Política y profesora, Alicia Delibes fue diputada de la Comunidad de Madrid entre 2007 y 2015, años en los que también ejerció como viceconsejera de Educación. Licenciada en matemáticas, en su juventud simpatizó con el anarquismo y el maoísmo, así que conoce bien el marco mental de la extrema izquierda europea. Poco a poco fue virando hacia el liberalismo y terminó militando en el Partido Popular. Ahora publica El suicidio de Occidente (Encuentro), donde denuncia el sistema educativo actual: “Nuestros niños salen de las escuelas con graves deficiencias en comprensión lectora, muchos razonan sin discernimiento y pasan de curso sin haber aprobado. Se les nota aburridos y sin rumbo, buscando sentido en un sistema que dice que la educación de las emociones lo es todo”, lamenta.
Pregunta. Sitúa el comienzo del suicidio de Occidente en algunos enfoques educativos de la Revolución Francesa.
Respuesta. Fue en la Revolución Francesa donde por primera vez se planteó la obligación del Estado de proporcionar a toda la población un mínimo de instrucción. Y fue Nicolas de Condorcet, personaje poco conocido en España, el elegido para presidir el comité que debía encargarse de elaborar un proyecto de organización de la enseñanza pública. En las primeras reuniones de trabajo de aquel comité se planteó un problema que continúa siendo hoy tema de discusión: ¿debe ponerse en manos del Estado la educación completa del ciudadano o solamente su instrucción, como proponía Condorcet?
Cuando Condorcet cayó en desgracia y se ordenó su detención, Robespierre sacó a relucir una propuesta alternativa de los jacobinos más radicales para los que el Estado debía ocuparse de la completa formación del individuo pues sólo así se podría crear un “hombre nuevo”. Desde entonces en el fondo de toda discusión educativa siempre aparece el mismo debate político: ¿cuál es la responsabilidad del Estado y cuál la de la familia en la educación de los niños?
Aunque el modelo de Condorcet inspiró la organización de la enseñanza en gran parte de Europa durante más de un siglo y medio, a principios del siglo XX surgieron pedagogías alternativas inspiradas en el Emilio de Rousseau.
P. ¿Cuándo se acelera ese proceso para conseguir llegar a nuestros días?
R. Como explicó maravillosamente bien Hannah Arendt en una conferencia pronunciada en Alemania en 1958, a principios del siglo XX la llamada Nueva Pedagogía, que en Europa había impulsado la creación de algunas escuelas privadas, tuvo en Estados Unidos una acogida tan extraordinaria que, de un día para otro, se llevó por delante todos los métodos tradicionales de enseñanza. Así fue como se creó el movimiento de educación progresista alimentado fundamentalmente por John Dewey.
En 1952 muere Dewey e inmediatamente comienzan las críticas que dieron motivo a Hannah Arendt para hablar de una crisis de la educación norteamericana. Arendt viaja a Alemania y allí denuncia la situación de la educación en EE.UU. porque quiere prevenir del peligro de que esa crisis se traslade a todo el mundo occidental. Diez años después de aquella conferencia, se iba a cumplir la profecía de Hannah Arendt. Mayo del 68 provocó el traslado a Europa occidental del proceso de destrucción del modelo tradicional de enseñanza.
P. ¿Por qué no se hizo caso a Arendt?
R. Lo dijo la propia Arendt: una crisis puede ser una oportunidad, pero cuando la crisis está basada en unos ciertos prejuicios (dogmas, diría yo), no sólo es muy difícil salir de ella, sino que la crisis puede convertirse en un desastre nacional. Ella señalaba unos prejuicios de tipo político (“igualitarismo”) y otros de tipo pedagógico (“pedagogismo”) que continúan impidiendo que se tomen ciertas medidas que sin duda mejorarían los resultados del aprendizaje de los alumnos.
Para salir de la crisis que atraviesa la educación española la estrategia es muy simple: currículos claros y pruebas de control
P. Tampoco se ha atendido a otros intelectuales que lo vieron claro, como Raymond Aron y Roger Scruton.
R. Raymond Aron y Scruton tuvieron en contra a la mayoría de los intelectuales de izquierdas de su tiempo, sobre todo en lo que a la educación se refiere. La hegemonía pedagógica desde hace muchos años pertenece a la izquierda. En el mundo educativo, los intelectuales conservadores o liberales tienen poco interés y ninguna credibilidad.
P. Señala cierta complicidad de algunos sectores del profesorado con este desmantelamiento de la educación tradicional.
R. Como bien indicó Jean François Revel en el capítulo “La traición de los profes” de su libro El conocimiento inútil, a partir de Mayo del 68, la simple transmisión de conocimientos se empezó a considerar reaccionaria porque llevaba a la detección de talentos, es decir, a crear desigualdades.
Los profesores sesentayochistas leyeron los libros del sociólogo Pierre Bourdieu, Los herederos y La reproducción y aceptaron la idea de que había que terminar con el modelo tradicional de escuela que había sido concebida para mantener los privilegios de la burguesía dominante. Y, de aquellos polvos, vienen estos lodos.
P. Ha declarado en alguna ocasión que no es muy optimista respecto a las soluciones para esta situación. Aun así, desde su experiencia institucional, ¿qué ejemplos de autores, proyectos académicos y estrategias ve más útiles para la resistencia?
R. Hace unos meses asistí a un seminario sobre educación organizado por la fundación Fedea. Los ponentes eran dos exsecretarios de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, del PP, y Alejandro Tiana, del PSOE, y el exministro de Educación de Portugal, Nuno Crato. Gomendio hizo un análisis muy completo de los resultados de PISA. Resulta que durante los años en los que Nuno Crato fue ministro, entre 2011 y 2015, Portugal había subido varios escalones en el ranking de la evaluación PISA. Cuando los asistentes preguntaron al ex ministro cuál había sido su “receta”, este contestó: “Es muy simple: currículos claros y pruebas externas”.
Después de mi experiencia en la Comunidad de Madrid, rubrico lo que dijo exministro portugués. Para salir de la crisis que atraviesa la educación española la estrategia es muy simple: currículos claros y pruebas de control.
Es decir, lo primero que habría que hacer es establecer con claridad qué es lo que los profesores deben enseñar y los alumnos aprender, y aprender a hacer, en cada una de las etapas del sistema educativo. Y, después, se deberían realizar pruebas externas individuales que permitieran comprobar la adquisición de esos conocimientos y destrezas establecidos.