No me negarán ustedes que la cosa es provocar. En pleno siglo XXI y nos siguen endilgando leyendas negras. Pues no. Y si no, vean lo que a continuación les relato sobre el primero de los temas:
El proceso de Logroño seguido contra las llamadas brujas de Zugarramurdi a comienzos del siglo XVII, y su posterior y trágico desenlace nos obliga a ciertas reflexiones. En primer lugar, hay que tener en cuenta el contexto histórico sociocultural a ambos lados de los Pirineos. Las denuncias de brujería acaecidas en Zugarramurdi se magnificaron por la denuncia del abad de Urdax que fuerza la intervención de la Inquisición a través del Inquisidor Juan del Valle Alvarado, hombre inflexible que cree ciegamente en la existencia de brujas y considera deben ser castigadas de forma rigurosa. Para él la brujería era una forma de herejía y como tal debía de ser reprimida. Su celo y fanatismos son tales que llega a considerar sospechosas a 5.000 personas (prácticamente la totalidad de la población de ese valle), hace comparecer ante el tribunal a 1.500, acusa en firme a 300 de ellas, encarcela a 53 y finalmente hace condenar a la hoguera a 11, condena que solo se pudo ejecutar en el caso de 6 ya que las otras 5 habían fallecido durante el proceso.
Simultáneamente, al otro lado del Pirineo, el “tolerante” Enrique de Navarra, tolerante con su Edicto de Nantes, pero sólo en lo tocante a libertad religiosa, comete el error de encargar la erradicación de la brujería en el sudoeste francés a un hombre, Pierre de Lancre, que al responsabilizarse del encargo real se convierte en un exaltado enloquecido que llegó a afirmar que 3.000 de los 30.000 habitantes de Labourd estaban claramente identificados como brujos o brujas y llevó a la hoguera a un número indeterminado de naturales del país, número no inferior, según los historiadores más benevolentes con su figura, a 80 personas, y llegando hasta las 800 según los más críticos, hasta que para evitar males mayores, ya que estuvo a punto de provocar una revuelta trágica, fue promovido a un cargo superior en la corte de Francia y así terminó la pesadilla en la zona.
La situación socio cultural a un lado y al otro del Pirineo era de un atraso generalizado con unas estructuras sociales poco evolucionadas desde la Edad Media y si adicionamos a la ignorancia, las dificultades para la comunicación de quienes sólo hablaban vascuence y apenas cuatro palabras de castellano o de francés, nos encontramos con el caldo de cultivo ideal para la superstición, el ocultismo, y el miedo. Miedo al diablo, miedo a cuatro iluminados que se atribuían poderes sobrenaturales, miedo a los viejos señores, más en la parte francesa, y miedo en fin a la propia Inquisición.
El papel inquisidor
Ahora bien, en el proceso de Logroño, se observa una característica propia de la Inquisición española, y recalco, de la española: la forma seria y concienzuda de realizar la Instrucción del proceso (por cierto, la “ayudante” de Pierre de Lancre era una bruja arrepentida que afirmaba que podía decir quién era brujo solo con mirarle a los ojos. Llegó a acusar hasta a bebés). Así, cobra realce la imponente figura del burgalés Alonso de Salazar y Frías, uno de los tres inquisidores, junto a Juan del Valle Alvarado y Alonso Becerra Olguín, que intervinieron en el “Proceso de Logroño” que en contra de su dos compañeros no admitió la existencia de los actos de brujería y consideró que eran necesarias unas mayores pruebas, no aceptando la mayoría de los hechos denunciados o dando escaso valor a las declaraciones supuestamente testificales.
Posteriormente Alonso de Salazar y Frías, fue comisionado por la Suprema y recorrió durante una larga temporada los pueblos de la cuenca del río Ezcurra, los del valle del Baztán, las cinco villas y otros situados en el norte de Navarra, y a medida que fue observando los casos con seriedad y objetividad, su criterio fue perfilándose más, hasta que llegó a dar como falsas la mayoría de las actuaciones atribuidas a los brujos en aquel caso concreto, y en 31 de agosto de 1614 la Suprema dictará una instrucción acerca de los asuntos de brujería, en que se recogían casi todas las ideas de Salazar, siendo la consecuencia más significativa que nunca más hubiera en España un proceso sobre supuesta brujería.
La Inquisición es un invento francés, que en su primera tacada hizo una escabechina con los albigenses o cátaros (solo de los defensores de Montsegur, último bastión cátaro, quemó a 200 herejes) y se extendió por el mundo cristiano: Polonia, 1.000 ejecutados, Alemania, 2.500 ejecutados, Inglaterra, cientos de ejecuciones. Hasta los Norteamericanos se dedicaron a quemar brujas: solo en Salem, 19. Así que, señores del National Geographic, dejen de caer en los tópicos ancestrales y muestren un poco mas de cultura y ponderación.