Cultura

Cuba entra en "economía de guerra", el documental para entender la degradación de la isla con los Castro

El documentalista Jon Alpert viajó y grabó la evolución de varias familias en la isla desde los años setenta hasta la muerte de Fidel Castro

  • Cuba y el camarógrafo.

Comienzan los noventa y la caída de la Unión Soviética se nota con creces. No hay carne en las tiendas, ni ron en los bares, los campesinos se quedan en sus fincas y no se atreven a ir al pueblo para que no les roben a sus animales. Cuba tiene cada día el rostro más ajado, en las coloridas fachadas brotan los desconchones y el encanto vintage de los coches antiguos enmascara la cruda realidad, que La Habana se mueve en autos y camionetas de más de treinta años. Durante casi medio siglo, el documentalista Jon Alpert viajó y grabó la evolución de varias familias en la isla desde los años setenta hasta la muerte de Fidel Castro en 2016, retratando la profunda degradación en la vida de los cubanos.

Esta semana, el gobierno de La Habana se ha declarado en "economía de guerra" en una de las mayores crisis económicas de las últimas décadas. Los apagones eléctricos reflejan una penumbra económica con una economía que durante 2023 se contrajo en un 2% y en la que la inflación alcanzó el 30%. Recorte presupuestario para reducir el déficit fiscal, ajuste en los precios y se ha anunciado que se aplicarán una "política de precios única, inclusiva y en igualdad de condiciones para todos". Unas medidas que tratan de paliar la escasez de productos esenciales y los renovados intentos de inmigración de la población cubana. 

La isla del Caribe sigue siendo esa rara avis que ha quedado como un fósil de la Guerra Fría. Un terruño de ancianos y longevos dictadores que no saben cómo arreglar la vida de los cubanos. Primero como laboratorio de la revolución y después como ejemplo de resistencia a Estados Unidos, Cuba siempre ha irradiado un magnetismo que la colocaba como uno de los primeros destinos de turistas y periodistas. El cineasta Jon Alpert fue uno de estos entusiasmados que viajó en su juventud a la isla, cámara en mano, para retratar el clima aquellos extraños barbudos revolucionarios que incordiaban el patio trasero del imperio yanqui. Durante las siguientes décadas, Alpert siguió filmando la evolución en la isla hasta la muerte del Fidel Castro en 2016. El resultado, Cuba y el camarógrafo (Netflix), un valioso diario de cinco décadas de revolución.

En ese primer viaje en los setenta conoció a tres hermanos Gregorio, Cristóbal y Ángel a los que seguirá en los siguientes decenios. Gregorio, un entusiasta campesino de la revolución en primer momento, es en los noventa un anciano resignado que esconde al único buey que le queda después de que le mataran a sus animales. Cuando el periodista regrese cinco años después, en 1995, los tres hermanos confirman que se han comido a todos los animales “hasta el caballo” y arrancan hasta la yuca del suelo. Cristóbal, llora a la cámara por la situación: “A tres viejitos como nosotros nos han abandonado, se han comido todos los materiales y nos han dejado aquí en la finca”. En este año 1995 Fidel anuncia la imperiosa necesidad de abrirse al turismo. Espectáculos con mujeres en vivo y facturas de 480 dólares en una mesa de dos hombres estadounidenses son el ticket de entrar en el juego del mercado.

Siguen pasando los años y siguen muriendo los sueños de jóvenes que querían ser médicos pero que malviven en pisos destartalados. En el 2000 un periodista y una ingeniera se han reconvertido en vendedores de souvenirs para los turistas. Continúa el juego y ahora el recuerdo de la revolución es también un bussines: “15 dólares por un retrato del Che”.

La degradación de la isla también se vuelve parte del encanto turístico, muy a pesar de otro de los entrevistados que muestra los desperfectos de su bloque de edificios: agujeros en el suelo, techos derrumbados y un solo grifo para conseguir agua. “El 80% vive del mercado negro”, le confiesa después de llevarle a una casa en la que un amigo reconoce que vende puros 'Cohiba' de manera ilegal. Justo en ese momento, unos agentes de inmigración abordan al periodista. “En este país vale más un turista que un pobre ciudadano”.

Hasta Castro ya no parece tan simpático, en su primer viaje a Nueva York para comparecer en la ONU en 1979, el periodista le acompaña en el avión y se permiten unas bromas y unos planos impensables tiempo después.

La esperanza sostenida por la ayuda soviética de la primera época se reflejaba en la extensión de la educación pública a todos los niveles y en el fervor de unos jóvenes por convertirse en universitarios. Tiempo después la escasez llega hasta el principal hospital de La Habana donde se trabaja con el 30% de lo que necesitan, cuatro meses sin una modalidad de antibióticos y jeringas que no pueden esterilizar.

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