Cultura

Beethoven como un Sherlock Holmes de la mano de Martín Llade, la voz del concierto de Año Nuevo

El periodista publica 'El misterio Razumovski' un thriller histórico ambientado en el marco del Congreso de Viena

  • El músico retratado por Joseph Karl Stieler, en 1820.

Además de presentar el programa “Sinfonía de la Mañana” en Radio Clásica y ser la voz que nos comenta desde 2018 el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, el periodista Martín Llade (San Sebastián, 1976) desarrolla una prolífica faceta de escritor que le ha llevado a idear un thriller histórico que convierte a Ludwig van Beethoven en avezado detective: El misterio Razumovski (Ed. Penguin libros). El compositor se ve envuelto en la investigación de una serie de crímenes acaecidos en el entorno directo del conde Andrei Razumovski, mecenas y protector suyo. Será el joven pasante de abogado y violinista Anton Schindler, convertido en un remedo de Watson para compartir esta aventura, quien nos irá narrando los acontecimientos. Ambientada en el marco del Congreso de Viena, lo que permite encuentros con los personajes más importantes y fascinantes del momento, esta novela llena de intriga, humor y maestría a la hora de conjugar realidad y ficción nos arrastra con la fuerza de una acción trepidante. 

Pregunta. ¿Cómo se le ocurrió convertir a Beethoven en protagonista de una novela detectivesca?

Respuesta. Fue una broma. Con mi anterior libro iba de editorial en editorial y me preguntaban siempre si no tenía algo policíaco. Tanto es así que le decía a mi mujer “a este paso, me veo convirtiendo a Beethoven en detective”. Total, que tras un año haciendo la broma, le dije “oye, a ver si alguien lo va a hacer de verdad y me voy a arrepentir”. Así que me puse a ver si se podía hacer ¡y vaya que si se podía! Es un ejercicio muy bonito para atraer a los lectores a temáticas por las que de otra manera no se habrían interesado. Y salvo contadas excepciones, la gente me está diciendo que le encanta este Beethoven, a pesar de las cosas que hace y su forma de enfadarse.

P. En su libro anterior, El horizonte quimérico, reúne relatos sobre muchos compositores en los que adopta puntos de vista y registros muy variados. No tiene nada que ver con este Misterio Razumofski.

R. No, se trata de relatos de ficción completamente. 

P. ¿Ha sido ésta la manera de unir su pasión por la literatura con su pasión por la música?

R. Nunca pensé que escribiría sobre música, pero también es cierto que echo de menos la presencia de la música clásica y los compositores en la narrativa de género. Me han preguntado si creo que me voy a encasillar y mi respuesta es que, mientras me divierta haciéndolo, no me consideraré encasillado, porque encasillarse es tener que seguir una dirección quieras o no.

P. Beethoven es el detective de la historia, pero la novela está narrada desde el punto de vista de un joven admirador que se convierte en su secretario, Anton Schindler. Se trata de un personaje real que efectivamente, ocuparía esa posición y que sería uno de los primeros biógrafos del compositor. ¿Por qué lo eligió a él como el Watson de la historia?

R. Buscaba un narrador y al principio pensé que no podía ser Schindler, porque fue secretario de Beethoven en realidad unos años después. Pero lo curioso es que descubrí que se habían conocido en el mes en que empieza la novela. Schindler es detenido por error por participar en una manifestación de revolucionarios y Beethoven intercede por él a través de Schuppanzig, violinista del cuarteto del mismo nombre, contratados por Razumovski e intérpretes habituales de la música de Beethoven. Aunque no sabemos cómo se desarrolla la historia, lo que sí está claro es que la relación entre el compositor y Schindler se inicia entonces. Además me venía bien que fuera un joven inexperto, como el Schindler de entonces, que tenía 19 años y era un verdadero groupie de Beethoven. También es verídico el dato de que, durante los tres años que sirvió de secretario al compositor, jamás le pagó y lo echó de su casa, hablaba pestes de él. Y es verdad que Schindler no sólo era bastante mentiroso sino que se le ocurrió imprimirse unas tarjetas en las que ponía “Anton Schindler. Amigo de Beethoven”. Esto aparece en la novela, por cierto.

