Cultura

No todo lo que brilla es novela negra. Diez clásicos lo confirman

Con el auge de la crisis económica, un grupo de autores echan mano del pliegue realista del "género negro" para debutar literariamente. Sin embargo, dónde termina la novela negra y dónde comienza el género policial. Diez clásicos, un Abc del género, pueden darnos algunas claves.

Sobre el género de la novela negra, o género negro como muchos suelen llamarle, existen grandes páginas de la literatura universal pero también  grandes flecos cuando se trata de entenderlo. Puede que sea, probablemente, uno de los más complejos y difíciles al momento de escribirlo y también uno de los más exquisitos al momento de leerlo. Los lectores más exigentes y cultos son, justamente, los lectores de novela negra.

Y quizás, justamente por eso, sea pertinente aclarar -o intentarlo al menos-  qué se llama exactamente novela negra.  Es, sin duda, una gruesa rama que comparte tronco, o mejor dicho, hace tronco con la novela policíaca clásica en la que el crimen e intriga son los ingredientes básicos para construir una estructura narrativa que puede ir hacia adelante, hacia atrás, hacer saltar una estructura o burlarla por completo. Un crimen ha ocurrido y debe ser resuelto; algo está por ocurrir, o una o más personas han sido o están por ser asesinadas. Ahí estará el detective para descubirirlo o impedirlo.

En ese esquema, aparentemente sencillo pero en el que muchos escritores se han dejado la vocación,  se mezcla un elemento prototípico del siglo en el cual esta novela eclosiona: la realidad social. Nunca una novela detectivesca  se hace inmune a la crítica y la denuncia social, por lo general muy acentuada, lo que hace además que ésta quede marcada por la personalidad de sus protagonistas en el desarrollo de una trama donde razonamiento y violencia se unen en un principio tan único como contradictorio. La novela negra se debe a la violencia tanto como a la propia reflexión sobre la misma: entender las causas sobre esa violencia no sólo cómo ocurrió el crimen sino porqué. No bastan las pistas sino a donde ellas llevan: de ahí su necesario y oscuro paisaje delectivesco, policial y por supuesto, su caracter de estampa social.

No necesariamente todo cuanto obedezca a una narrativa detectivesca o policíaca reúne las condiciones para ser una novela negra. Hay muchas que se quedan cortas. Si bien es cierto desde el siglo XIX existe una alargada sombra del género en la literatura, cada día se complica más determinar qué es o cuáles son, de todo lo que se publica, novela negra. Muchas pueden responder a la fórmula del detective, el asistente torpón, el repertorio de sospechosos o el confidente, y aún así quedrase en el aparato. Lo cual se hace peligroso en un momento en el que algunos iniciados echan mano del género sólo gracias a su dividendo realista.

Algunos citan a Edgar Allan Poe como padre del género con sus relatos Los asesinatos de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Roget (1842) y La carta robada (1849), que tienen como principal protagonista al detective aficionado Auguste Dupin. Sin embargo, cuando se le atribuye la paternidad sobre el género sobre cuál hablamos… ¿ el policiaco o al negro?  Para algunos críticos, hablar de novela negra  exige mencionar a dos grandes pioneros  Raymond Chandler, creador del detective Philip Marlowe, y de Dashiell Hammett, creador del detective Sam Spade. Pero... dónde dejamos a Sir Arthur Conan Doyle.

En Vozpópuli sabemos que toda recomendación –y más si se precia de ser numérica- es una temeridad. Casi un desatino. Sin embargo, y evitando las pretensiones, planteamos, de cara al fin de semana, un modesto Abc de la novela negra partiendo de un recorrido por las que podrían considerarse las diez novelas negras básicas. Se trata sin duda de un apresto que sirve más para distinguir que valorar, ya que en esta selección se quedan fuera autores esenciales para el disfrute del género que muchos echarán en falta como Andrea Camilleri  con su célebre Montalbano,  Patricia Highsmith con sus Extraños en un tren (1950), el Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán en sus Mares del Sur (1979) o El delantero centro fue asesinado al amanecer (1988).  Eso, sin contar también con la tradición de novela negra nórdica con exponentes como el matrimonio Maj Söwall y Per Wahlöö.

Los crimenes de la calle Morgue. Edgar Allan Poe. También suele encontrarse bajo el título Los asesinatos de la calle Morgue. No es una novela sino un relato corto, el primero de la trilogía protagonizada por el detective Monsieur C. Auguste Dupin, junto con El misterio de Marie Rogêt  y La carta robada. Está calificado por muchos como la primera obra de éste género. El texto fue publicado por primera vez en el año 1841 en la revista Graham’s Magazine, de Filadelfia. Para escribirlo, Poe se inspiró  en un caso real que el autor norteamericano explotó en una trama oscura y de corte macabro. La historia narra el  asesinato de dos mujeres, madre e hija, en un apartamento de una concurrida calle de París. Las primeras pesquisas que lleva a cabo la brigada de investigaciones no dan resultado alguno o al menos no arrojan pruebas de que el crimen haya sido cometido por un humano. Será el detective Monsieur Dupin, quien tras una quisquillosa investigación, resuelva el caso al dar con el paradero de un pirata maltés, quien le lleva directamente a la explicación del horrible crimen.

