Salvador Dalí y Walt Disney se conocieron en 1945 durante el rodaje de la película Recuerda de Alfred Hitchcock, para la que Dalí había preparado parte de la escenografía. Quedaron impresionados el uno con el otro, aunque hay quienes dicen que el más entusiasmado fue el pintor. Al año siguiente, Dalí firmó un contrato para trabajar durante dos meses en la factoría Disney. Era la culminación del sueño americano del catalán, quien puso manos a la obra para crear Destino, una película animada que él mismo le había propuesto al americano un año antes.
Destino es, sin duda, una joya, y de las más raras. Sin embargo, permaneció guardada en un cajón durante años, hasta que Roy Disney, sobrino del magnate de los dibujos animados, decidió recuperarla. Sólo existían 15 segundos experimentales con los que el heredero pudo crear un producto final de casi siete minutos.
Todo ocurrió en 1999, mientras Roy Disney trabajaba en Fantasía 2000, una versión remozada del clásico estrenado en 1940. Al toparse por accidente con la riqueza de las imágenes de Dalí, decidió desenterrar el proyecto. Para ello contó con el trabajo del productor Baker Bloodworth y del animador francés Monfréy Dominique, quien dirigió el filme. Un total de 25 animadores intervinieron en el proceso, que terminó con el estreno el 2 de junio de 2003.
Desde entonces, la película se ha podido ver ya en distintos museos gracias a la gira de la exposición Dalí, paintings & Films: la Tate Modern de Londres, el MOMA de Nueva York, el museo de Saint Petersburg, en Florida, y Los Angeles County Museum. Incluso fue nominada a los Oscar en 2003 como mejor cortometraje animado. Actualmente puede verse en Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas, la muestra dedicada al pintor catalán que ofrece el Museo Rena Sofía, en Madrid.
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La historia tras 15 segundos
Tanto Dalí como Disney comenzaron a trabajar en Destino en 1946, justo un año después de que el catalán propusiera el proyecto al norteamericano, que venía de probar suerte, en 1940, con Fantasía, una película experimental sin diálogos cuyo objetivo era ilustrar o acompañar con la animación temas de música clásica.
Ocho meses en total dedicaron al filme. En aquella época, Dalí y Disney cruzaron varias cartas, que intercambiaban en diferentes lenguas (francés e inglés) y requerían traducción. De allí nació una relación que tuvo sus frutos y que en 1957, llevó al matrimonio Disney a viajar a la casa de los Dalí en Portlligat, en Cadaqués (Girona).
Tanto la Fundación Gala Salvador Dalí como la factoría de dibujos animados explican el fracaso del proyecto debido a temas de presupuesto. Los problemas financieros que ocasionó la Segunda Guerra Mundial a los Estudios Disney obligaron a abandonar la producción del corto, cuyos guionistas habían sido John Hench y el propio Salvador Dalí.
El corto de seis minutos y 32 segundos narra la historia de amor entre Cronos y una mujer mortal cuyo movimiento actúa como hilo conductor de la pieza. La esbelta joven, de cabellos muy oscuros, danza a través de distintos paisajes surrealistas inspirados en las pinturas de Dalí y entre las que pueden identificarse los teléfonos blandos de El enigma de Hitler o los relojes de La persistencia de la memoria. No hay diálogo, pero la banda sonora incluye una canción del compositor mexicano Armando Domínguez.