P. Una de las cosas que me gusta de su personaje de Beethoven es que no lo ha endiosado en absoluto. De hecho lo presenta como un ser contradictorio que combina la filantropía universal con la misantropía hacia cada individuo, un ilustrado pero que en el trato personal resulta muchas veces realmente abyecto.

R. Y si además tenemos en cuenta las circunstancias familiares y personales que tuvo que superar, pues la verdad es que bastante hizo. Hay una escena en que Schindler llega a la casa y se encuentra a Beethoven con el compositor checo Václav Tomasék y un discípulo y le extraña que esté siendo tan amable con él. Aunque ese encuentro está documentado, pensé que tanta gentileza en alguien que siempre está criticando a los demás era imposible, así que le doy una vuelta de tuerca y le hago decir, cuando se van, que es un compositor muy mediocre pero que debe ser muy buen profesor, porque su alumno es tan mediocre como él.

P. ¿Cómo ha hecho para construir una novela con tantos personajes y tantos datos y atar todos los hilos?

R. Partí del hecho real que es el final de la novela y que no voy a contar. Vi que en la vida de Razumovski había sucedido un hecho muy impactante y lo que hice fue pensar en cómo llegar hasta ese punto, que es muy cinematográfico. Me inventé el argumento y los crímenes y pensé en cómo podía urdirse una trama. Claro, ese hecho impactante sucede durante el Congreso de Viena, con lo cual me veía forzado a recrearlo y a hablar de lo que era. Esto no es nada sencillo y de hecho Beethoven al principio de la novela traza una especie de croquis para explicar al lector lo que está pasando de forma simplificada. Napoleón no aparece en toda la novela pero está muy presente, como Goethe, como dos espejos en los que Beethoven se mira para algunas cosas. Napoleón, cuya corte fue absolutamente irrelevante en  lo musical, por cierto.

P. La novela transcurre durante el Congreso de Viena pero se desarrolla en las fiestas de las embajadas, allí nadie pega palo al agua.

R. Yo quería hacer una especie de Dolce vita, así que me centré en las fiestas: la prusiana es la más aburrida, en la francesa son todos unos chaqueteros medio perversos -quería meter a Chateaubriand y a Talleyrand, claro-. Al mismo tiempo, es muy importante destacar que el Congreso de Viena fue el primer intento de una Unión Europea, que fracasa, pero ahí está. Por eso también me gusta unirlo con Beethoven, que escribe por encargo la cantata "El momento glorioso" para celebrar este acontecimiento. 

Martín Llade con su última novela.

Martín Llade con su última novela.

P. Es una obra muy desconocida de Beethoven.

R. Claro, es que es muy incómoda para la leyenda. Se trata de una obra absolutista en la que se ensalza al Emperador y al Congreso de Viena. O sea, que rompe con el Beethoven revolucionario y republicano. Y además, es el mayor éxito de su carrera, con seis mil personas en el público. Ganó mucho dinero con ella y sin embargo, a día de hoy, existen muy pocas grabaciones de esta obra. 

P. ¿Cómo seleccionó a los personajes?

R. Pues viendo cuáles eran las relaciones de Beethoven, sus familiares, sus amores, sus protectores, sus amigos… Todo eso está ahí. Pero es que estamos hablando de 1814, una época fascinante artísticamente. Naturalmente está Goethe, o Lord Byron, que era célebre en el ámbito germánico, lo cual no deja de parecernos increíble. De hecho, Beethoven toma algunos de sus poemas para las Canciones Escocesas. Hasta Jane Austen está por ahí, Hoffmann… Es un momento alucinante, el inicio de una época que llega hasta nosotros. 

