera mucha licenciatura que luego se pierde, eso sí que es un dinero tirado y que genera gran frustración en el alumno. Si no hay mercado para tanto licenciado habrá que mejorar la formación profesional, que es la gran asignatura pendiente.
Me da tristeza encontrar estudiantes de tercero que son verdaderos paquetes", denuncia
Mucha gente considera que ese enfoque es clasista, que lo que se pretende es cerrar el paso de los pobres a la universidad.
Cuando hablo con gente que se dedica a construir cosas, me dicen que el español es muy inteligente, que aprende rápido, pero que no viene formado, que avanzamos más bien a salto de mata. Un conocido de Düsseldorf se quejaba de que sus empleados españoles tiene que enseñarles él. Por ejemplo, Alemania tiene menos licenciados per cápita que España. Yo he vivido en Alemania y allí un fontanero con su empresa gana mucho más que un licenciado en astronomía. No creo que sea un trabajo socialmente menos valorado porque cobran bien. Cuando llega a casa con el último modelo de coche y lo aparca en la puerta ya nadie le mira por encima del hombro. Pero el problema no es ese, sino la tristeza que me da encontrarme a estudiantes de tercero de carrera que son verdaderos paquetes, hasta el punto de que no me explico como han podido llegar a ese nivel . Eso es malo para los estudiantes, pero de alguna manera les aprueban. Yo no hubiera tenido problema en ser profesional en vez de académico.
¿Qué textos de divulgación científica fueron importantes para usted cuando era joven?
Sobre todo un libro muy chiquitito de Lev Lándau. Mi padre leía el periodico todos los días, era su única fuente de cultura: encontró una noticia sobre el libro y me lo compro. Landau ganó el premio Nobel en 1962, cuando yo tenía doce años. Allí leí que la velocidad de la luz es constante y que un rayo del sol tarda ocho minutos en llegar a la tierra. Mi padre se dio cuenta de que me gustaba mucho y en el colegio terminé destacando en Física. Una vez que me llevaron al médico a Bilbao vimos en un escaparate el libro Teoria clásica de campos, también de Landau, y me lo quiso comprar, aunque no tenía cuatro duros. Yo no quise, pensé que estaba por encima de mis capacidades, pero para mí ese libro tenía un aura. Luego al crecer leí mucho a Einstein y me orienté en las asignaturas que más le interesaban. Si Einstein le daba importancia en un libro a la termodinámica prestaba más atención cuando me llegaba la asignatura de termodinámica. Los textos divulgativos tienen su importancia.