Cultura

Una tragedia griega... ¿o una tragedia a la griega? Antígona, levántate y anda

El líder de Syriza, Alexis Tsipras, logró  revalidar su victoria en las elecciones anticipadas de Grecia que él mismo forzó tras firmar el tercer rescate del país, unos comicios marcados por la abstención más alta de la historia. ¿Agotamiento? ¿Tragedia o parodia?

  • Tsipras revalida la victoria con las cuotas más altas de abstención.

De los tópicos con los que se abanica Occidente, éste es de los más lapidarios. Lo escribió Marx en su libro El 18 brumario. Para comparar entonces Napoleón el Grande con su sobrino, Luis Bonaparte, el autor de El Capital aludió a las repeticiones de la historia. La primera vez ocurre como tragedia y la segunda vez como farsa.

Tras un severo y dramático rescate, los griegos acudieron, exhaustos, a unas elecciones generales adelantadas. Con más del 60 % de los votos escrutados, Syriza se erigió como vencedor con un 35 % y 145 escaños, por delante de los conservadores de Nueva Democracia, que han logrado un 28 % y 75 diputados. Tsipras anunció que repetirá la coalición que formó junto al grupo nacionalista de derechas Griegos Independientes (ANEL) en enero.

Hace unos meses, apenas al comienzo del verano, el escritor Petros Márkaris (Estambul, 1937), el padre del comisario Jaritos, protagonista de la serie de novelas negras publicadas por Tusquets, despachaba sus mejores quejas contra unos y otros: gobierno griego y Bruselas, a Troika y la pared. “No se puede votar alegremente como quien va a unos carnavales”, decía en alusión al que fue el referéndum que hizo de preludio para un rescate con unas condiciones peores a las previas. Hoy queda el carnaval, aunque no se sabe si tal cosa como la alegría. Que éstas han sido las elecciones con la abstención más alta de la historia.

La tragedia… la tragedia, la tragedia

La tragedia es un género que afirma la vida: en ella se desbordan y jalonan al mismo tiempo las tensiones del individuo enfrentado consigo mismo y con la voluntad de los Dioses. El héroe trágico está marcado por la fatalidad de un destino antes de darse cuenta de ello. De ahí su vigencia: nosotros, como Medea o Antígona, llegamos a un mundo ya construido y no siempre a nuestro favor. Esa es una de las ideas centrales que sobre ese género escribió Nietzsche en El nacimiento de la tragedia, su primer libro, publicado en 1871. En pleno rapto del romanticismo en Europa.

Hamlet o Edipo, cualquier héroe trágico encubre a un Dionisos -el rey de la vendimia, arquetipo del exceso y el éxtasis- sufriente, despedazado y enloquecido por linaje. El héroe trágico se rebela contra algo establecido o lo intenta: Antígona desafía a la ley para enterrar el cadáver de su hermano, Medea mata a sus hijos y Edipo se arranca los ojos. Lo han hecho desde hace más de dos mil años y vuelven a repetir su gesto trágico, una y otra vez, contenidos en una relectura que no cesa y que se recrudece, como eufemismo. Evocar la tragedia griega, además de ser una socorrida imagen para titulares de prensa, supone la manifestación de algo. Pero, ¿contra qué se rebela o se reafirma esta Grecia?

Catarsis…

En su Poética, Aristóteles asegura que la tragedia encierra la catarsis, esa facultad de redimir y purificar al espectador. Alrededor de ella se desencadena la reflexión sobre el proceso de formación de la ciudad y la democracia. La tragedia antigua no era solo un espectáculo, como lo entendemos hoy, más bien se trata de un rito colectivo de la polis, una especie de ceremonia ciudadana. Releer y revisitar la tragedia es un gesto político como ninguno. Aunque, todo sea dicho: una cosa es la platea de un teatro y otra las urnas de una contienda electoral. De ahí que en pleno desbarajuste griego -golpeados por la dura situación económica y a punto de ser engullidos por la serpiente arrojada a la charca-, la comparación resulte tan clara y elocuente. Si Marx tenía razón en aquello de que la historia ocurre como tragedia y se repite como farsa, habrá que arrancarse la máscara, apurar la risotada para que el edificio se agriete, de una buena vez. Despertaremos cuando los escombros comiencen a llover sobre nuestra propia vigilia.

El año pasado, el sello La Oficina publicó una edición de la traducción que hizo Hölderlin de Antígona. El libro recoge el texto bilingüe de Hölderlin, acompañado de sus Anotaciones a Antígona. Traducida al castellano por Helena Cortés Gabaudan, la versión de Hölderlin está acompañada de la Antigone, una película de los realizadores franceses Jean-Marie Straub y Danièle Huillet, que recoge a su vez –subtitulado en español–, el texto teatral de Bertolt Brecht basado en la traducción de Friedrich Hölderlin. La edición viene acompañada de un estudio introductorio de la traductora y de un prólogo del catedrático Arturo Leyte, quien vuelve a arrojar luz sobre la forma en que la obra de Sófocles adquiere peso en la actualidad. Tragedia griega… ¿tragedia a la griega? A veces, resultaría mejor no averiguar. Si Ismene era una mujer celosa de las leyes y Antígona una furibunda defensora de su propia creencia de la ley y la justicia, ¿qué quedaría si ambas, agotadas, se funden en el falso carnaval? ¿Quién gana y quién pierde? ¿Cuál coro advertirá a quiénes sobre lo que se avecina?

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