P. Un cambio de paradigma.

R. El Clasicismo, que lo adoro, responde a un concepto de la música como fórmula matemática capaz de producir belleza por un juego de simetrías. Con Beethoven, la obra de arte nace del puro impulso personal no extrapolable a otra persona. En el Clasicismo todo es más predecible -y se me ha criticado por decir esto- pero lo predecible no es un defecto: que el sol salga cada mañana es predecible pero no sólo no es un defecto, sino que es maravilloso. Lo predecible tiene la recompensa de que, en cierta medida, controlamos nuestro entorno. El hecho de sumirnos en lo inesperado, en algo que puede ser bueno o malo, alegre o triste, es la concepción de la vida como una aventura que no sabemos dónde acabará, y las pasiones desatadas del amor verdadero, no como un contrato. Estamos hablando de una sociedad en la que la ruptura del antiguo orden tiene consecuencias no sólo políticas, sino también sociales y se aproximan las formas de vivir de las diferentes clases sociales. Quizá no las condiciones de vida pero sí la forma de ver el mundo. Esto nos lo trae la música de Beethoven: es la primera que se dirige al conjunto global de la Humanidad. Esto está formulado por un misántropo al que hastiaban sus semejantes, que se sentía incomprendido por su sordera, por sus dolores de estómago y por el hecho de que algunas de sus obras fueran recibidas con absoluta indiferencia, como el Concierto para violín. Cuando miles de personas asisten a tu funeral, es que no sólo condes y duques han tenido la oportunidad de escucharla y disfrutar de ella. La música hasta el Clasicismo era sólo para quien podía permitírsela. El negocio editorial también se expande en esa época, con reducciones para piano de obras orquestales lo que supone que la música podía ser un bien de consumo común sin cortapisas. Incluso la educación musical no era algo imposible para los más desfavorecidos, que podían acceder a ella a través de la Iglesia, los coros, protectores… Todo eso está ahí y Beethoven es una gran figura que lo rompe todo en su época. Es un momento primordial de la Historia del mundo.

P. Hablando de condes y duques, Beethoven parece llevarse bien con todos los aristócratas de Viena y ellos pierden el oremus por tenerlo en sus fiestas, por demostrar su cercanía con el compositor.

R. Sí, pero él no le dora la píldora a ninguno.

P. Sí, es verdad, incluso parece que los maltrata un poco y eso les gusta.

R. Les llamaba la atención que no se sometiera. 

P. Otro aspecto que llama la atención es su faceta de mujeriego de éxito, porque tampoco su físico era despampanante.

R. Y tanto que tenía mucho éxito. ¿No ha tenido mucho éxito Keith Richards, por ejemplo? Por no hablar de grandes artistas que en su senectud, han atraído a muchas mujeres, como Picasso o Chaplin, por ejemplo. Te enamoras del mito. Y hay que tener en cuenta que Beethoven fue la primera estrella de rock moderna. Era conocidísimo, sin redes sociales. A su funeral acudieron entre veinte y treinta mil personas en una ciudad de cien mil habitantes. Cuando comienza el relato, Beethoven ya ha compuesto sus primeras ocho sinfonías, todos sus conciertos, las sonatas más conocidas, ha estrenado la versión definitiva de Fidelio. O sea: que ya es Beethoven.

P. En la novela, Beethoven dice a menudo algo así como que si encontrara un buen poema, escribiría una gran obra, haciendo referencia a la Novena Sinfonía, como si fuera una idea que le estuviera rondando la cabeza.

R. Sí, pero es que El momento glorioso es una especie de antecedente de la Novena sólo que con un texto sin interés, de ahí ese pensamiento suyo de encontrar un obra literaria de altura para ponerle música.

P. Las obras que sugiere para escuchar al comienzo de cada capítulo a veces tienen una relación directa con la narración, pero no siempre.

R.A veces representan más bien la temperatura emocional. 

