Se acerca la Lotería de Navidad, y qué mejor para comprar un buen número que conocer la historia de Stefan Mandel, el hombre que la ganó 14 veces.
En total, se llevó no solo el gordo de 27.036.142 dólares (23.858.719 euros), sino también seis segundos premios, 132 terceros premios y 135 menores, todo ello con un valor de 900.000 dólares (794.227 euros).
Lo que se descubrió posteriormente es todo el entramado que había desarrollado Mandel, en el que se vieron involucrados miles de inversores de todo el mundo, decenas de sistemas informáticos complejos y un socio con el que había planeado toda la operación.
No llegaba a fin de mes
Para entender esta historia primero hay que conocer al protagonista. Stefan Mandel era, en 1960, un joven economista que, como todos, solo luchaba por llegar a fin de mes.
Vivía en Rumania, que en ese momento estaba bajo un régimen comunista marcado por la pobreza, la escasez de empleos y alimentos, y la profunda miseria. El salario de Mandel no le llegaba para mantener a su familia (mujer y dos hijos), así que necesitaba ganar dinero rápidamente. Y optó por intentarlo con la Lotería.
A Mandel se le daban bien los números, así que comenzó a dedicar cada minuto que tenía libre, durante dos años, a analizar y estudiar todas las teorías escritas por el matemático del siglo XIII Leonardo Fibonacci. Tras este periodo, creó un algoritmo de selección de números.
"Soy un matemático de fin de semana, un contable sin demasiados estudios, pero las matemáticas, aplicadas correctamente, pueden garantizar una fortuna", dijo posteriormente en una revista rumana, recoge 'The Hustle'.
Usando el algoritmo, Mandel se dio cuenta de que podía predecir con precisión cinco de los seis números ganadores, reduciendo el número de combinaciones en una lotería de millones a solo miles.
Pidió ayuda a amigos y conocidos, y decidió comprar grandes bloques de billetes de lotería con las combinaciones que habían resultado de su fórmula.
Y le funcionó: ganó el primer premio. Con el dinero restante, tras deducir gastos, huyó de Rumanía.
Más tarde, y después de estar viajando durante cuatro años por Europa, Mandel se instaló en Australia, donde volvió a probar suerte con la Lotería. Tras investigar un poco, el economista se percató de que en ciertas administraciones el número total de posibles combinaciones de billetes era significativamente menor que el primer premio.
Buscando cómplices
En los próximos años, Maldel siguió trabajando como agente de seguros, pero mientras tanto creó una red de contactos a través de la cual convenció a cientos de inversores de todo el mundo para que pusiesen capital y crearan un "sindicato de lotería". Luego desarrolló un sistema de automatización completo: una sala llena de impresoras y equipos que funcionaban a partir de un algoritmo.
A lo largo de la década de 1980, el sindicato de Mandel compró miles de billetes, y logró ganar 12 primeros premios y 400.000 pequeños en Australia y Reino Unido.
No obstante, las ganancias fueron bastante modestas: 1,3 millones de dólares (1,1 millones de euros), así que el sindicato se fijó un reto mucho mayor.
Crea una organización
Con los beneficios, Mandel comenzó a reclutar a gente por todo Estados Unidos. Creó un fideicomiso denominado International Lotto Fund (ILF) y convenció a 2.524 inversores para que pusieran al menos 3.000 dólares cada uno. Con ello, recaudó más de 9 millones de dólares (7,9 millones de euros).
En un almacén de Melbourne, durante tres meses, instaló 30 ordenadores y 12 impresoras, y contrató a 16 empleados para imprimir billetes de Lotería, previamente rellenados con cada combinación.
Cabe destacar que en América los billetes pueden imprimirse legalmente en casa, pero se deben llevar a un minorista de Lotería autorizado en los Estados Unidos, que cobra a dólar por billete y los procesa. Llegar a una estación de servicio con 7 millones de boletos y un montón de dinero en efectivo no era una opción.
Más tarde, firmó un acuerdo con la empresa de contabilidad Lowe Lippmann, hizo acuerdos con minoristas y se buscó un socio: Anithalee Alex, exparacaidista dedicado entonces al negocio del petróleo.
La avaricia rompe el saco
Ya en 1992, Mandel y Alex consiguieron convencer a sus inversores para que cada uno de ellos comprase un billete de la Lotería de Virginia, cuyo gordo era de 27 millones de dólares (23,8 millones de euros).
Imprimieron todos los boletos en Australia y pagaron 60.000 dólares para enviarlos a Estados Unidos. Cada billete les costó un dólar, y había más de siete millones de combinaciones. Y, claro, les acabó tocando el premio gordo.
Tras todo ello, Mandel y su socio fueron investigados por el FBI y la CIA, pero no pudieron hacer nada contra ellos porque se declararon en bancarrota tres años después, en el 95.
Pero, ya se sabe: la avaricia rompe el saco. Posteriormente, nuestro protagonista volvió a intentarlo en Israel, donde le pillaron y le metieron en la cárcel 20 meses por un delito de fraude. Al salir de prisión, se mudó a la isla de Vanuatu (Australia), donde reside actualmente.
Anithalee Alex, su socio, también dejó el negocio. Vive en Illionis, donde lleva un vida bastante normal y tranquila.
Mandel nunca reveló su algoritmo, pero la legislación de EEUU se acuerda de él: desde entonces han aprobado numerosas leyes que impiden reproducir la estrategia de Mandel. Una pena.