Es un libro ruidoso. Está lleno de voces, de testimonios que entran y salen, limpios, sin adjetivos o intervención alguna. Es un libro sostenido por comillas. Se trata de Soledad y compañía, una biografía coral de Gabriel García Márquez escrita por la periodista colombina Silvia Paternostro, quien recopila las opiniones y recuerdos de las personas cercanas al Premio Nobel de Literatura, de quien se levanta un retrato tan amplio como cercano.
Publicado originalmente como un trabajo periodístico en The Paris Review, en 2003, su autora decidió sacarlo como libro en 2010. Para escribirlo, Paternostro llevó a cabo varias sesiones de entrevistas desde el año 2000 al 2003 –hizo otra ronda más adelante- que decidió ordenar temáticamente. El resultado final quedó reunido así en Soledad y Compañía cuyo título alude al nombre que en algún momento García Márquez le iba a poner una compañía de producción de cine que quiso montar con unos socios colombianos.
Su agente Carmen Balcells; Juancho Jinete, asiduo contertulio del bar La Cueva, donde se reunía el llamado grupo de Barranquilla del que García Márquez formó parte; Plinio Apuleyo, escritor y amigo del Gabo desde su juventud y con quien compartió años en París… la lista de entrevistados es larga. Ordenado alrededor de un hilo cronológico, el libro se divide en dos partes. La primera, que lleva por nombre AC (Antes de cien años de soledad) reúne los testimonios de sus hermanos y quienes le conocieron cuando García Márquez era un desgarbado y anónimo joven de provincias que soñaba con ser escritor. La segunda, DC (Después de cien años de soledad) incluye a aquellos que le conocieron cuando la fama y el prestigio ya habían tocado a su puerta.
Especialmente entrañables son los testimonios que describen, por ejemplo, cómo vivieron el Gabo y quienes le rodeaban la ceremonia de entrega de los Nobel: desde los músicos de vallenato que contrataron –y que se amotinaron porque no les gustaba la comida sueca- hasta la superstición del escritor, quien hizo colocar flores amarillas aquel día en la habitación del hotel. “No quiero estar solo en Estocolmo. Me gustaría estar acompañado de cumbias y vallenatos”, le dijo García Márquez a Gloria Triana, la persona que coordinó todo lo relativo a aquel viaje a Estocolmo en 1982, incluyendo la delegación de músicos. “A nuestro embajador en Suecia le parecía terrible que fuéramos a hacer eso. Eso era hacer el ridículo, hacer el oso”.
Y así como emerge, de a poco, el relato oral de un García Márquez célebre, cobra fuerza también el Gabo más desconocido, el de los comienzos, contado a través de los recuerdos de quienes fueron decisivos en su carrera. “Fue alrededor de los años sesenta. José Manuel Caballero Bonald, poeta español, él estaba en aquel momento en Colombia y me recomendó la lectura de un escritor nuevo llamado Gabriel García Márquez”, cuenta Carmen Balcells.
“Cuando Gabo va a pedir trabajo a Barranquilla –cuenta Santiago Mutis-, Alfonso (se refiere al periodista Alfonso Fuenmayor) le dice como prueba: ‘Bueno, escríbeme el editorial de mañana’. Entonces lo sienta en el escritorio. Alfonso lo lee y dice: ‘Carajo ¡esto es muy bueno! Y entonces piensa: ‘Esta habrá traído preparado el editorial. Entonces le dice: ‘Mira, está muy bueno, pero escríbeme el de pasado mañana. Gabo escribe el de pasado mañana. Entonces coge y se va para la dirección y dice: ‘Tienen que contratar al muchacho’”, recuerda el hijo de Álvaro Mutis, amigo cercano de García Márquez.
Su primera novela, La hojarasca, se publicó en 1955, después de mucho insistir para que un editor la leyese. Así lo cuenta su hermano Gustavo García Márquez –fallecido también este año-: “Una vez que terminó La hojarasca, se la llevó al tipo de Losada. Y esto fue lo que le contestó: Mire señor García, dedíquese a otra cosa, porque usted para esto no es”.
Un García Márquez “mamador de gallo” (una expresión típica del Caribe empleada para referirse a los bromistas), amante de la música, el whisky y la fiesta se revela en páginas y páginas de recuerdos. En ese sentido, el libro no defrauda y promete lo que cumple. Es, como dice en el prologo, "el boleto de entrada a una fiesta en la que todos hablan, todos gritan, todos opinan y hasta dicen mentiras".