Sólo tres mujeres consiguieron ocultar su embarazo en Mauthausen. Una de ellas era Anka, su madre: una joven polaca que sumaba a duras penas 28 años y 30 kilos al momento de dar a luz. Cuando Eva Clarke nació, el Tercer Reich se desmoronaba y Hitler se quitaba la vida en su búnker de Berlín. Y así llegó ella al mundo: entre moribundos y condenados a muerte… La vida abriéndose paso entre la paradoja. Esta es la historia, junto a las otras dos de quienes nacieron a pesar de todo, que se cuenta en Nacidos en Mauthausen (RBA).
Eva Clarke suma hoy 70 años, los mismos que se conmemoran del fin de la guerra. A través de la prosa de la periodista Wendy Holen, esta superviviente cuenta cómo y de qué manera llegó a un mundo golpeado por la muerte. Acaso cubierta con el manto azaroso que hace invisibles a algunos, Eva Clarke nació a pesar de todas las adversidades. Unos meses antes, Menguele apretó los pezones de su madre; si salía leche, no había más que decir: estaba embarazada. De ahí, pasaría directa a la cámara de gas. Pero no salió ni una gota.
Tras un largo viaje en tren que la llevó desde Auschwitz hasta Freigberg, su madre llegó luego a Mauthausen, uno de los últimos campos nazis en ser desmantelado. Hedionda y llena de pústulas la "descargaron" de un tren a las puertas de Mauthausen y la lanzaron sobre una carretilla, formando un montón de huesos y quejidos, junto a otras mujeres. Mientras entraba en el campo de concentración, Anka se puso de parto. La llevaron a la enfermería y ante el estupor de todos dio a luz a un bebé minúsculo y arrugado, que sólo lloró cuando un prisionero médico que cortó el cordón umbilical le dio una palmada. Era ella: Eva Clarke.
Pero Anka, la madre de Eva, no fue la única. En ese mismo tren viajaba Rachel Friedman, que rodeada de heces, vómitos y cadáveres, dio a luz en la oscuridad de un vagón a su hijo Mark. Era el 20 de abril de 1945, y para celebrar el cumpleaños del Führer le dieron una camiseta rota para tapar a su hijo y ración extra de agua sucia. Una tercera historia completa esta asombrosa trinidad: la de Priska Löwenbeinová, también de 28 años, quien consiguió seguir adelante con su embarazo a pesar de trabajar como esclava en una fábrica de Freigberg y apenas ingerir alimentos. Dio a luz en una mesa a una niña que fue trasladada, junto a ella, en un tren a Mauthausen.
Aquellas tres mujeres nunca supieron de la existencia de las otras, prueba irrefutable de sus empeños por ocultar el embarazo. Cada una de ellas consiguió engañar en solitario a sus captores. Nacidos en Mauthausen cuenta esas tres historias basándose en los testimonios que dejaron aquellas tres mujeres, a quienes la autora jamás conoció pero de quienes tuvo conocimiento a través de las cartas, los relatos escritos y las declaraciones que ellas mismas dieron antes de morir. A las voces recuperadas de estas mujeres se suman las de sus hijos, los tres niños nacidos en los campos: Hana Berger Moran, Mark Olsky y Eva Clarke. A estas fuentes primarias se suma el archivo recopilado por Wendy Holden, quien aprovecha este relato para reconstruir la historia del auge y caída del III Reich. Las vidas de cada una de las madres, Priska, Rachel y Anka, transcurren en paralelo al periodo de entreguerras y la II Guerra Mundial.