La semana pasada se publicó en estas páginas una selección sentimental de las mejores portadas de libros. Y como todo lo que se hace movido por una filia -cualquiera que esta sea-, el asunto defraudó a algunos, entre ellos a un magnífico y culto lector, acaso el más aplicado bibliófilo, quien se puso en contacto para contar qué echaba en falta. Debemos decir que casi todo.
Convencidos de que cualquier corrección o ampliación embellece cualquier texto, hemos decidido escribir una nueva entrega, una “hecha en falta”, redactada con la intención de completar lo inacabado; de hacer aparecer lo que en un comienzo no estuvo. El asunto debe comenzar, entonces, por el nombre. Que no son portadas, que son cubiertas, nos ha hecho saber el atento bibliófilo, aquello que reclama nuestra atención.
En España, uno de los primeros que dio el paso para hacer de la cubierta un reclamo publicitario fue Benito Pérez Galdós. Fueron los Episodios Nacionales –las seis novelas escritas entre 1872 y 1912- los libros a los que Galdós hizo colocar la bandera de España. Son raros -pero existen- los ejemplares de aquellos libros impresos durante la República con la bandera tricolor en lugar de la rojigualda.
Aunque ya el secesionismo vienés había acentuado el carácter cada vez más autónomo del arte y su expresión en otras disciplinas, el siglo XX recibió de las vanguardias un potente influjo. El Futurismo, Dadá, De Stijl, la Bauhaus y el constructivismo ruso introdujeron claves artísticas que influyeron en el desarrollo del diseño. Ródchenko exploró el fotomontaje para elaborar carteles y cubiertas de libros. Entre los años 1923 y 1925, junto a Maiakovski, creó la llamada Mayakovski-Ródchenko Advertising-Constructor. Produjeron más de 150 piezas publicitarias y diseños.
En 1934, La boîte verte de Duchamp tocaba la idea del libro con el roce de un dedo. Se trataba de la creación de una obra múltiple (se planeó una serie limitada a 300 ejemplares ordinarios y 20 de lujo) que seguía los pasos del ready-made y se adelanta a los intereses acerca de la reproductibilidad de la obra de arte. Buena parte de los diseños utilizados en cubiertas de libros emblemáticas que generaron los movimientos de vanguardia están incluidos en el catálogo de la muestra La vanguardia aplicada: tipografía y diseño gráfico (1890-1950), editado por la Fundación Juan March, en 2012.
Se mencionaba en la selección sentimental las cubiertas que hizo Daniel Gil para Alianza. Toca también completar el recorrido con las magníficas fotografías de Oriol Maspons que ilustraron las ediciones de Seix Barral, una de ellas sin dudas la joven rubia que levanta la cabeza y mira al lector en la cubierta de Últimas tardes con Teresa. También hay que mencionar, ahora que “hacemos en falta”, a Jordi Fornas quien creó, entre otras, la colección La Cua de Palla –en castellano La Cola de paja-de novela negra de Edicions 62.
La colección, creada en 1963, tuvo una primera época que se extendió hasta 1970 en la que se publicaron 71 títulos, todos con diseño de Jordi Fornas, quien -aunque también recorrió otros territorios editoriales- fue con la discográfica Edigsa, hogar de la nova cançó, donde dio a conocer sus diseños más importantes.