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Kamala: la perfecta fórmula antiTrump

La candidata demócrata es una gran desconocida para la mayoría de los votantes. En su partido quieren que siga siendo así con la esperanza de que evite polémicas y confrontaciones perjudiciales

  • Kamala Harris. -

Kamala Harris está de enhorabuena por partida doble. La primera porque ha conseguido el apoyo de los dos mil delegados necesarios para salir nominada en Chicago esta semana. La segunda, porque ya tiene compañero de fórmula. El afortunado se llama Tim Walz y es el gobernador de Minnesota desde hace cinco años y medio. Walz en su Estado es conocido, también algo en Estados vecinos como Wisconsin, Iowa, Illinois o Michigan, pero no mucho más allá.

Minnesota no es gran cosa, tiene 5,7 millones de habitantes, es el vigesimosegundo más poblado de EEUU. En tanto que hay 50 Estados, conocer a todos los gobernadores no es habitual. Quitando el de Nueva York, Texas, California, Florida y alguno más amigo de salir mucho en televisión, casi nadie sabe el nombre del gobernador de Kansas o el de Carolina del Norte… no digamos ya el de Idaho o cualquiera de las dos Dakotas, aunque un poco más abajo, en Nebraska, si que deben de saber quién es Walz porque nació se crió y estudió allí hasta que el 1996, cuando tenía 32 años, se mudó a Minnesota. En ese Estado le contrataron como profesor y diez años más tarde, en 2006, consiguió entrar en la Cámara de Representantes haciéndose con un distrito electoral del sur de Minnesota que siempre había sido republicano. Doce años después se presentó a gobernador. En 2022 fue reelegido y su partido ganó la Cámara de Representantes y el Senado estatales, lo que dio a los demócratas un triplete (gobernador, Cámara y Senado estatal)

El desempeño electoral de Walz explica en parte por qué Kamala Harris, ahora ya única candidata demócrata a la presidencia, le eligió como compañero de fórmula. Pero no era el único que podía presumir de victorias. Josh Shapiro arrasó en Pensilvania hace dos años, pero Shapiro no es tan bien recibido por el ala más izquierdista del partido, que ve en él a un judío moderado que se ha posicionado abiertamente a favor de Israel en la guerra de Gaza. Shapiro tiene, eso sí, una ventaja añadida: su Estado está en el alero de cara a las presidenciales, cosa que no sucede con Minnesota, que es ferozmente demócrata desde hace medio siglo. Hay que remontarse hasta 1972 con Richard Nixon para encontrar una victoria republicana en las presidenciales en Minnesota. En 2016 Hillary Clinton le sacó 2 puntos a Trump y 2020 Biden le sacó 7 a Trump. Minnesota, en definitiva, no está juego. Allí ganará el candidato demócrata que se presente.

Han creado un programa de comidas escolares gratuitas, han legalizado la marihuana, han endurecido los controles de antecedentes para los compradores de armas y han reforzado el derecho al aborto

El principal atractivo de Walz es su habilidad política y en su indudable don de la oportunidad. Tras la espantada de Biden se convirtió en un apasionado defensor de Harris, lo que le convirtió en el primer kamalista a pesar de que son dos candidatos muy diferentes. Curiosamente, tienen la misma edad, pero la biografía de Walz es la de un pueblerino que, con esfuerzo y mucha paciencia, fue labrándose una carrera en política. Nada que ver con la sofisticación californiana de Harris y, mucho menos, con su fulgurante ascenso en política. En 2017 se estrenó en el Senado y cuatro años más tarde ya era vicepresidenta.

Walz también aporta a Harris un pedigrí de izquierda auténtica. Desde que el partido hizo triplete los demócratas de Minnesota han incrementado el gasto en la educación pública, han creado un programa de comidas escolares gratuitas, han legalizado la marihuana, han endurecido los controles de antecedentes para los compradores de armas y han reforzado el derecho al aborto. Cuando algún periodista le pregunta por ello dice sentirse orgulloso de haberlo sacado adelante. No es casual que el ala izquierda del partido esté encantada con Walz, o que sindicatos poderosos como el de los profesores no hagan más que deshacerse en elogios con él.

En materia de política exterior, un área fundamental para un posible vicepresidente, es un demócrata sin aditivos. Es partidario de que EEUU apoye los derechos humanos por el mundo y es muy crítico con Putin. Cuando hace un par de años se produjo la invasión de Ucrania promulgó una ley para impedir las inversiones del Estado de Minnesota en Rusia. Con Israel no ha sido tan duro y procura evitar el tema cuando las bases propalestinas del partido le piden que se posicione.