P. ¿Algún personaje por el que tenga debilidad ? 

R. Me gusta Amali Seewald, mujer de la que se enamoró y personaje en quien las biografías de Beethoven no hacen mucho hincapié, pero que es el espíritu de la Octava Sinfonía, ahí es nada. Curiosamente es la más modesta de las sinfonías famosas. 

P. ¿Piensa que puede suceder con su novela como con Amadeus y que los lectores acaben creyéndose que la historia de Beethoven es como Vd. la cuenta?

R. Pues egoístamente he de decir que eso sería bueno para mí. Escribir una novela teniendo Google a mano es muy fastidioso para los autores. Pero hay muchas cosas tan anudadas que va a costar saber qué es verdad y qué es ficción. De hecho pienso que yo mismo en unos años, no lo tendré claro. Además, lo que me interesa a mí en una novela histórica es que la mezcla entre realidad y ficción esté tan bien imbricada que sea imposible discernir lo uno de lo otro, como sucede en Yo, Claudio. Lo hace tan bien Robert Graves que parece que escribe como los romanos de la época, la misma forma de exponer los temas. El juego, el engaño, el despiste, que parezca casi más auténtico lo que añades que la realidad. Los  hechos más auténticos de la novela son por los que me han preguntado como si fueran mentira, como el turco mecánico que juega al ajedrez y que derrotó a Napoleón.

P. ¿Está usted pensando en algún otro compositor para seguir con la saga detectivesca?

R. Sí, me encantaría y además se hace poco con la literatura de género. En este caso, la fuerza de Beethoven y su música ha tirado de mí, ha sido una gasolina para el entusiasmo. A la gente que le gusta la música como a mí, creo que le puede encantar imaginar vivir una aventura con sus héroes o heroínas -que también las hay-. Y por otro lado, el género histórico se recrea mucho en anécdotas bélicas y yo siempre he pensado, con todo el respeto, que prefiero recrearme en creadores de arte y en benefactores de la Humanidad. Además, escribir sobre Beethoven es escribir sobre Dios. Todo el mundo ve su imagen y sabe quién es. Es uno de los personajes más famosos de la Historia, más famoso que Bach y que Mozart para el gran público. El comienzo de la Quinta Sinfonía, junto con La Primavera de Vivaldi y quizá la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart, son las músicas más conocidas del mundo. ¿Se puede decir más con menos?

P. En Beethoven siempre una pequeña célula está en el origen de todo.

R. El todo expresado a través de la nada, cuatro notas. Por algo seguimos hablando de él en pleno siglo XXI.

P. ¿A qué compositor le hubiera gustado entrevistar en Sinfonía de la Mañana?

R. Pues a Beethoven, a Mozart, claro… ¡a todos! Pero bueno por decir alguien un poco fuera de lo común, a Prokofiev.

P. A usted le gusta mucho Prokofiev.

R. Sí, aunque no debía ser muy simpático. Pero claro, crear obras de arte maravillosas no implica tener don de gentes, lo que no dices con palabras lo dices de otra manera. En el caso de Prokofiev, sus circunstancias vitales al final de su vida en la URSS tampoco eran las más propicias para tener un buen carácter, de joven era más vitalista y risueño. Ah, y hay otro que debía ser la bomba y muy simpático, según he podido ver en algunas entrevistas en la televisión francesa: Francis Poulenc. 

P. Sí, conozco esas entrevistas, era un hombre divertidísimo. 

R. Y su música es tan sana…

P. Hablemos un poco del concierto de Año nuevo de la Filarmónica de Viena, que dirigirá Riccardo Muti por séptima vez y que Vd. presenta desde 2018 para RTVE. ¿Va a haber alguna sorpresa en el programa?

R. Pues en esta ocasión sonará una obra de la compositora Constanze Geiger, una mujer contemporánea de los Strauss que fue también pianista pero que cesó su producción como autora al casarse con el príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo y Gotha.

P. Supongo que la inclusión de una mujer compositora obedece en buena parte a esas acusaciones que se vierten regularmente contra la Filarmónica de Viena de ser una institución extremadamente machista y tradicional.

