Aún no se había estrenado, y ya daba de qué hablar. No es para menos. En la España de los balcones y a las puertas de la exhumación de Franco, Mientras dure la guerra, la nueva película de Alejandro Amenábar, dará para más de una polémica. En ella, el cineasta aborda los primeros tres meses de la contienda de 1936. Lo hace con una mirada sobria que renuncia a los maniqueísmos y la catequesis guerracivilista. "En general, no me muevo entre extremos. La complejidad me parece inspiradora", asegura el cineasta en una entrevista que tiene lugar en una sala de proyección, cuando faltan apenas unos días para el estreno de Mientras dure la guerra.
A la pregunta sobre por qué ha decidido asumir temas tan complejos como la Guerra Civil, la bandera, la identidad o el himno de España, Alejandro Amenábar va directo al grano: “Puedo contestar, al menos por mí, que quería generar una parte de ese espacio en común que hace falta en España para conversar las cosas. Me gusta sentir que los españoles pueden discutir sin pegarse tiros. Y eso me llevó a preguntarme cómo habría actuado yo en la época de Unamuno”. Y agrega, acaso con la intención de dejar claras las cosas, que en esta película la relación de los españoles con su identidad es central. Y se nota.
"En general, no me muevo entre extremos. La complejidad me parece inspiradora"
Ambientada en Salamanca, Mientras dure la guerra describe los meses del verano de 1936. Todo comienza cuando el escritor y pensador Miguel de Unamuno (interpretado por Karra Errejalde) apoya públicamente la rebelión militar contra el gobierno de la Segunda República, de la que el vasco había sido diputado en 1931, y de la que se sentía profundamente decepcionado. Destituido tras su pronunciamiento a favor del alzamiento, no tardan los nacionales en restablecerlo al frente de la universidad salmantina. Es ahí cuando comienza el calvario del escritor.
La deriva sangrienta de la guerra, la pronta detención de sus amigos más cercanos, las purgas internas en la universidad y las desapariciones forzadas llevan a Unamuno a una conclusión: los nacionales no pretenden restituir el orden, sólo imponer el suyo. Ese Unamuno acorralado, que se ve obligado incluso a visitar al general Franco y a su mujer Carmen Polo para interceder por otros, es del que se vale Amenábar para contar el lado más contradictorio del escritor, quien se debate entre el silencio y la toma de posición.
Para alguien que había presenciado hechos decisivos como las guerras carlistas, cuyo asedio a Bilbao él vivió, y que fue desterrado por Alfonso XIII y Primo de Rivera, callar en un momento como aquel resultaba imposible y es justo el peso vital de ese episodio lo que el espectador percibe en esta película. "Unamuno lo cuestionaba todo, incluso hasta lo que él mismo había promovido. Esas semanas, encerrado en su casa, vemos a un Unamuno acorralado, que da entrevistas y despotrica, pero que no se atreve a dar la cara. Por eso es tan importante su gesto en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Es lo que da sentido a su biografía, lo que indica su coherencia”.
“Unamuno lo cuestionaba todo, incluso hasta lo que él mismo había promovido. En esas semanas vemos a un Unamuno acorralado"
Construida a partir de una violencia sugerida, Mientras dure la guerra desmitifica algunos episodios históricos y relativiza otros: desde la propia concepción de la bandera o el himno —en una escena cantan los nacionales inventándose cada uno su propia versión— hasta la naturaleza de algunas figuras del bando nacional, una de ellas la del fundador de la Legión, José Millán Astray (Eduard Fernández), general mutilado en batalla y explosivo propagandista, con quien Unamuno sostuvo el 12 de octubre de 1936 la conocida discusión en el paraninfo.
"Este hombre es un volcán, un terremoto. Alguien que creó la Legión de la nada, que consiguió enrolar y encausar la vida de muchos de aquellos hombres, y que se hizo muy amigo de Franco. Mostrar esa parte suya no implica esconder el lado brutal y exaltado de su personalidad", plantea Amenábar, quien contó para esta película con el apoyo y la colaboración de la familia de Unamuno. "Ellos leyeron el guion y fueron respetuosos, aunque dada la propia controversia que generaba y genera a día de hoy el personaje, hay puntos sobre los que no existe unanimidad: uno de ellos es si donó o no a los sublevados 5.000 pesetas".
“Franco era un hombre muy intuitivo e instintivo, astuto, y a ratos o en determinadas áreas, de una enorme simpleza"
También la figura de Francisco Franco se presenta de otra forma. El jefe de los nacionales, que se ha trasladado a Salamanca con la intención de sumar tropas y hacerse con el mando único, se revela ante el espectador como un ser limitado, de una llaneza abrumadora, y que se abre paso casi de forma intuitiva y guiado por su hermano, que consigue su nombramiento como jefe del Estado por medio de argucias. De ahí el título del filme, que se desprende de la frase con la que el documento militar de la junta delimita las funciones de Franco “mientras dure la guerra”.
A partir de esa imagen, Amenábar planta al lector ante la primera gran contradicción: ¿cómo un hombre que no era ni siquiera respetado por los suyos llega a gobernar España durante décadas? “Franco era un hombre muy intuitivo e instintivo, astuto, y a ratos o en determinadas áreas, de una enorme simpleza. Sin embargo, esa llanura no le impedía gobernar España. Resulta interesante esta figura que no infundía demasiado respeto entre los suyos. Lo llamaban Franquito el cuquito. Lo realmente importante es ver cómo este tío consigue auto coronarse como emperador de España”.
Muerte a los intelectuales
Un episodio vertebra Mientras dure la guerra: la intervención de Miguel Unamuno el día el 12 de octubre de 1936, episodio durante el cual se produce el enfrentamiento con Millán Astray. Sobre la verdadera naturaleza de las palabras que colocaron a Unamuno como emblema de las libertades frente a la dictadura son complicadas. Todo cuanto Unamuno dijo aquel día lo escribió, a toda prisa, sobre un trozo de papel que se esfumó con el tiempo, de ahí que proliferen una serie de versiones, algunas de ellas hiperbólicas, que plantaron a Amenábar ante la complicada tarea de buscar la versión más fiel.
“No es la primera película basada en hechos reales que hago. Creo que hay que ser fiel al espíritu de lo que pasó y de los personajes que protagonizaron ese hecho. Acotar lo que se dijo y lo que no se dijo en ese episodio en la Universidad de Salamanca es complicado. Implica casi una labor detectivesca”, plantea el cineasta. “Hay quienes aseguran que la frase de Astray fue ‘mueran los intelectuales’. Está el testimonio de José María Pemán, que era poeta del bando nacional en ese momento, y quien lo corrige al añadir ‘mueran los intelectuales traidores’. Mi opción fue no incluir la frase que dramáticamente genera más fuerza y ajustarme a la realidad”.