Cultura

Cien años del PCE: memoria, mojitos y el ejemplo de Anguita

Asistir a la fiesta de centésimo cumpleaños del Partido Comunista de España puede ser una experiencia descolocante. Se celebra en el Auditorio Miguel Ríos de Rivas-Vaciamadrid, al que se accede

  • Imagen promocional del fiesta del PCe en Rivas

Asistir a la fiesta de centésimo cumpleaños del Partido Comunista de España puede ser una experiencia descolocante. Se celebra en el Auditorio Miguel Ríos de Rivas-Vaciamadrid, al que se accede por unas escaleras decoradas con la bandera palestina. Como explica desde el escenario el alcalde, Pedro del Cura Sánchez, el partido ha escogido este municipio porque Izquierda Unida lleva treinta años de mandato ininterrumpido. La huella de su larga victoria es evidente en rincones como la biblioteca municipal José Saramago, la estatura dedicada a Dolores Ibárruri “Pasionaria” y el auditorio Pilar Bardem. Un vistazo a la historia de esta ciudad (más de ochenta y cinco mil habitantes) nos habla de un tiempo donde los sindicatos eran capaces de fundar barrios enteros con sus cooperativas de vivienda. El resultado fue un núcleo urbano idílico, donde los precios se han disparado últimamente, en sintonía con su condición de séptimo municipio más rico de España.

Durante la tarde del sábado encontramos las carpas bullendo con mesas de debate. El rapero Toni Mejías presenta Hambre. Mi historia frente al espejo (Aguilar) sobre su experiencia con la anorexia, en una charla que deriva pronto hacia el aumento de enfermedades mentales traída por la crisis y la pandemia. Felipe Alcaraz habla sobre su libro Los pobres (Almuzara), donde explica que todo municipio tiene una cara oculta, la que no quiere ver el concejal de turismo, usando el ejemplo del Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). En la carpa de mayor capacidad el periodista Enric Juliana presenta Aquí no hemos venido a estudiar (Arpa), memoria de los presos políticos del franquismo y su infinita capacidad de disciplina. En la recta final, a modo de conclusión, Juliana anima a los asistentes a recuperar el legado de fraternidad del comunismo español: “Hay que recordar que el PCE fue quien hizo las primeras llamadas a la reconciliación nacional después de nuestra guerra civil, en fecha tan temprana como 1956, con las brasas de la contienda todavía quemando. La iglesia no empezó a hacer lo mismo hasta después del Concilio Vaticano II”, destaca, en contraste con la polarización actual.

¿De qué se habla entre las barras, toldos y sillas plegables? No sobran los corrillos optimistas: unos tienen que ver con el ascenso de Vox; otros tratan del inagotable poder de seducción del PSOE o discuten sobre el complicado momento de Cuba, donde el poscastrismo se enfrenta por primera vez a la oposición de sus clases populares. No hay mucha esperanza en ninguna de las conclusiones, pero algunos militantes recuerdan que la policía cubana no ha disparado nunca contra los manifestantes, algo que no pueden decir la mayoría de países del continente. El Rincón Cubano es siempre la carpa más animada, pero no se programan charlas sobre la espinosa situación social de la isla caribeña en 2021.

Cien años agitados

Los atuendos de la franja más joven de asistentes van desde las sudaderas soviéticas hasta las banderas republicanas españolas, pasando por un chaval que lleva estampado el nombre de Carrero Blanco sobre el logotipo de la NASA. En muchos momentos, flota la sensación de que la aspiración cultural del PCE se limita al reconocimiento de su derecho a existir, como cuando los raperos Los Chikos del Maíz gritan en el escenario “más alto: que nos escuchen Ayuso y Almeida”. Arrasan los recuerdos relacionados con Fidel Castro, seguramente el último referente de éxito político del movimiento en el ámbito de habla hispana. Nadie encuentra sexy lucir camisetas de Xi Jinping ni de Kim Jong-un, decisión colectiva que suena tranquilizadora. En el fondo, el comunismo mediterráneo es una rama particularmente civilizada del movimiento, por su larga trayectoria de cultura democrática, por la abundancia en sus filas de intelectuales capaces de debatir y porque no carga con grandes errores desde la II Guerra Mundia, ya que tampoco tuvo poder para cometerlos.

En el código de conducta tradicional de los comunistas no se puede entender que alguien ponga su carrera personal por encima de las necesidades del partido

Los cotilleos, cómo era de esperar, tienen que ver con la visita de Pablo Iglesias, que ha sufrido un intento de 'escrache' en su intervención, atajado en treinta segundos por los servicios de orden del partido. El exvicepresidente de Pedro Sánchez cuenta con muchos partidarios (que le gritan “Vuelve, vuelve”) pero también con numerosos detractores (que no le abuchean). Sigue manteniendo el prestigio entre las bases comunistas, aunque sea de un modo peculiar, que nos explica un ex 'alto cargo' cuarentón de Izquierda Unida, mientras saborea un mojito a las ocho de la tarde. “Algunos militantes del PCE culpan a Podemos de la caída del voto comunista en España, pero en realidad no detestan a Iglesias por su éxito, sino a Alberto Garzón por haberle entregado el partido sin apenas pedirle nada a cambio”, destaca.

