Albert Boadella, como el Bartleby de Melville, preferiría no hablar de este asunto, pero al final accede. Al momento de opinar sobre la polémica que rodea la prisión de los dos titiriteros acusados de enaltecimiento al terrorismo, el actual director de los teatros Canal tiene la autoridad moral y estética suficiente: a finales de 1970 -cuando dirigía Els Joglars- fue encarcelado y juzgado por una ley militar a causa de un supuesto delito de injurias contra el ejército en el montaje La Torna. Así que Boadella sabe de lo que habla.
"El tema profundo detrás de todo esto es la ficción, que suele tener otras consideraciones", dice Boadella
A su juicio, hay dos temas clave: la diferencia entre ficción y realidad, así como la responsabilidad estética, política, legal y cultural de una obra, sea del tipo que sea. "El tema profundo detrás de todo esto es la ficción, que suele tener otras consideraciones. No es lo mismo sacar una pancarta ante cien mil personas en una manifestación que en un teatro. Y sobre eso yo destacaría algo: a este paso llevaremos a Otelo a los juzgados por violencia de género. Hay que ser muy serios con esto", asegura.
No deja de lado el director teatral catalán la responsabilidad -en todos los sentidos- de un determinado gestor cultural y su programación institucional. "Yo, como director de los teatros Canal soy plenamente responsable de lo que se programa y se coloca sobre un escenario", explica al momento de señalar un primer nivel de responsabilidad y que alude a quienes programan un determinado contenido. "Más que hablar de este tema, me gustaría escribir. Porque es complejo, y mucho", asegura el director al otro lado del teléfono tras hacer una pausa en las largas sesiones de ensayo que copan sus días.
Con estas opiniones se refiere Boadella a la polémica que comenzó el viernes pasado en Madrid y por la que permanecen en prisión los dos responsables del espectáculo de títeres La Bruja y Don Cristóbal. La obra, que ha sido señalada como enaltecimiento a terrorismo, mostraba a dos guiñoles que sostenían -en principio por una ironía alusiva al guion- una pancarta con supuestas vivas a la organización terrorista ETA. El espectáculo fue ofrecido por la compañía Títeres desde abajo y contratado por el Ayuntamiento de Manuela Carmena para un público infantil durante las festividades del carnaval.