Los vigorosos 83 años de Riccardo Muti deparan la esperanza de que la de este 1 de enero no será la última vez (y con esta van ocho) en que el maestro napolitano dirija a la Filarmónica de Viena en el tradicional Concierto de Año Nuevo. Qué exhibición tan tasada como eléctrica. El ritual mañanero va ya por su edición número 85 con esa liturgia kitch tan suya que explica una vigencia cíclica para los más de noventa millones de destinatarios de un programa previsible, y por tanto eficaz, gracias a que el espectáculo que se ventila en la Musikverein inevitablemente le conduce a uno a conceptos como el civismo o el simple buen gusto, tan indicados siempre para abrir una nueva etapa repleta de las mejores intenciones.
Muti es una combinación extraordinaria de rigor y emocionalidad. La batuta hace el concierto, y es posible que la de este miércoles figure ya como una de las ejecuciones más perdurables del italiano al frente de la Filarmónica de Viena, a la que ha dirigido más de quinientas veces desde que comenzó a relacionarse con una de las formaciones musicales más canónicas del mundo, allá por 1971.
La novedad del programa -se ha repetido de forma machacona- tenía nombre de mujer, Constanze Geiger, la primera compositora cuya obra ha sido incluida en el Concierto de Año Nuevo de Viena. Muti explicó hace unos días que si eligió su vals 'Ferndinandus', fue por la calidad musical de una artista admirada en su época, y que, en consecuencia, su sexo le traía sin cuidado. La pieza, interpretada bajo el arreglo de Wolfgang Dörner, arrancó la cerrada ovación de un público entregado al talento de Muti, que condujo la composición por los terrenos más ortodoxos, sin salirse un ápice de unas notas tan inconmovibles que dejan poco margen al devaneo.
Bicentenario de Johan Strauss hijo
Pero en la Sala Dorada todo gira sobre el clan Strauss, sin el que nada tiene sentido. El menú de este año ha arriesgado muy poco, y el plato principal ha sido Johan Strauss hijo, de cuyo nacimiento se conmemora este 2025 su bicentenario: nueve de las dieciséis obras interpretadas salieron de la mano del más brillante de la familia, entre ellas, claro, 'El Danubio Azul', y más valses y polkas que, junto a otros títulos ('El barón gitano') inspirados en operetas italianas, tan del gusto del propio Muti, conformaron lo mejor de un repertorio tan poco innovador como luminoso en su desarrollo, encauzado por una adusta ejecutoria con esa paradójica capacidad de tocar la fibra del menos predispuesto.
A partir de ahí, 'Golondrinas del pueblo de Austria', de Josef Strauss, 'Aireado y perfumado. Polka rápida', de Eduard, 'La muchacha de las violetas', del coetáneo Josef Hellmesberger hijo, se combinaron con los 'hits' de cada primero de enero que prefiguran 'La Marcha Radetzky', de Johan Strauss padre, con la que ya el público se desmelena para dar por inaugurado el año como corresponde.
Un canadiense para 2026
La televisión austriaca pone el resto en un concierto cuya transmisión es un paisaje al pastel acompañado de un ornato floral que de candoroso se transforma en encantador, sobre todo para los vieneses. Esta vez, un documental de tintes lisérgicos que entrelazaba el legado de los Strauss con el mundo espacial de Kubrick, y la coreografía hotelera y museística del Ballet Estatal de Viena, con la presencia en él del bailarín salmantino Andrés García Torres, integrante de la compañía desde 2014.
En su felicitación, Muti se dirigió a la audiencia para expresar, en italiano, sus deseos de "paz, fraternidad y amor en todo el mundo". Así sea a la espera del Concierto de Año Nuevo 2026, que será dirigido por el canadiense Yannick Nézet-Seguin.
ElOjeador
01/01/2025 17:39
Calderilla de trompetero ... si lo comparamos con Azagra: la eminencia ibérica.