Cristian Mungiu es uno de los cineastas europeos más comprometidos y su nombre está ligado al del Festival de Cannes, donde ha participado con toda su filmografía y donde en 2007 logró la Palma de Oro con 4 meses, 3 semanas, 2 días, película ambientada en los últimos años del comunismo en Rumanía. En el certamen galo presentó también el pasado mes de mayo su película R.M.N., una denuncia a la xenofobia que llega este miércoles a los cines españoles.
Mungiu visitó el Festival de San Sebastián con motivo de su participación en la sección Perlas, y allí habló con Vozpópuli acerca de su nueva película, el estado de la Unión Europea y sus grietas, de la democracia y del sentimiento de descontento dentro de las fronteras europeas.
Pregunta: Esta película habla de la infelicidad europea, ese sentimiento que es universal entre todos los europeos, más que de una región concreta.
Respuesta: Pretendía que esta historia, que está situada en una localidad pequeña y rural, hablara de lo que pasa en el mundo y del estado del mundo ahora mismo. También de cómo la diferente gente experimenta estos valores europeos maravillosos, entre los que a veces vemos una distancia con lo que creemos, y cómo viajan, cómo llegan y cómo son vistos en comunidades pequeñas y con unas tradiciones fuertes. A veces queremos pensar que Europa es este bloque, este monolito con los mismos valores que compartimos entre todos, pero tenemos que darnos cuenta de que el ritmo de cambio no puede ser igual en todos los sitios y para toda la gente. Al final, hay regiones que, por las diferencias en riqueza o en educación, no pueden llegar al cambio a la misma velocidad. Es importante para poder conseguir este objetivo escuchar a esta gente y ver por qué piensan diferente.
Nos gusta la movilidad y poder ir a otro país, pero cuando es al revés y llega gente que puede ser de países más pobres, aunque la situación es análoga, no se juzga de la misma manera", opina el director
P: ¿Cuál es el sentimiento en Rumanía o la percepción que tienen sobre la Unión Europea?
R: En Rumanía tenemos uno de los mayores grados de aceptación dentro de la UE y si se hiciera una encuesta todo el mundo diría que les encanta pertenecer a ella. Pero como muestra la película, aunque se piensa así no siempre las personas son así de racionales, y de alguna manera todos quieren y aceptan los beneficios que trae, pero los cambios siempre vienen con cosas que igual no son tan buenas. Se trata de aceptar el paquete, las cosas buenas y las malas. Hay un discurso doble de esas personas a quienes les gusta y se quedan con lo bueno, pero también hay políticos de extrema derecha que en un momento dado aceptan esos cambios que pueden ser problemáticos o que no gustan tanto para sus propios intereses políticos. La película habla también de cómo a veces no somos racionales y que para situaciones distintas no aplicamos el mismo juicio. De la misma manera que nos gusta la movilidad y poder ir a otro país, cuando es al revés y llega gente que puede ser de países más pobres, aunque la situación es análoga, no se juzga de la misma manera.
P: ¿Cuáles cree que son las grietas de la UE en ese paquete? ¿Qué hay que no le guste?
R: La globalización, algo que no puede detenerse y está aquí, tiene sus ventajas, pero también sus efectos secundarios que muchas veces son difíciles de anticipar. Y al final, cuando ocurren estas cosas, es importante que exista un diálogo y poder escuchar todos los diferentes puntos de vista que lógicamente no están unificados. Tenemos un problema con la corrección política: muchas veces la gente deja de decir cosas por corrección política pero no significa que no piensen de esa manera. Hay que escuchar porque luego de repente hay sorpresas en los resultados electorales, cuando uno se pregunta por qué ha ganado uno u otro partido. Eso se debe a que hay gente que no se estaba expresando, no les estamos escuchando ni dando la oportunidad de expresarse, y eso es importante para lograr un cambio profundo. Si no, lo que se hace es maquillar las cosas. Si no escuchamos no sabemos qué les está disgustando.
P: Hay una escena clave, la asamblea, que resulta desoladora pero que al mismo tiempo es una buena muestra de cómo funcionan los populismos hoy en día. Da la sensación de que uno no puede combatir con argumentos racionales los discursos xenófobos.
R: Uno de los aspectos que trata de transmitir la película es cómo hay veces que ese pensamiento racional no es suficiente, tal y como se ve en la película. La democracia, tal y como la conocíamos, no está terminando de funcionar. Va a cambiar porque al final la gente está cansada de decidir continuamente, junto con el desapego que tenemos por los políticos y las decisiones que toman. Para que la democracia funcione hay que invertir antes en informar y educar, si no los resultados, con gente sin educación y gente no informada, los resultados no van a ser satisfactorios. Ese grupo, no siempre la mayoría tiene la razón y cuando tienes unas convicciones hay que defenderlas, pero es difícil y hay que animar a la gente a que crea y siga sus principios. Si hay un diálogo sincero puede haber esperanza. La película también habla de este sentimiento del individualismo frente al grupo que muchas veces te come, y cómo a veces se sigue la opinión del grupo en vez de defender los propios principios. Es fácil perderse dentro del grupo y hay que luchar para seguir defendiendo nuestras posiciones y nuestro pensamiento.
Hay que escuchar porque luego de repente hay sorpresas en los resultados electorales, cuando uno se pregunta por qué ha ganado uno u otro partido. Eso se debe a que hay gente que no se estaba expresando", opina Cristian Mungiu
P: Hay asuntos como el cambio climático que acaparan las preocupaciones de la población ¿Se piensa en la xenofobia como algo superado?
R. No está superado y está claro que hay que hablar sobre ello y abordar el tema para buscar posibles soluciones. Vivimos en un mundo en el que hay tantas noticias catastrofistas (cambio climático, se van a acabar los recursos naturales, etc) que nos provoca una ansiedad y un miedo, que es uno de los catalizadores que hace que luego, siendo como somos tribales, nos crea miedo al diferente. El ser humano siempre piensa que la culpa es del resto. El mundo también tiene que mirarse en el espejo y pensar qué parte de culpa tiene en los problemas que surgen, no se puede echar la culpa siempre al de enfrente. El único camino es tener claro qué valores queremos transmitir a las nuevas generaciones para que tengan más generosidad y empatía para que estos problemas no sean como son hoy.
Perhaps
“La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”. Churchill