R. Es una orquesta efectivamente muy tradicionalista. Ellos lo achacan a sus estatutos y a un largo proceso según el cual los nuevos integrantes tienen que esperar a que haya plazas. Como durante muchos años las mujeres tuvieron vetado el acceso a la Filarmónica, ese protocolo suyo no favorece un cambio rápido en el terreno de la igualdad. Esto contraría y choca  sin duda con el pensamiento y la sensibilidad actuales y aunque algo se ha hecho, la cosa va lenta.

P. Pregunta obligada en este sentido: ¿veremos pronto una mujer al frente de la Filarmónica de Viena en un concierto de Año Nuevo?

R. En general ellos se confían para este acontecimiento a directores con los que hayan trabajado durante mucho tiempo o en numerosas ocasiones. El número de directoras que se encuentran en esta situación es realmente pequeño. El nombre que me viene a la cabeza es el de Simone Young, que sí les ha dirigido bastantes veces. Pero hay que decir también que  durante mucho tiempo, la orquesta tenía un titular que los dirigía en todos los conciertos hasta que se retiraba o se moría, y ahora, aunque han cambiado un poco, han optado por trabajar con unos tres o cuatro directores. No es algo que hagan a lo loco. Por ejemplo, Dudamel no ha vuelto desde 2017, así que no sé si hay que pensar que no les convenció. Suelen optar por repetir las mismas batutas, como es el caso de Muti o Thielemann, entre los directores que se han subido al podio desde que me ocupo de la retransmisión. Lo de sorprender no les va y creo que vamos a tardar en ver a una directora al frente de este concierto.

P. Al fin y al cabo, este concierto es una tradición y en cierto modo, la evolución de la tradición tiene su sentido cuando se hace de forma natural, no por imposiciones externas. 

R. El concierto de Año Nuevo es el más visto, el más transversal y el que tiene un público más amplio y diverso del mundo y se seguirá viendo. Lo de quién lo dirige viene a ser algo así como lo del Premio Nobel de literatura, “quiero que se lo den a Fulanito”, pero eso no lo decide el gran público, sino un jurado. ¿Es una verdad universal? ¿Quiere eso decir que quien gana es siempre quien más lo merece? Pues si vemos el listado de nombres del Nobel -y no sólo en literatura- es evidente que no, pero es una decisión de un grupo  pequeño de personas para, en teoría, satisfacer a un número enorme de gente. Por otra parte, hay que decir que ya quedan pocas batutas legendarias. Además de Muti, vemos que Barenboim está retirado, Chailly no parece haberse entendido muy bien con la orquesta, Zubin Mehta está muy mayor, Gergiev queda fuera por otras cuestiones… La realidad es que hace unos años convivían Karajan con Giulini, Carlos Kleiber, Abbado, Prêtre, que eran leyendas en vida y no hablo sólo del concierto, sino del momento. Kleiber hizo magia, Von Karajan sólo dirigió una vez, pero qué vez.

P. En 2020, el gran bailarín y coreógrafo español José Carlos Martínez se encargó de dirigir la coreografía del ballet para este concierto, pero lo de ver a un español con la batuta al frente de la Filarmónica de Viena ese día tampoco parece muy viable por ahora.

R. Es el mismo motivo: tiene que ser alguien que lleve mucho tiempo trabajando con la Filarmónica de Viena. Si Muti tiene aguante, le veremos en más ediciones. 

P. Pese a todos los pesares y las críticas de fondo, seguiremos viendo el concierto de Año Nuevo

R. Al final lo que no cambia es que es música de los Strauss  y la Filarmónica de Viena. 

P. Un disco para Reyes.

R. ¡Cualquiera! Pero concretando, me ha gustado mucho el CD de Josu de Solaun con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León bajo la dirección de Isabel Rubio con los Conciertos para piano n.º 3 de Rachmaninoff y n.º 2 de Prokofiev.


 

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