En menos de un año, el filósofo Javier Gomá ha publicado cinco libros. En uno, Razón portería (Galaxia Gutenberg), se vestía con el
mono azul de quienes ejercen un oficio y ahí, a pie de obra, intentaba hacerse entender en lo esencial y transmitir la filosofía como una respuesta a preguntas concretas. En los otros cuatro, Gomá retoma el sillón tranquilo –que no apacible– de los asuntos de largo aliento. Se trata de la Tetralogía de la ejemplaridad, cuatro volúmenes editados por Taurus y en cuyas más de 1.500 páginas el filósofo reúne sus reflexiones esenciales sobre un tema que interpela la realidad, acaso hoy más que hace un año.
"Cada libro de la tetralogía es independiente y al mismo tiempo los cuatro forman parte de un plan unitario"
Aunque a Gomá no le gusta opinar directamente sobre la actualidad, el libro apunta hacia temas y zozobras que aquejan a los ciudadanos en su esfera individual y social. “Nadie puede decir que la ejemplaridad sea de izquierdas o de derechas. No es un concepto creado sólo por el sistema o los antisistema, lo usan los empresarios y los sindicatos, los medios de comunicación, el pueblo llano ante las instituciones”, dice Gomá, sentado frente a una mesa donde reposan, en una bella edición encofrada, los cuatro títulos que forman la tetralogía y en los que se reúnen diez años de trabajo.
¿Por qué optar por la virtud y no por la barbarie?, se pregunta Gomá, para quien sólo la fuerza persuasiva del ejemplo virtuoso, generador de costumbres cívicas, es “capaz de promover la auténtica emancipación del ciudadano”. Cada uno de los títulos de esta tetralogía es autónomo y de lectura independiente, y al mismo tiempo los cuatro forman parte de un plan unitario en torno a la idea de ejemplaridad: su historia y su teoría general (Imitación y experiencia), su formación subjetiva (Aquiles en el gineceo), su aplicación a la esfera política (Ejemplaridad pública) y su relación con la esperanza (Necesario pero imposible). Esta edición culmina finalmente un plan literario-filosófico muy antiguo y largamente cultivado.
-En una anterior entrevista con este periódico, dijo usted que el tiempo filosófico es geológico. Aludiendo a Mallarmé, aseguró que el filósofo, como el poeta, busca mejorar el lenguaje de la Tribu, que parece necesitarlo más que nunca. ¿Cómo lo consigue la tetralogía?
-La filosofía es literatura conceptual, pero es literatura. La filosofía siempre se ha equivocado cuando intenta ser ciencia, porque la ciencia es verificable y además especializada. Ésta describe cómo son las cosas y la filosofía cómo deberían ser. No se refiere a una región sino a la totalidad del ser; y no puede verificarse como la novela o la poesía tampoco. Su efectividad reside en la persuasión que produce en el lector. El filósofo es un literato que se dedica a formar un glosario, un léxico. Hablamos con un lenguaje prestado de generaciones anteriores.
"La filosofía siempre se ha equivocado cuando intenta ser ciencia, porque la ciencia es verificable"
-Pero, en ese caso, ¿quién realmente concibe ese lenguaje?
-El verdadero creador del lenguaje es aquel que configura un léxico nuevo o renovado con el que se comunicarán entre ellas nuevas generaciones y se comprenden a sí mismas. Creo más que nunca en la idea del poeta como aquel que creó un lenguaje, todavía más ahora que veo estas 1.500 páginas en torno a la ejemplaridad. Es un glosario, o espera ser un conjunto renovado de palabras con la que podamos entendernos entre nosotros mismos. Y sí: es cierto que estamos necesitados de la ejemplaridad pero no tanto por los sucesos de ayer o antes de ayer, porque la filosofía tiene una velocidad geológica y la del periodismo es supersónica. El tiempo geológico es la velocidad a la que se mueven las ideas . Estamos en un proceso de transición entre una época y otra. Hemos vivido en el lenguaje de la liberación durante tres siglos y ahora tenemos que vivir en el de la emancipación.
-La diferencia entre una y otra, por favor.
-Entiendo por emancipación el uso virtuoso de la libertad que haga posible la convivencia. Lo he resumido a veces como una divisa que aluda a la idea de ser libres juntos. Eso lleva implícito una reapropiación de determinados límites. En el lenguaje del romanticismo todo límite es alienante, es una expresión de dominación de unos sobre otros. El límite está desprestigiado porque estorba la carrera de la ampliación de la libertad en una época en la que lo verdaderamente importante era estar enamorado de la libertad. Ahora tenemos que enamorarnos, sí, de la libertad, pero también de aquellos límites que nos constituyen. El lenguaje como concepto es una creación social, que viene del consenso y como tal podría limitarnos, pero no sólo no nos limita ni empobrece, sino que nos permite comunicarnos y conocernos a nosotros mismos. Ahí tienes una limitación que amplía nuestra libertad.
-Todos, como Aquiles, hacemos el camino del gineceo a Troya, lo que supone una decisión, una elección. En ese caso, ¿cómo es la esfera individual y colectiva de esa decisión?
