Hace tiempo que Antonio Carmona (Granada, 1965) es un icono musical reconocible, tanto por su trabajo con Ketama como por su etapa en solitario. Además acaba de renovar su aura de modernidad gracias a la colaboración con C. Tangana. No solo le quieren los aficionados a la música, sino que también le reclaman las marcas, por eso lleva tres años siendo embajador de Citröen y lo celebra invitando a media docena de periodistas a una comida/entrevista en el lujoso Hotel Santo Mauro de Madrid. “Me siento cómodo asociándome a los coches porque se usan mucho en las giras, además de ser un espacio donde suena música”, explica a Vozpópuli. Tiene tantos proyectos en marcha que no puede pasar de hablar: “Parece que me he tragado a Pedro Piqueras y os estoy dando el telediario”, bromea. Le gusta el nuevo C5X porque “es híbrido, como mi música”. Aquí resumimos lo más interesante que compartió con nosotros:
Así percibe el artista su aportación a nuestro pop: “Desde los catorce años soy un buen comodín. Tú me pones a tocar con un grupo de música escocesa y yo encuentro mi sitio y sigue siendo música escocesa, pero con un gitano ahí. Como te digo escocesa te puedo decir africana o te puedo decir hindú, aunqueen esta última ya habría más problemas para adivinar quién es el indio y quién el flamenco. Pero tengo mi visión y me defiendo, gracias a lo que me enseño mi padre, Juan Carmona Habichuela”, celebra.
A su veterana edad, tiene una visión amplia de las necesidades del gremio: “Algo que hace falta en España es un canal temático de flamenco en televisión. Cuando llegas a México, enciendes la tele del hotel y tienen una cadena donde muestran la creatividad musical de allí. En España llegan los visitantes a los hoteles y eso no lo encuentran, aunque también tenemos a nuestro Charlie Parker y nuestros Nina Simone que son Camarón, La Niña de Los Peines, Paco de Lucía y todos los flamencos que nos han hecho musicalmente muy grandes”, propone.
Es consciente de que viene de muy abajo: “Los flamencos en España nunca se han podido comprar una casa trabajando, había que pasarse un año en un tablao de Japón para reunir el dinero de la entrada. Es impresionante ir allí y ver a los japoneses todo repeinados, copiando el estilo de las portadas de cantaores que les gustan. Pero no son solo ellos: cuando vienen Madonna y Lenny Kravitz a España lo que piden por la noche es escuchar a los flamencos”. A pesar de la centralidad del flamenco, sabe que muchos gitanos lo pasan mal, por eso colabora en la iniciativa Duende para todos, vinculada a diversos comedores sociales.
Carmona y las raíces del flamenco
¿En qué anda metido ahora mismo Antonio Carmona? “Tengo varios proyectos a la vez: un álbum en directo, otro disco de estudio que ha hecho en la pandemia y otro proyecto muy bonito que me va a llevar por toda Europa que es grabar a todos los gitanos del continente: de Francia, de Rumanía o de donde sea. Seguramente será un documental. En Europa me encuentro a músicos gitanos que no conocieron a sus abuelos o incluso a sus padres. El nazismo acabó con sus raíces. También me siento vinculado al pueblo judío por muchas cosas, entre otras por el apellido Carmona, que es judío”, destaca.
Desde los catorce años, Paco de Lucía estaba metido en una habitación estudiando, no socializaba. Y con Camarón pasó algo parecido.
Agradece especialmente a su carrera haberle puesto en contacto con las grandes figuras del género: “Camarón y Paco de Lucía eran muy reservados. Más incluso Camarón, que había días en que ni hablaba. Son artistas que han pasado mucha soledad estudiando el flamenco en su casa. Paco de Lucía, desde los catorce años, estaba metido en una habitación estudiando, no socializaba. Y con Camarón pasó algo parecido. Paco Lucía y Camarón son las dos columnas del flamenco de mi generación: supieron llevar el flamenco puro a la gente más joven, aunque fueron muy criticados. Formaron la mejor pareja musical que ha habido nunca, o al menos en las últimas décadas", señala.
Otro de sus pilares está en la familia Flores. “Tengo muchos vínculos con ellos, más de los que os podéis imaginar. Por ejemplo la hija del Pescaílla, Toñi, está casada con el hermano pequeño de mi padre. En esa boda es la primera vez que vi a los Flores, la primera de muchas fiestas. La sala Caracol de Madrid se inauguró con la Niña de los Peines y Lola pasaba mucho tiempo en Caracol. El Pescaílla era un transgresor que cantaba ‘Strangers In The Night’ sin saber inglés y tú te comías la canción porque seguía sonando preciosa”, comparte. “La boda de Lolita fue tremenda: la pobre acabó con las mejillas erosionadas de tanto dar besos. Lo mejor de estar con Lola es que venían a verla el alcalde y justo detrás en la fila llegaba la Petróleo, unas de esas travestis que la adoraban”, recuerda.
En la mesa empiezan a circular anécdotas sobre lo abierta que era Lola Flores en las entrevistas y como pidió a algún ejecutivo discográfico que le llevara un cheque al bingo del club Canoe. “Era una mujer imprevisible: recuerdo una noche a las cinco de la mañana en una discoteca que me pidió que le tocara las piernas. Le dije que no era buena idea porque yo era amigo de su hijo y de su marido”, concluye Carmona mientras llega el postre.