Hablemos claro: asistir a un concierto de Andrés Calamaro no es un ritual, sino una fiesta y una lección de canción popular. No se acude para ser testigos de un legado histórico, como pasa con AC/DC, Metallica y los Rolling Stones. Calamaro y su banda en 2019 ofrecen cualquier cosa menos un concierto de autohomenaje. Más bien son la respuesta viviente ante aquel antiguo complejo que decía que el inglés es el idioma natural del rock and roll y que el castellano siempre iría a remolque de los artistas del imperio. Ahora nuestra ventaja está más clara que nunca: artistas como Imagine Dragons, Arcade Fire, Thirty Seconds To Mars -una o dos décadas más jóvenes- han llevado al género a sus mayores cotas de pobreza y pedantería expresiva mientras Andrés Calamaro (a sus 57 años) sigue sonando fluido, afilado y pletórico, cabalgando el mejor repertorio de la historia de nuestro rock. Verle siempre es una sorpresa por los pequeños cambios y decisiones de cada gira. Quizá por eso se agotaron las entradas a comienzos de mayo.
¿Cuándo quedó claro que estábamos ante un recital memorable? Diría que a la altura de “All U Needs Is Pop”, del legendario disco quíntuple ‘El Salmón’ (2000), que sonó arrebatadora y asfixiante. Hacía juego con el sofoco veraniego que envolvió el jardín botánico de la Complutense de Madrid. Esta canción, presuntamente menor, encierra todo su poder de contagio, frases que parecen elementales pero que en realidad son precisas y desarmantes. “Ella dijo ‘que te vaya bien’/ quiso decir ‘que te vaya mal’”, reza uno de los versos. El contraste encierra toda la amargura de una separación sentimental, el momento en que la sinceridad solo puede resultar dolorosa.
Calamaro tiene una gran baza en su temperamento juguetón. Lo mismo recurre a grabaciones del Che Guevara que a imitaciones de Jaime Urrutia o versiones exprés de Ramones
Ya no creo que quede nadie sea capaz de discutir que Calamaro es el mejor letrista de la canción popular actual. No por las florituras poéticas, sino por la capacidad para recrear estados de ánimo extremos con solo doce palabras. Calamaro es el poeta del desamparo, de las noches destempladas, de los dilemas vitales resueltos a deshoras. Por eso tantos oyentes conectan con él.
Autoayuda amorosa
Su último trabajo, ‘Cargar la suerte’, no es el mejor de carrera, pero él sabe introducirlo con oficio, medir las dosis y colocarlas donde tienen sentido. Su canción más sencilla lleva una procesión por dentro, como dice la letra de “Cuarteles de invierno”. Todas aguantan el tirón junto a himnos majestuosos como “La parte de adelante”, “Estadio Azteca” o la “Milonga del marinero y el capitán”. La cumbre de la noche -aquí no caben sorpresas- fue “Paloma”, crónica descarnada y manual de supervivencia para relaciones amorosas . “Mi vida fuimos a volar/ con un sólo paracaídas/ uno solo va a quedar /flotando a la deriva”, arranca la letra. “Paloma” también era el momento de éxtasis de ‘El Regreso’ (2005), la intensa gira de estadios donde compareció con Bersuit Bergarabat. Estamos ante un clásico mayúsculo que sigue sonando ardiente veinte años después de 'Honestidad Brutal', su disco más justamente aclamado.
https://youtube.com/watch?v=e-2UG6Cgvck
Calamaro tiene otra gran baza en su temperamento juguetón. Lo mismo recurre a grabaciones del Che Guevara que a imitaciones de Jaime Urrutia (Gabinete Caligari) o versiones exprés de “Somebody Put Somenthing In My Drink” (Ramones) o de "Can't Stand Losing You"(Th Police). Su invitado de honor fue Coque Malla, de los míticos Ronaldos. Participó en varios clásicos -“Tuyo siempre”, “Crímenes perfectos”, “Me estás atrapando otra vez”, "Flaca"- y la complicidad nunca degeneró en colegueo, sino en chute de adrenalina para un Calamaro centrado en cantar, parapetado tras el teclado o haciendo artes marciales rockeras por todo el escenario. Fue muy gracioso que después de la primera aparición Malla soltase una frase de felicidad cándida: "¿Me puedo quedar aquñi ya todo el rato'?". O algo muy parecido.
El resumen de la noche lo ofreció el propio Calamaro: “Paul McCartney dijo que la marihuana era como tomar una pastilla antes de tener dolor de cabeza”. La estrategia artística del argentino ha sido similar: escuchar vorazmente propuestas que le estimulaban, tan diversas como el free jazz, reggae, gangsta rap, Juan Gabriel, cumbia y lo que se tercie para acumular un infinito arsenal de recursos y soluciones que le sirvan para resucitar a la cultura rock de entre sus carencias y estreotipos. Ahora mismo el género anda medio muerto, pero Calamaro siempre encuentra un remedio en el botiquín. Muchas veces antes de que sepamos qué nos duele.