Por los mentideros circula el rumor de que han pedido a Garzón presentarse por Unidas Podemos en las próximas elecciones andaluzas y que él está dando largas, ya que se encuentra muy cómodo al frente del ministerio de Consumo. “En el código de conducta tradicional de los comunistas no se puede entender que alguien ponga su carrera personal por encima de las necesidades del partido, eso es algo más típico de Podemos. A muchos les parece triste el perfil bajo que está teniendo Alberto desde su ministerio de juguete, que parece de Pin y Pon. Además sería la primera vez que alguien de Izquierda Unida encabeza la confluencia de unas autonómicas y eso es importante para el PCE”, añade.

Derrotas y debates

Uno de los actos más emotivos es el de recuerdo a Julio Anguita, referente indiscutible del PCE. Ha pasado a la historia como ejemplo de integridad, aunque su prestigio siempre estuvo por encima de su apoyo en las urnas (excepto en la ciudad de Córdoba, donde arrasaba). “Es algo parecido a lo que pasa aquí en Rivas: mucha gente confía en un candidato comunista para la gestión de asuntos de su municipio, pero ponerlos de presidentes de un territorio más grande se les hace cuesta arriba”, explica un militante de Podemos Asturias, desplazado para la fiesta. Otro ejemplo es la propia Rivas, fiel a su alcalde tres décadas pero que en las últimas elecciones se decantó por Ayuso, que fue la la lista más votada.

El Partido Comunista siempre ha estado en los conflictos, ‘donde queman las papas’, pero ahora lo encuentro fuera de juego", dice un joven albañil extremeño

El momento de mayor emoción del fin de semana es un vídeo recopilatorio de frases de Julio Anguita, desde su célebre “Soy comunista, a mucha honra” -pronunciado en un programa de televisión de máxima audiencia- hasta un discurso donde critica a los militantes que se autodenominan ecologistas o feministas sin tener propuestas concretas para el sistema energético o la igualdad de salarios. “Mira, Julio ya se olía que podía venir algo como Podemos”, dice a mi lado una señora con el pelo teñido de rojo, hablando con su amiga. La emoción de ver a Anguita y sus vídeos históricos dejan en el ambiente un regusto a gloria pasada, a la que no hay horizontes conocidos de regreso, que se sepa Si queremos optimismo, mejor volver la vista a la animada actividad de las casetas editoriales, que nos recuerda que uno de los mejores legados del comunismo reside en ser el movimiento político del siglo XX que más promovió la lectura en sus seguidores.

La media de edad de los asistentes es es elevada, con el sector más joven exhibiendo imagen de tribu urbana, la estética punki-okupa típica de festivales como el Viña Rock. El comunismo no está ya en el centro de los debates culturales, pero no falta recambio para los autores jubilados. Entre los que hablan estos días destacan el polémico ensayista Daniel Bernabé, el historiador asturiano Diego Díaz o la joven periodista y escritora Patricia Castro.

También tengo ocasión de hablar con militantes de a pie. "Llama la atención que no haya una sola mesa donde participen trabajadores metidos en algún conflicto laboral. El Partido Comunista siempre ha estado ‘donde queman las papas’, pero ahora lo encuentro un poco fuera de juego”, lamenta un albañil extremeño". En realidad hubo una, no muy grande, con representantes de los trabajadores de Nissan y Alcoa, pero tiene razón en que fue la excepción y en que la falta de grandes huelgas en los últimos años hace que el protagonismo recaiga en cuestiones históricas, culturales e identitarias.

“Lo que está claro es que vivimos un momento de derrota. Tampoco nos ha convencido del todo la programación musical, desde Silvio Rodríguez a Los Chikos del Maíz. Aunque soy fan de los dos, queda claro que los paradigmas estéticos del partido siguen anclados en géneros musicales de los años 60 y 80, lejos de las propuestas de este milenio”, añade su amigo editor, también por la treintena.

¿Por qué ser comunista?

Hagamos la pregunta final: ¿qué sentido tiene militar en el comunismo en 2021? El concepto apenas circula ya por la esfera pública, de no ser por la insistencia de Vox por inflarlo y convertirlo en su malvada némesis en toda la iberosfera. Me acerco a un viejo militante, profesor de universidad especializado en Geopolítica, que da la siguiente respuesta: “En 2011, cuando pásabamos el día hablando de Ocuppy Wall Street, las primaveras árabes y el 15-M, también parecía que el mundo no volvería jamás a confiar en una extrema derecha nacional, autoritaria y proteccionista, pero aquí la tenemos. Las ideas más radicales resucitan cuando menos te lo esperas”, recuerda.

De hecho, este mismo fin de semana, un candidato comunista ganó las elecciones al ayuntamiento de Graz, la segunda ciudad más grande de Austria. El último gran subidón tuvo lugar no hace tanto, en el año 2015, cuando el líder de Syriza Alexis Tspiras fue proclamado presidente de su país y parecía destinado a liderar una coalición antiausteridad en la Unión Europea. Mientras la vicepresidenta Yolanda Díaz clausuraba la fiesta del PCE con un discurso, el ministro socialista Escrivá -que comparte con ella gobierno de coalición- anunciaba que era partidario de un “cambio cultural” que nos llevase a jubilarnos a los 75 años, en vez de a los 67 ó 65. Parece que hay ministros del ala derecha del PSOE que manejan mejor a la lógica gramsciana y la revolución cultural maoísta que la cúpula de Unidas Podemos. Fue un fin de fiesta a la altura de los mejores fuegos artificiales.

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