Divorciada, alcohólica y en paro, Rachel se sube al tren dos veces al día y fantasea con la vida de las personas que observa a través de las ventanas, especialmente con una atractiva pareja que vive en la misma calle donde ella misma residía con su exmarido Tom (Justin Theroux). La pausa que hace delante de la casa de Megan (Haley Bennett) y Scott (Luke Evans) es su momento preferido del viaje hasta que descubre que sus vidas no son tan idílicas. 'La chica del tren' (The Girl on the Train) hace su primera parada en las salas de cine del país este viernes. Se trata de la esperada adaptación de la novela homónima de Paula Hawkins, una historia de misterio con una treintañera inestable como protagonista, que logró convencer a editores y productores en tiempo récord. De hecho, DreamWorks adquirió sus derechos antes de que fuese publicada en 2015 e, incluso, de que su autora tuviese del todo claro el final. Finalmente, la escritora británica, nacida en Zimbawe, vendió 15 millones de ejemplares, por lo que el thriller psicológico que llega este fin de semana a la gran pantalla tiene toda la maquinaria para triunfar, aunque existen algunas piezas que no terminan de encajar.
En la cinta dirigida por Tate Taylor (Criadas y señoras), Rachel (Emily Blunt) coge el tren en Westchester County para desplazarse a Manhattan rumbo a la estación Grand Central y no a London Euston como en el fenómeno literario, un cambio de localización que puede despistar a los fans del best seller. Así que, aunque la actriz principal es británica, haciendo un guiño a la novela original, no será en Londres donde se desarrolle esta película de suspense que articula los pensamientos de tres mujeres en torno a una misma historia. Mientras que el libro está contado en primera persona y en cada capítulo va rotando de narrador entre las tres protagonistas del libro, un método que invita a los lectores a comprender mejor a unos personajes un tanto inestables, en el caso del thriller los espectadores pasean por sus mentes gracias a la voz en off, pero sin lograr empatizar por completo, un recurso que resta velocidad a la trama.
Rachel (Emily Blunt) coge el tren para ir a Grand Central en Manhattan y no a London Euston como en la novela
Uno de los aciertos de la adaptación cinematográfica es el particular tratamiento de temas como la violencia machista o el abuso del alcohol, como teselas de un mosaico de pistas falsas. Cuando el espectador intuye quién es el culpable de la trama, empieza a sospechar de otro. Y luego de otro. Así hasta el final. Sin embargo, los saltos en el tiempo y la cantidad de personajes que aparecen en la historia también pueden llevar al despiste. Por otro lado, el filme tiene buena puntería a la hora de plasmar los cruces de miradas en los medios de trasporte, representados como espacios en los que los pasajeros, al final del día, deambulan imaginando las vidas de aquellos que se sientan enfrente.
Para cerrar el reparto, el director ha contado con rostros conocidos del celuloide y de series exitosas como Rebecca Ferguson (Misión Imposible: Nación secreta), Lisa Kudrow (Friends), Allison Janney (Mom) y Laura Prepon (Orange is the New Black). La chica del tren, publicada en España por Editorial Planeta, supuso un éxito arrollador en más de 40 países, con un total de 15 millones de ejemplares vendidos, un millón de ellos en lengua española. Además, permaneció 86 semanas en la lista de bestsellers del New York Times, 29 de ellas en el número uno, convirtiendo a Paula Hawkins en una escritora reconocida. Aunque la versión fílmica ha dividido a la crítica, los 24,5 millones de dólares recaudados en su estreno estadounidense hace dos semanas, unos 22,2 millones en euros, apuntan a que está lejos de descarrilar en la taquilla española.