Pero el Gobernador de un Estado no tiene un papel internacional especialmente relevante. Lo que opine sobre Rusia, Israel o la OTAN da un poco igual. En cuestiones internas es diferente y ahí Walz sí tuvo que enfrentar una crisis nacional. Le tocó ser gobernador de Minnesota cuando estallaron los disturbios tras el asesinato de George Floyd, una noticia de alcance mundial ante la que tuvo que tomar decisiones que tuvieron repercusión en todo el país. En aquellos días de finales de la primavera de 2020 esperó un día entero para responder a la solicitud de Jacob Frey, alcalde demócrata de Minneapolis, para enviar a la Guardia Nacional. Mientras se decidía, una turba incendió una comisaría de policía. Walz argumentó que la Guardia Nacional no podía ser desplegada tan rápidamente, pero los republicanos no dudaron en atribuirle el desbarajuste de esos días.

Es, en la mente de muchos, la prueba de que los demócratas pueden ganar sin tener que comprometer sus valores fundamentales

Una crítica más reciente se deriva de un fraude perpetrado contra el Departamento de Educación del Estado al comenzar la pandemia. Al parecer desapareció dinero destinado a dar de comer a los niños que recibían clases desde casa. El auditor independiente ha criticado a la administración de Walz por "negación, desdén y excusas" ante las acusaciones de malversación de fondos.

Ahora que es el segundo de Harris, eso se lo recordarán a todas horas. Hace un mes, apenas era conocido fuera de Minnesota, pero se ha convertido en una figura destacada de la izquierda del partido Demócrata. Es, en la mente de muchos, la prueba de que los demócratas pueden ganar sin tener que comprometer sus valores fundamentales. Lo que nos dice la historia es que la figura del vicepresidente es muy secundaria. Está ahí para lo que está, para que que si el candidato gana tenga un sustituto en el caso de que sea necesario. Durante la campaña puede arrastrar algo de voto de ciertos Estados o de algunas capas sociales, luego se sumerge en el anonimato.

Pero en el caso de Kamala Harris la de Walz es la primera decisión importante que toma y eso nos permite sacar algunas conclusiones. La primera de ellas es que, en líneas generales ha emulado a los republicanos. Hace tres semanas Donald Trump hizo un favor a los demócratas al elegir a J.D. Vance, un vicepresidente que gustó mucho a los que ya iban a votar a Trump. Kamala Harris ahora le devuelve el favor eligiendo a Tim Walz, el favorito indiscutible del ala izquierda del partido. Es un candidato para los ya convencidos, no para persuadir a los indecisos. Lo que de verdad temían los republicanos era que se decantase por Josh Shapiro, un Estado importantísimo para ganar en el Colegio Electoral, que es donde se deciden las elecciones de EEUU. Pero Shapiro era demasiado moderado para los gustos actuales de la militancia demócrata.

Harris ha cedido a esa presión, tal vez por temor a las protestas en la convención demócrata de Chicago. Las credenciales izquierdistas de Walz agradarán al senador Bernie Sanders y a los sindicatos de profesores, pero su historial de gobierno será objeto de infinidad de críticas de los republicanos ya que como gobernador ha legislado claramente desde la izquierda, o al menos de lo que se considera izquierda en EEUU.

Le echan en cara que Minnesota sea uno de los estados con impuestos más altos, que esté ofreciendo atención médica gratuita a inmigrantes ilegales, que haya obligado a los servicios públicos a consumir como mínimo un 80% de energía proveniente de fuentes renovable

No hay más que echar un vistazo a cómo le ha recibido la prensa cercana al partido republicano y la propia campaña de Trump. Le acusan de ser una copia de Gavin Newson, el gobernador de California, pero con gorra de béisbol. Le echan en cara que Minnesota sea uno de los estados con impuestos más altos, que esté ofreciendo atención médica gratuita a inmigrantes ilegales, que haya obligado a los servicios públicos a consumir como mínimo un 80% de energía proveniente de fuentes renovables, que esté subsidiando los vehículos eléctricos y financiando infraestructuras de carga, que haya aprobado una de las leyes sobre aborto más permisivas del país o que haya declarado a Minnesota como refugio trans prohibiendo las terapias de conversión.

Decía que eso es lo que se considera izquierda en EEUU porque en Europa alguien como Tim Walz se encuadraría dentro de un partido de centro-derecha. El eje del debate en EEUU está mucho más corrido a la derecha que en buena parte de Europa. Algo similar le sucede a Kamala Harris, a quien los republicanos sitúan en la izquierda, pero que en Europa gusta a muchos políticos de centro y de derecha. Ahí tenemos el caso de Cuca Gamarra en España, que hace unas semanas concedió una entrevista al diario El Mundo y se alegraba por la elección de Harris como candidata.

El hecho innegable es que, más allá del nombre, Kamala Harris es una gran desconocida para la mayoría de los votantes. Los demócratas quieren que siga siendo así con la esperanza de que evite el mayor número de entrevistas posible. La campaña para ella va a ser cortísima, de apenas cien días, por lo que tratará de no hacer declaraciones comprometidas que empujen voto hacia Trump. Pero su elección de compañero de fórmula es su primera decisión a nivel presidencial y confirma las opiniones que expresó en 2019 cuando se postuló a la Casa Blanca como demócrata de izquierda. La elección de Walz sugiere que la verdadera Kamala Harris es la de hace cinco años.

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