Tenía 89 años. Había superado una guerra civil, un incendio devastador y un conflicto inmobiliario y sin embargo, la crisis económica logró con ella lo que no había conseguido ni una dictadura ni los estragos del tiempo: obligarla a cerrar. Esta semana, la librería Catalònia, emblemático local barcelonés en el número 3 de la Ronda de Sant Pere, creada en 1924, se vio obligada a cerrar asediada por la caída continua de sus ventas en un 40% desde 2009. Su inmenso local de 800 metros será ocupado ahora por un Mc Donalds.
Ésta no es, sin embargo, el único cierre, pero sí uno de los más dolorosos, por la antigüedad de la librería, donde solían reunirse en la década de los cincuenta personajes como Josep Pla, Just Cabot o Francesc Cambó. Otros emblemas del mundo del libro han echado el cierre: las catalanas Áncora y Delfín y la Librería General de Arte Martínez Pérez, en 2012, y de Ona, en 2010; también la madrileña librería Rumor, en Chamartín, que bajó la persiana en otoño de 2012 tras llevar abierta desde 1975. La biblioqueta y Tragaluz también cerraron sus puertas, mientras otras, como la catalana Robafaves se encuentran amenazadas con el fantasma permanente del cierre.
No son días buenos para libreros, tampoco para los amantes del libro como aquel antiguo objeto de culto. Si bien es cierto hay quienes afirman que las librerías no se acaban por la competencia digital, sí es cierto que los cambios en el modelo y en el consumo cultural, así como la consolidación de grandes cadenas y la aparición de nuevos patrones de lectura han entrado a modificar el mercado donde las antiguas librerías solían reinar. Ahora la competencia es dura y si a eso se suma una caída en el consumo, las circunstancias se agravan.
La depresión comienza desde el objeto en sí, el libro. Según datos del informe El sector del Libro en España 2011-2012, la facturación ha descendido un 4,1%, 2.772,3 millones de euros. También ha bajado el número de ejemplares publicados, con un total de 286,46 millones, un 5,3%. En los últimos años, ha habido un descenso progresivo de la tirada media, 1.345 ejemplares por título, la más baja de los últimos 10 años, un 22,4% menos que en 2010. La edición impresa se contrajo, como reflejo de la creciente apuesta por los formatos digitales, que aumentan en un 43% mientras que los impresos se reducen un 4,2%.
Eso refleja una parte del problema. Sin embargo, del lado del sector de los libreros, aparecen otros factores. Muchos de los libreros que se ven obligados a echar la persiana abajo, aducen entre las causas la disminución de los pedidos a cargo de universidades, bibliotecas o ayuntamientos. La progresiva reducción de la compra institucional ha supuesto, también, otra carga que las librerías deben soportar junto con la caída del consumo.
Según CEGAL, la Confederación Española de Libreros, existen en España 3.500 librerías de las cuales han cerrado alrededor de un centenar. El total de puestos de trabajo que generaban estos establecimientos para 2010 alcanzaban los 11.008. Se calcula que en estos dos años, se han destruido cerca de 1200.
Sin embargo, no sólo en Cataluña y Madrid se ha visto el cierre de librerías señeras, en Valladolid ha desaparecido la librería Renacimiento, en la calle Mateos Gago, en el barrio de Santa Cruz; la librería Pau, en la calle de El Bachiller de Valencia; la clásica librería bilbaína Villar, en Gran Vía; Rayuela, en Valladolid Gali y González en Santiago de Compostela y la Michelena, librería decana en Pontevedra.