Cultura

No desdeñan el mercado, tampoco se mueren por él

Comenzaron en Madrid en 2012, en el número 11 de la calle Doctor Fourquet. En Cáceres tenían ya un año. Se trata de Casa sin fin, que cree más en la provocación que la consolación, dice uno de sus directores Julián Rodríguez.

  • Montaje de Joan Foncuberta en el espacio madrileño de Casa Sin Fin, C/ Doctor Fourquet, 11.

Para tener cuatro paredes, Casa sin fin es bastante pretenciosa. No quieren límites, vigas ni diques. Lo quieren todo. Abierta en 2012 en la calle Doctor Fourquet, el nuevo Chelsea madrileño, esta galería se ocupa de todo excepto de las fiebres del mercado y la competencia. Están demasiado ocupados pensando, dicen ellos.

A juzgar por los resultados y su intensa actividad expositiva, Casa sin fin no miente ni desilusiona. Cuenta con algunos de los artistas más interesantes de la actualidad: Pedro G. Romero, Jorge Ribalta, Javier Codesal, Joan Fontcuberta, Álvaro Perdices, Eva Lootz o el portugués Jorge Molder y explora también el trabajo de nombres jóvenes como Miguel Brieva o Marta de Gonzalo y Publio Pérez Prieto. Miran a todos lados: el pasado, el futuro, hacia Europa del Este, América Latina. Buscan conexiones. Lo quieren todo. Y han ido a buscarlo.

Su director Julián Rodríguez, también responsable de la editorial independiente Periférica, habla del proyecto como un todo. No quieren complacencia; ni para ellos ni los coleccionistas. Creen más en la provocación que la consolación. Y han venido a demostrarlo.

-Casa Sin Fin, como nombre, está ligado (entiendo) a Friedrick Kiesler y su Endless House. ¿Qué pretendéis?

-Es una galería que trata no sólo de "exponer" (en sus dos espacios, el de Cáceres y Madrid), sino de ampliar su campo de actuación más allá mediante publicaciones, coediciones, intervenciones de distinto signo.

-¿La literatura es el complemento del arte; el arte complementa a la literatura? ¿O todo a la vez?

-No hay distinción. Trabajamos sin hacer campos separados. Somos "okupas" en ambos sectores: una editorial periférica y una galería también periférica. Y nuestra mirada es, así... o, mejor, está así "descentralizada". Investigamos sobre el contracanon más que sobre el canon, sobre cualquier forma de canon. Y somos exigentes tanto en lo literario como en lo artístico. Además, "proponemos", es decir, creemos más en la "provocación" que en la "consolación".

-En tiempos de crisis, la afirmación peca de romántica o pretenciosa. El sector está muy tocado.

-No somos victimistas, sino gramscianos, es decir, pesimistas en al análisis, pero optimistas para la acción. El nuestro es (perdón) un proyecto intelectual, por qué no decirlo así. Un proyecto que ha tenido la suerte de contar con el apoyo de quienes comprenden que el arte de este tiempo es, como este tiempo, un territorio de incertidumbre pero también para la reflexión y, por qué no, para la “emoción”. Ésa que Bataille le reclamaba a Breton al despedirse casi: emoción del cuerpo y de los residuos del cuerpo, entendiendo que las ideas también son residuo.

-Trabajáis con artistas como Pedro G. Romero, Jorge Ribalta, Javier Codesal, Muntadas, Fontcuberta. ¿Qué línea o qué propuesta puede entenderse de los artistas que exhibe Casa sin fin?

-Como puedes ver por esa lista varios de ellos son, además, ensayistas o poetas o han teorizado todos. Es bien sabido lo que han aportado al debate sobre fotografía contemporánea los ensayos de Fontcuberta o Ribalta, por ejemplo. Y las obras de Romero o Codesal se "entienden" mucho mejor si conocemos también sus textos. Está claro, además, que los artistas con los que tenemos la suerte de trabajar tienen (todo ellos) una raíz, por así decirlo, simplificando, "conceptual" evidente.

-Existe, además de la galería, la relación con la editorial Periférica, lo cual aporta un componente de investigación, pensamiento, divulgación.

-Entendemos que una galería es, ahora, sobre todo ha de ser ahora, una editorial, esto es, un  “emisor” que edita (piensa, fija, cuida, y esto es clave; es, sin duda, fundamental) y luego publica (hace público “algo”). Ambas, galería, editorial, son proyectos hermanos. Periférica la puse en marcha junto a Paca Flores; Casa sin fin junto a Juan Luis López Espada. Ambas son dos personas fundamentales en mi vida, muy queridos.

-Habéis dicho que Casa sin fin aparecía con la intención de luchar contra el adormecimiento. ¿Qué os hace a vosotros diferentes del resto?

-No desdeñamos el mercado, pero no queremos morir por el mercado, es decir, programamos y pensamos siempre al margen del mercado. No desdeñamos la idea de colección: al fin y al cabo somos benjaminianos (ser coleccionista puede ser, en ocasiones, “un gesto filosófico”), pero no nos debemos al gusto de los coleccionistas, sino a una idea de Patrimonio que sí puede ir en mayúscula, ligada quizá a Sociedad Civil. Quiero decir con esto que un país como España, un estado como éste, necesita un Patrimonio construido desde un lugar no siempre “administrativo”. No desdeñamos al coleccionista que comprende que una obra de arte no es un simple objeto, sino, como dijera Grosz, una “bomba de ideas a punto de explotar”. Al que comprende que su compra financia (no desdeñemos tampoco este verbo) el trabajo del artista y su supervivencia. Y la de la galería como espacio cultural antes que como tienda de lujo.

-¿Sienten que actualmente existe un relevo generacional en el mapa de las galerías españolas?

-Seguramente lo haya debido a la jubilación (a causa de la edad de sus reponsables) de algunos proyectos... En Casa sin fin no pensamos demasiado en ello, he de confesar: más bien pensamos en otros asuntos, y en términos casi de buró político-emocional sobre las relaciones entre arte y vida, y no creemos en esa idea curatorial del “pronunciamiento cerrado” que tanto predicamento ha tenido los últimos años, tanto en galerías "clásicas" como en algunas de las más "nuevas", y hemos tratado de dejarlo claro en cada exposición. Al mismo tiempo, trabajamos sin pensar en ese mapa, que muchas veces "se desdibuja" y parece excesivamente complaciente: parece que algunas galerías sólo aspiran a ocupar el vacío dejado por otras en una suerte de escalafón... El clásico ya sabía que todo envejece, tarde o temprano (en realidad, siempre, "muy" temprano"), así que es mejor, creo, no pensar en términos generacionales sino de propuesta.

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