Ya lo dice Fernando Iwasaki, leer a Julio Cortázar es como hacerse un “lifting”. Hojearlo siquiera supone para muchos rejuvenecer en la literatura vehemente o la iniciación libresca. Dejà vu. Justamente por esa razón, por la acartonada imagen que del argentino a veces persiste –bestia negra en la polémica del Caso Padilla; voluntarioso; comprometido, a veces hasta panfletario-, merece la pena esta otra versión que del cuentista y novelista se nos ofrece ahora, cuando se publican las lecciones de literatura que impartió en 1980 en la Universidad de Berkeley, en California.
Tal como ocurriera en el 2000 cuando se publicó el libro Borges: Un curso de literatura inglesa, con las clases que el autor de El Aleph impartió durante un semestre en 1966 en la Universidad de Buenos Aires, ahora es el turno de Julio Cortázar, quien, justamente por celebrarse ahora los 50 años de Rayuela y dentro de poco el centenario de su nacimiento –en 2014- comienza ya a desatar una tormenta editorial: publicaciones, análisis, inéditos.
Clases de literatura transcribe de manera minuciosa 13 horas de grabaciones durante las sesiones que impartió en California. Estas fueron recopiladas por Aurora Bernárdez y Carles Alvarez Garriga, responsables de la edición de Papeles inesperados (2009) y los cinco tomos de Cartas (2012). Se trata de “páginas que no fueron escritas sino habladas, un conjunto que bien podría llevar por título 'el profesor menos pedante del mundo', dice el filólogo Álvarez Garriga en el prólogo.
¿Realmente lleva razón Álvarez Garriga?
Si algo tenía Julio Cortázar, además de una prosa prodigiosa –que es lo que en verdad debería de importar-, era, también, una cierta autosuficiencia muy parecida a la de su Oliveira en Rayuela. Dicho esto… ¿Cómo y de qué habló el argentino en sus clases?
"Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático"
El volumen trata temas como Los caminos de un escritor, El cuento fantástico I: el tiempo, El cuento fantástico II: la fatalidad, El cuento realista, Musicalidad y humor en la literatura, Lo lúdico en la literatura y la escritura de Rayuela; De Rayuela, Libro de Manuel y Fantomas contra los vampiros multinacionales y Erotismo y literatura.
“Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones”, dice Cortázar, quien asoma, por supuesto, lo literario como proceso personal y se permite incluso algunas claves sobre su propia obra. “Siempre he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar por la ventana”.
Soy una mezcla de Borges y Roberto Arlt
El humor, los cuentos fantásticos, la categoría especial que en su obra le otorga a El perseguidor, -al que se refiere como su mejor cuento-, son otros temas que se solapan, incluso, con la lectura que él mismo hace de su obra y de su concepción de narrador. Cortázar se divide, para analizarse, en tres etapas: una estética, otra metafísica y, por supuesto, su etapa comprometida.
Sobre la primera, la metafísica, dice: “Pertenezco a una generación de argentinos surgida casi en su totalidad de la clase media en Buenos Aires, la capital del país; una clase social que por estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una actividad literaria concentrada sobre todo en la literatura misma. Ahora me doy perfecta cuenta de que viví mis primeros años de lector y de escritor en una fase que tengo derecho a calificar de “estética”, donde lo literario era fundamentalmente leer los mejores libros a los cuales tuviéramos acceso y escribir con los ojos fijos en algunos casos en modelos ilustres y en otros en un ideal de perfección estilística profundamente refinada”.
Cortázar se define como un resultado de la mezcla de Jorge Luis Borges y Roberto Arlt
Luego viene el salto a la novela, la etapa "metafísica", donde hay un interés por la construcción de personajes "de carne y hueso" que, como Horacio Oliveira en Rayuela, se cuestionan su lugar en el mundo y la realidad establecida. Esta intención lo lleva a reflexionar sobre el lenguaje y a emprender experimentos para una renovación técnica de la escritura que genere, entre otras cosas, la participación activa del lector y la introducción de un nuevo orden dentro de la desgastada realidad cotidiana. La última etapa, dice, lo encuentra como un escritor comprometido con la difícil situación de América Latina en tiempos de dictaduras. Sobre este tema, el libro incluye la transcripción de dos conferencias que dictó sobre esta cuestión en Berkley.
En algunas páginas, el autor de Libro de Manuel y Los premios, se acepta como un resultado de la mezcla de Jorge Luis Borges (“nuestro cielo”, dice) y Roberto Arlt, autor entre otros de Los siete locos. “Al mismo tiempo que mi mundo estetizante me llevaba a la admiración por escritores como Borges, sabía abrir los ojos al lenguaje popular, al lunfardo de la calle que circula en los cuentos y las novelas de Roberto Arlt”. Tampoco pierde ocasión el argentino de entrar en la discusión sobre literatura por la literatura misma o al servicio de los procesos históricos del mundo.