“Pintar es hacer algo que antes no existía, no es borrar u olvidar; es hacer y vivir, así que pienso seguir con ello”, escribió el pintor Juan Giralt (1940-2007) en su diario en 2006. Y aunque fervientemente deseaba retomarla, una rara amargura lo poseía cuando, para animarlo, sus amigos le hablaban de pintura. Así lo cuenta su hijo Marcos Giralt en Tiempo de vida, una novela en cuyas páginas narra la compleja relación entre ambos y reconstruye los años de enfermedad de su padre. Algo en las páginas de ese libro revela el espíritu solitario de la pintura de Juan Giralt, cuya obra se expone en el Reina Sofía en la primera retrospectiva que se dedica a su obra en un museo nacional.
La exposición, que reúne más de 90 obras, fue comisariada por Carmen Giménez e impulsada por Marcos Giralt Torrente, hijo del artista
La exposición, que reúne más de 90 obras, fue comisariada por Carmen Giménez e impulsada por Marcos Giralt. Como ya lo hizo en la última exposición de su padre en la galería Antonio Machón, en esta ocasión Marcos Giralt presta al espectador su cercanía para arrojar luz sobre una obra que permaneció siempre alejada del canon y acaso por eso injustamente apartada y desconocida. Anárquico y solitario, Juan Giralt levantó una obra que apropia y rehace, a la manera de una novela moderna.
Juan Giralt se inició de forma autodidacta en el informalismo imperante de los años 50. Una breve estancia en Holanda a finales de esa década cambió por completo los grises, blancos y negros de su pintura. El hallazgo del grupo CoBrA fue decisivo en ese cambio. En esos años define un lenguaje pictórico más personal y permeable a una nueva interpretación de la figuración, que caracterizó su obra en las décadas de los setenta y ochenta y lo convirtió en uno de los principales referentes de la Nueva figuración madrileña. En los siguientes años, y hasta su muerte en 2007, fue incorporando paulatinamente la abstracción, sin nunca abandonar del todo el elemento figurativo, presente en el constante uso del collage y de la palabra pintada.
La obra de Juan Giralt fue apartada del canon de los artistas de los años sesenta y setenta, que se fijó en los ochenta a partir de figuras que supieron recolocarse
El recorrido de la muestra presenta, a la manera de un díptico, dos etapas en la obra de Juan Giralt. Por un lado, la década de los setenta, tras su vuelta de Holanda, que queda representada a través de una selección de pinturas y de obra en papel que muestra su progresivo abandono del informalismo y que anticipan sus indagaciones posteriores en torno a la figuración y la abstracción. En el otro apartado se exhiben obras pertenecientes a su último período, desde el año 1990 hasta su fallecimiento en 2007. Aunque "sintética", tal y como afirma Marcos Giralt, esta etapa final representa "con la suficiente holgura” el mundo y la obra de su padre.
Marcos Giralt escribe que el canon de los años sesenta y setenta se fijó en los ochenta a partir de las figuras que supieron recolocarse en una década ajetreada en la que el mercado se expandía. Algo que su padre, un espíritu más anárquico e individualista, no procuró. Surgieron nuevos y fulgurantes artistas en escena y quienes, como Juan Giralt, no estaban allí en el momento en que quedó fijado "simplemente desaparecieron, se los borró retrospectivamente".
La mirada del hijo sobre el padre y el artista
Se publicó tres años después de su muerte. En las páginas de Tiempo de vida (Anagrama) el lector encuentra el desgaste, la enfermedad y la muerte del pintor Juan Giralt tejida junto a la historia de su hijo, quien escribe para poner en orden el duelo. Tiempo de vida aporta claves en la figura de Juan Giralt. No es un libro confesional y hay que decir que no pretende nada excepto la propia literatura. Y justamente por eso resulta tan esclarecedor. Ganador del Premio Nacional de Narrativa en 2011, Tiempo de vida permitió a Giralt reconciliarse no sólo con la figura de su padre –con quien llegó a tener una relación complicada y distante- sino también con su propia escritura, que a partir de ese libro experimenta un resurgir que conquistó a lectores y críticos. Uno de los temas que Marcos Giralt retrata con mayor sensibilidad en Tiempo de vida tiene que ver con la creación y el árido camino de los méritos literarios y artísticos, muchas veces sometidos más a las circunstancias que a la calidad de una obra.