Cultura

Vuelven Low, la cara lenta del indie

Resulta complicado en el inmisericorde mundo de la música actual mantener una trayectoria profesional de largo recorrido, y más si ésta comenzó allá por los agitados años 90. Y mucho más aún si la banda en cuestión se enfrentó de alguna manera a lo que por entonces no sólo se establecía como prioritario en el circuito independiente, sino que traspasaba sus propias barreras y entraba de lleno en la música comercial. Low, la banda originaria de la misma ciudad de Minesota de la que es Bob Dylan, Duluth, lo consiguió con un planteamiento propio y unos principios musicales inamovibles.

  • El anuncio de la publicación el próximo mes de septiembre de un nuevo disco de Low ah tenido gran acogida.

Tanto que 22 años después de su formación, el matrimonio formado por Alan Sparhawk y Mimi Parker, el primero a cargo de las guitarras y las voces principales y la segunda al frente de la batería y voces secundarias, constituidos como base y argamasa esencial de la banda, no sólo siguen al pie del cañón, sino que cada disco suyo es un pequeño, o gran acontecimiento, dentro del mundo de la música en general, más allá de su adscripción indie. Por eso, el anuncio de la publicación el próximo mes de septiembre de un nuevo disco que hará el número undécimo de toda su producción, y adelanto de la canción No Comprende, ha sido acogido con satisfacción y entusiasmo en los medios especializados. Ones and Sixes se publicará a través de su compañía desde 2005, Sub Pop. Ha sido grabado en los estudios de Justin Vernon, líder de Bon Iver, en Wisconsin, y producido por la propia banda y el ingeniero de sonido BJ Burton, y es un paso más en el consabido minimalismo instrumental y musical que han tenido como camino y objetivo final.

Embajadores del slowcore

Porque en aquellos años 90, cuando junto al bajista John Nichols comenzaron a vislumbrar la producción de unos sonidos suaves, de corte lento y aéreo, prácticamente reflexivos o incitando al oyente al ensimismamiento, no debemos olvidar que la cosa iba contracorriente. El grunge ya había explosionado, y los chicos airados dirigidos por bandas como Nirvana o Pearl Jam, comenzaban a copar listas, festivales y corazones de un público ávido de energía.

Aquellos sonidos nacían del punk y de la rabia, y sin tener obligatoriamente que abandonar dichas premisas, Low avanzaban por caminos cuando menos más tranquilos. Pero igual de intensos. Aquellas canciones de mínima instrumentación encajaban como un guante en lo que se dio en llamar slowcore, que a hasta en su misma esencia gramatical se distanciaba del predominante hardcore. Para entendernos, podemos hablar de similares intensidades, pero lo que en unos es energía, crudeza y rapidez llevadas hasta el extremo, en los otros es contención y minimalismo.

Low, además de con diferentes bajistas que fueron pasando por la banda, contaron siempre con el apoyo de importantes productores que trataban de llegar a la médula de unas canciones en muchos momentos demasiado opacas. Nombres como Kramer, Steve Fisk o el entonces omnipresente Steve Albini produjeron una serie de álbumes en los que manteniendo la esencia, podían fluctuar entre el post-punk más rampante y ciertos toques electrónicos. Versiones habituales como sus homenajes a Joy Division dejaban claros sus orígenes, que igualmente podían irse a influencias más que explícitas de Pink Floyd, pero también su disco de Navidad les permitía el sorprendente éxito, bien que relativo, de su lectura de Little Drummer Boys, nuestro bien conocido El Tamborilero, tras su utilización en un anuncio de televisión.

Tras la incipiente apertura a sonoridades más amplias sin olvidar sus particulares puntos de vista que emprendieron con el disco The Great Distroyer de 2005, fue cuestión de tiempo que para el último hasta ahora, The Invisible Way, en 2013, contaran con la ayuda de Jeff Tweedy, líder de Wilco, a los controles. Su nuevo trabajo promete continuidad en tan emocional aventura.

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