Ya está aquí la sublimación del fútbol moderno. Miren que tenemos que tragar con cuestiones deplorables en lo tocante a este deporte, pero lo último supera todo lo anterior. Parece ser que si algún milagro no lo remedia, en breve pasaremos a tener un Mundial de Fútbol, ese torneo de los torneos, esa maravilla, cada dos años y no cada cuatro como hasta ahora. ¿Por qué? Porque así se reparte más pasta. Todo sea por aumentar por el negocio. Nos cargamos las costumbres, los rituales y hasta los mitos futbolísticos. Y que se mueran los feos.
Los padres con hijos muy pequeños a veces perdemos la noción del tiempo. De repente pensamos que es un día cuando es otro. O las horas se vuelven más relativas de lo que dijo Einstein. Este lunes encontré en el AS este titular: "El fútbol mundial se parte en dos". Me llamó la atención y cuando empecé a consumir la noticia -sí, hoy consumimos la información más que leerla- pensé que estábamos a 28 de diciembre. Una inocentada, me dije. Pero no, era real como la vida misma.
Lo real aunque parezca irreal es que la FIFA ha presentado a las federaciones de todos los países un plan para que el Mundial sea bienal. Y la friolera de 165 de 211 apoyan esta demencia. O sea, el 78,2% está a favor. En contra, por suerte, están la UEFA y la CONMEBOL. Digo que es una suerte porque si Europa y Sudamérica no están de acuerdo, hay esperanza para que el citado milagro sea posible y se pueda evitar este sinsentido.
No se trata de un ataque de abuelo cebolleta con esa cantinela de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Porque no me negarán que buena parte de la magia del Mundial de Fútbol reside en gran medida en su periodicidad. Precisamente porque se juega solo cada cuatro años, porque hay que pelear mucho para clasificarse en cada continente, porque los jugadores no tienen tantas posibilidades de participar y porque los espectadores tampoco tenemos tantas opciones de asistir a uno de ellos, los Mundiales son tan especiales. Es la gran fiesta de este deporte. Un evento que, como casi todo lo bueno, está mitificado por su calidad pero también por su escasez. Igual que los Juegos Olímpicos para el atletismo y otras disciplinas.
Lo mejor del caso son las explicaciones del mismísimo presidente de la FIFA, Gianni Infantino, que justificaba que tantos países están a favor porque la periodicidad cada dos años "supone un mejor reparto del dinero del fútbol y, lo que es más importante, da respuesta a la demanda de emoción que reclaman los jóvenes, que dejarán este deporte si no les hacemos caso". Quizás ambas cosas sean verdad pero lo que hay que preguntarse es si es necesario cambiarlas o si no hay otra forma de mejorarlas.
En las explicaciones recogidas por el citado diario deportivo Infantino exponía que ahora mismo el 70% de los ingresos del fútbol son para la UEFA y el 30% para el resto. "Con la nueva propuesta el balance cambiará y pasará a ser del 40-60%, pero con la particularidad de que la UEFA recibirá dos mil millones más. Es decir, que aunque baje su porcentaje, subirán sus ingresos".
Dirá Infantino y dirán quienes estén de acuerdo -federaciones, consultoras, fondos de inversión y otros tiburones- que básicamente con el Mundial cada dos años habrá más dinero para todos. Contarán que la oportunidad de negocio es impresionante. Venderán que hay que modernizarse para no perder el tren. Hablarán de derechos televisivos y otras zarandajas. No compro semejante mercancía. Se pongan como se pongan, si son cada dos años los Mundiales perderán todo ese esplendor que nos enamoró sin remedio. El fútbol, a veces, se parece demasiado a la vida.