-Este segundo libro (Aquiles en el gineceo) tiene un aspecto más confesional. Está basado en experiencias personales. No de aquellos aspectos que son estrictamente míos, sino sólo los que, siendo radicalmente míos, son universales. Lo que nos es más propio es nuestra mortalidad. Este segundo libro cuenta el avance de un hombre a través de su propia vida. El estado estético que atraviesa, que es la infancia y adolescencia, es aquella época en la que uno puede vivir para sí mismo, vives en ensayo, en potencia, te crees infinito y eterno. El progresar al estado ético es parte de su proceso. Se entiende por estado ético, una progresiva determinación: eliges una persona para fundar una casa, un oficio con el que ganarse la vida. Y en esa determinación se produce un enriquecimiento. La individualidad, al igual que la mortalidad, es un proceso que se consigue sólo a través de la doble especialización: la casa y la profesión, sólo así adquieres una identidad. Es paradójico, en el proceso de socialización te haces individuo.
"El límite está desprestigiado porque estorbaba la carrera de la ampliación de la libertad"
-Siempre ha evitado y critica el pesimismo satisfecho, vamos, viajar en el vagón del nihilismo. La recuperación de la tetralogía vuelve a colocar un pensamiento afirmativo, que no optimista, pero uno que no se regocija en el apocalipsis.
-La tetralogía gira en torno a la idea de ejemplaridad pero también se puede descomponer como teorema de la experiencia y la esperanza, que podría dividirse en una trilogía sobre la experiencia, en la que describo la experiencia que todos tenemos (íntima a la vez que universal) y una monografía sobre la esperanza. En mi glosario particular he utilizado la palabra esperanza para designar únicamente la hipótesis de una supervivencia individual más allá de la muerte. Un tratado clásico de la filosofía Occidental, el de la llamada inmortalidad del alma, que existe desde Pitágoras, pero que de pronto deja de existir a partir de Kant. Fue algo que se desgajó de la filosofía y se lo apropiaron otras disciplinas. Necesidad de lo imposible intenta devolver a la filosofía ese tratado con una conciencia moderna. Hay otro concepto, el uso coloquial de la palabra esperanza, y que alude al momento en que nos encontramos ahora. En un texto que publiqué en La Vanguardia: "Visión culta y corazón educado", plantea que una visión culta, entendida como aquella que tiene perspectiva histórica, comprende que todo es cambiable. Aplicándola a nuestro tiempo, la única conclusión que puedes sacar es que vivimos en el mejor momento de la historia universal. Eso es lo que he argumentado. La gente instintivamente tiene una reacción contraria. Pero… ¿en qué otra época te gustaría vivir si fueras pobre, disidente del poder, parte de una minoría? El hoy es la mejor época tanto en sentido material como en una perspectiva moral. Lo relevante no es si vivimos o no en el mejor momento sino por qué la gente lo niega. Una visión culta nos muestra que la evolución de los últimos tres milenios, occidente a progresado de manera espectacular en lo material y lo moral. ¿Eso nos garantiza que será así en el futuro? No. Ninguna conquista es irreversible. Todo se puede perder. Lo humano es precario. Eso nos debe llevar a asumir una actitud para cuidar lo que tenemos. El progreso no es inocente, produce mucho dolor y muchas víctimas.
"El progreso no es inocente, produce mucho dolor y muchas víctimas"
-Evita aludir a la realidad o la inmediatez, casi siempre. Pero tengo que preguntarle...
-Yo hablo encantado de esto, pero llego con comodidad hasta un punto porque no juzgo temas de actualidad…
-A eso voy: Las personas perciben que estamos dominados por la corrupción, la irresponsabilidad, el cinismo. Lo que hace que la palabra ejemplaridad aluda al uso que hizo el rey Juan Carlos I de esa palabra. Independiente de eso, pero… ¿cómo dialoga la tetralogía con la situación actual?
-El concepto de ejemplaridad es estructural, pertenece a los humanos desde que existimos y ha funcionado en todos los niveles: educativo, familiar, social. Una ciudad es un universo de ejemplaridad: calles de personas ilustres; museos que tienen el nombre de una acción virtuosa que se propone a la ciudadanía como espejo, como un modelo de comportamiento que genere cohesión. Lo que ocurre es que la constelación de ideas alrededor de la ejemplaridad nunca se había convertido en el centro de una comprensión global de la realidad permitiendo que su influencia irradiara en todas las disciplinas. Llevo diez años de reflexión y de escritura sobre ese tema. En el libro Ejemplaridad pública que sale en 2009, hay un capítulo dedicado a la ejemplaridad de los funcionarios, los políticos y la Casa Real. Se produce un efecto desencadenante con ese libro y, lo digo con toda modestia, que llegado un momento, el término se emancipa de mi libro.
"Llevo diez años de reflexión y de escritura sobre el tema de la ejemplaridad"
-¿A qué se refiere?
-Lo que está clarísimo es que mucha gente usa ese concepto para referirse a este sin conocer el libro. La riqueza y a la profundidad que genera ese concepto se reduce en esa popularización, se simplifica, pierde matices y totalidad, se vuelve más funcional y mueve a la acción. Pero, a la vez, es muy grato observar que nadie se ha apropiado del concepto: nadie puede decir que la ejemplaridad es de izquierdas o de derechas. No es un concepto creado solo por el sistema o los antisistema, lo usan los empresarios y los sindicatos, los medios, el pueblo llano ante las instituciones. Es hermoso ver cómo un concepto capta una demanda del lenguaje.