El sabueso de los Baskerville. Arthur Ignatius Conan Doyle.  También traducido como El perro de los Baskerville o El mastín de los Baskerville, es la tercera novela de Arthur Conan Doyle que tiene como protagonista principal a Sherlock Holmes, el detective asesor protagonista de 4 novelas y 56 relatos escritas por el británico. Su importancia llegó a ser tal, que existe un "canon holmesiano". Ésta fue publicada por entregas en el The Strand Magazine entre 1901 y 1902. Según los biórafos e investigadores, Conan Doyle se encontraba en Cromer (Norflok) charlando con un amigo cuando éste le habló de la leyenda del perro feroz y fantasmal de un páramo próximo a una prisión de Dartmoor, en el condado Oeste de Inglaterra. El escritor se entusiasmó con la historia y los dos viajaron al lugar. En ese mismo viajé nació el argumento del libro. El detective Sherlock Holmes, escoltado por el doctor Watson, acude a una antigua mansión para intentar resolver un misterioso crimen. Sobre los habitantes de la casa de los Baskerville pesa una terrible leyenda: un demonio, en forma de perro gigantesco, se les aparece cuando suena la hora de su muerte. La leyenda reaparece justo con la muerte inesperada de sir Charles, el último de los Baskerville que vivía en la antigua casa, y cobra vida con los aullidos que de tarde en tarde se escuchan en dirección a los pantanos de Grimpen. Pero no todo es sobrenatural y fantástico, aunque lo parezca, en las apariciones de semajante bestia, algo que Sir Conan Doyle explota y administra en el suspense y terror de la trama.

El halcón maltés, de Samuel Dashiell Hammett. En 1930 se publicaba esta novela protagonizada por Sam Spade, un detective de ficción, inflexible, irónico y duro, creado por el escritor estadounidense Dashiell Hammett. Una estatuilla con figura de halcón que los caballeros de la Orden de Malta regalaron al emperador Carlos V en 1530 ha sido objeto, durante más de cuatro siglos, de robos y extravíos. Cuando, tras mil peripecias, llega a la ciudad de San Francisco, un grupo de delincuentes trata de apoderarse de ella, lo que da lugar a conflictos, asesinatos y pasiones exacerbadas. A ello contribuye el detective Sam Spade mediante el empleo de la violencia más cruda y la creación de situaciones arriesgadas e imprevisibles, aunque siempre esclarecedoras.Esta novela de Dashiell Hammett dio origen a la película del mismo nombre realizada por John Huston en 1941, que fue protagonizada por Humphrey Bogart, Mary Astor y Peter Lorre.

El Cartero siempre llama dos veces, de  James M. Cain. Ha llegado a ser reconocida como una de las novelas criminales más importantes del Siglo XX, junto a otras como Cosecha Roja o El sueño eterno.Publicada en el año 1934, se trata de una novela corta (sus ediciones suelen tener entre 100 y 134 páginas), de acciones cortas y contundentes, narradas con un potente nerviosismo. La novela causó tanta fascinación como polémica. Fue prohibida por algunas autoridades en Estados Unidos por considerarla sórdida e inmoral, debido la mezcla de de violencia y sexo. En ella,  Frank, un hombre sin arraigo ni empleo, narra en primera persona la atracción que siente por Cora, la esposa de un emigrante de origen griego propietario de una fonda en California. Atraídos el uno por el otro, además de iniciar una relación, deciden, empujados por el deseo y la ambición, planear el asesinato del griego. Convencidos del éxito de su plan,  idean un “accidente” . Pero las cosas no son tan sencillas y no será tan fácil librarse del viejo marido. La cantidad de intereses y reveses golpea y debilita la confianza mutua de la pareja, que termina sumiéndose en una enloquecedora maraña de nervios. El título del libro encierra la clave del desenlace, en la que destino, oh fortuna, no escatima en avisos para anunciar su llegada. Para muchos críticos, la brevedad e inmediatez narrativa de El cartero siempre llama dos veces, impidió a James M. Cain profundizar en la crítica social que tanto Frank como Cora encarnan en el Estados Unidos posterior a la  Gran Depresión.

El largo adiós, de Raymond Chandler. The long goodbye fue publicada por Hamish Hamilton en Estados Unidos en 1953. Forma parte de la serie de libros protagonizada por el detective privado Philip Marlowe y está considerada una de las obras cumbres del género. En ella Philip Marlowe entabla una breve amistad con Terry Lennox, millonario y veterano de guerra. La frágil naturaleza existencial de Lennox hace que enseguida Marlowe sienta simpatía por él. Es por ello que le ayuda a llegar a la frontera, desde donde Lennox tiene la intención de recuperar su vida lejos del entorno de su acaudalada mujer. La cosa se complica cuando la esposa de aparece brutalmente asesinada en el domicilio conyugal. Marlowe se ve implicado como sospechoso y cómplice del crimen, pero está firmemente convencido de que Terry Lennox no tiene nada que ver en este sucio asunto.El largo adiós indaga en la realidad social de Los Ángeles, transformando a la ciudad en un personaje más de la novela. La “gente bien” de los buenos barrios, la delincuencia (más o menos) organizada de los barrios menos buenos, el funcionamiento de la ley y la justicia como extensión del poder. En ella, Chandler explora los débiles confines de las relaciones humanas, los diques entre amistad e interés, amor y codicia.

¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy. Publicada en el año 1932, en California, está considerada como un ejemplo de la novela negra. La Gran Depresión de los años treinta obligó a mucha gente a tomar medidas desesperadas para sobrevivir. Los concursos de resistencia de baile, que florecieron en aquella época, parecían una manera fácil de ganar dinero extra. En esta novela el lector asiste, hora tras hora, al escalofriante espectáculo que dan dos  bailarines. La historia cuenta la tragedia ocurrida durante uno de esos maratones de baile. Gloria, una de las participantes, cansada de buscar trabajo, pide a su compañero que la libere de su sufrimiento. Robert se apiadará de ella como si de un caballo herido se tratara."Me puse en pie. Por un instante vi nuevamente a Gloria sentada en aquel banco del muelle. El proyectil le había penetrado por un lado de la cabeza; ni siquiera manaba sangre de la herida. El fogonazo de la pistola iluminaba todavía su rostro. Todo fue de lo más sencillo.(...) Estaba muy equivocado. No sufrió. Estaba completamente relajada y tranquila y sonreía. Era la primera vez que la veía sonreír. ¿Cómo podía decir pues el fiscal que sufrió? Y no es verdad que careciera de amigos. Yo era su mejor amigo. Era su único amigo. Por tanto, ¿qué era eso de que no tenía amigos?", narra McCoy en la primera página de un libro en el que prima, por encima del crimen, la crítica social.

Diez negritos, de Agatha Christie.  Inicialmente, cuando se publicó en el año 1939, en Gran Bretaña, llevaba el título de Diez negritos. Posteriormente, se editó bajo el título de Y no quedó ninguno. En Estados Unidos se publicó con el título Diez inditos. Esta novela no está protagonizada por ninguno de los detectives habituales de Ágata Christie, Poirot y Miss Marple, entre otras cosas, porque no existe la figura del policía investigador. Diez personas reciben cartas firmadas por un desconocido Mr. Owen, que las invita a pasar unos días en la mansión que tiene en uno de los islotes de la costa de Devon. La primera noche, después de la cena, una voz los acusa, de ser culpables de un crimen. Lo que parece ser una broma macabra se convierte en una espantosa realidad cuando, uno por uno, los diez invitados son asesinados en un atmósfera de miedo y mutuas recriminaciones. La clave parece estar en una vieja canción infantil: ‘Diez negritos se fueron a cenar, uno se ahogó y quedaron nueve. Nueve negritos trasnocharon mucho, uno no despertó, y quedaron ocho…’.

1280 almas, de James Myers Thompson.  Está catalogada como un clásico de la novela negra. Fue publicada por primera vez en el año 1964. En 1280 almas el delincuente es el protagonista. Como sheriff de Potts County, una pequeña población rural de la América más profunda, Nick Corey dedica gran parte de su tiempo a comer, dormir y eludir los problemas que surgen en el pueblo. Su máximo deseo es que la gente lo deje en paz. Pero, ante la proximidad de las elecciones, Nick Corey ve que su permanencia en el cargo peligra y por ello decide poner remedio a la situación. La solución que adopta no es la que anhelan los 1.280 habitantes del pueblo, es decir, que ponga fin a su haraganería y corrupción, sino que más bien consiste en «limpiar» el pueblo. Empezará por un par de tipejos que tienen por costumbre mofarse de él y seguirá con unos cuantos habitantes más. La cuestión es apartar de su camino a las personas que más le incordian.

Asesinos sin rostro. Henning Mankell. Mankell es un escritor y dramaturgo sueco, nacido en el año 1948, reconocido internacionalmente por su serie de novela negra sobre el inspector de policía Kurt Wallander. Asesinos sin rostro, es la primera novela de esta serie y fue publicada por primera vez en el año 1991. En este histórico primer encuentro con sus lectores, el inspector Wallander debe resolver un caso casi tan complicado como su vida personal. Mientras procura desenmascarar a los despiadados asesinos de una anciana que ha muerto con la palabra “extranjero” en la boca antes de que los prejuicios raciales latentes en la comunidad desaten una ola de violencia vengadora, Wallander debe enfrentar el abandono de su esposa, la hostilidad de su hija, la demencia senil de su padre y hasta su propio deterioro. Detrás de los crímenes, Kurt Wallander debe enfrentarse a los cambios de una sociedad que entiende tan poco como los cambios de su propia vida. Racismo, xenofobia... un paisaje social de entramado mucho más complejo que el crimen que Wallander intenta desentrañar.

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