Uno de los consolidados “hombres para todo” en cuestiones culturales es Daniel Gascón (Zaragoza, 1981), que ha pasado de ser un traductor casi anónimo a convertirse en un nodo de muchos jóvenes letraheridos. Conversador más reflexivo que irónico, ese laconismo impregna gran parte de su pulcro y admirable El padre de tus hijos (Random House, 2023); recopilatorio de cuentos, de oportunidades amorosas perdidas más bien, con un respeto a las deseadas que contrasta con la tradición de cipotes de Archidona de nuestra literatura: los tiempos cambian y las relaciones también.
Pregunta. ¿Cómo surge este recopilatorio de cuentos? ¿Tienen una idea en común para ti? ¿Quizá el marco de Zaragoza?
Respuesta. El marco de Zaragoza está sobre todo en la primera parte, pero sí pensaba un poco en la idea de las hadas del amor, en cierta manera. Y una cosa que me decía el historiador David Jiménez Torres sobre la pérdida de la inocencia y el deseo de recuperarla. Yo pensaba que estaba la ilusión amorosa y luego esa sensación cuando se desmorona; cómo vas aguantando o te reconstruyes.
P. Cuenta un poco el mundo letraherido de la capital aragonesa, que en sitios como Madrid o Barcelona es prácticamente desconocido y enhebra muchos cuentos
R. Seguramente, como siempre pasa, hay muchos mundos letraheridos. Pero el que más conozco yo, del que vengo, es el del escritor Félix Romeo que tenía algo de persona que aglutinaba a mucha gente. De generaciones diferentes, incluso, porque ahí estaba Antonio Labordeta, Eloy Fernández Clemente Clemente. Luego, escritores que a lo mejor no vivían allí, pero que estaban mucho como Javier Tomeo o Martínez de Pisón, también de edades distintas. Y, claro, un grupo más amplio en el que estaban, por ejemplo, periodistas y escritores como Miguel Mena, Cristina Aranda -que a mí me encanta-, Ismael Grasa, etcétera.
También aparecen editoriales, como es el caso de Xordica. En resumen, era un grupo yo creo bastante heterogéneo y que me llevaban unos años. Los sitios para verse eran las librerías Antígona, Los portadores de sueños y también Casa Emilia. Murió hace poco el dueño y era un restaurante histórico donde se reunía la cultura de allí.
P. De hecho, al leer tus cuentos tengo la impresión de que todos son protagonistas de un pequeño mundo literario propio de una película de Chabrol. No sé si sobrevive este tipo de universos en Madrid, ya que en la capital más que en la literatura se centra todo el mundo en la política…
R.Supongo que quizá este mundo literario en Madrid también existirá, pero también la capital tiende a ser más dinámica, más grande…Yo creo que en muchas ciudades de tamaño medio de España sí que tienes ese grupo de gente, todos los periodistas lo tienen y quería recrearlo un poco en el cuento. Yo pensaba, claro, en ese grupo de amigos hablando que aparece en Broadway Danny Rose de Woody Allen. Todos nos ponemos a hablar del amigo más disparatado cuando no está delante…
P.¿No es curioso el tono de las piezas? Acostumbrados todos al estilo estentóreo de la obra de Anagrama tipo, es difícil ya leer estos cuentos de gente pequeña, con ambiciones pequeñas
R. Sí, supongo que es como un tono, digamos, un poco lacónico, discreto, que es mi forma natural. A veces me gustaría dominar otros registros, pero este es el que me sale más. Eso que luego dices de Anagrama, pero luego hay muchísimos autores para mí en ese registro en la editorial ¿no? Es allí donde se edita a Raymond Carver o Richard Ford...
P. No precisamente los superventas de Anagrama, que eso también hay que decirlo…
R. Bueno, a Carver le fue bien, seguro. Esa especie de escritura, digamos, sombría, pues me gusta mucho, sabiendo que también admiro cuando hay una escritura pues más efectista que funciona. Y una de las cosas que espero haber aprendido un poco y que espero desarrollar con la traducción es saber moverte en registros un poco distintos. Ampliar un poco la voz.
P.¿Coincides con el juicio de Miguel Delibes por el cual solo vivir en provincia permite convertirse en narrador de pequeñas vidas? En una ciudad más pequeña se pueden vivir los finales de muchos de los personajes
R.Creo que siempre las máximas que tienen los escritores son muy interesantes, ayudan sobre todo a explicar la literatura de ellos y no son universalmente aplicables, ¿no? Porque también en las ciudades hay muchísimas vidas pequeñas; precisamente en la ciudad tienes una experiencia vital muy variada: cada barrio es diferente a otros. Hay, también, una grandísima tradición de novela urbana o de la transformación de la ciudad. Ahora bien, creo que el mundo rural, la ciudad pequeña, tampoco hay que despreciarla ya que a lo mejor te facilita que te fijes, que aísles en los elementos. Es como la cita de Flaubert sobre Sócrates: cualquier cosa que mires con atención suficiente se vuelve interesante sea en ciudad grande, pequeña o pueblo.
P.¿Cuánto hay de biográfico en estos cuentos? No es necesario que seas muy preciso con la respuesta, por respeto a las féminas evocadas…
R. (risas) Siempre te preguntan eso y, por otra parte, los escritores siempre queremos saber de los otros escritores. Hay algunos cuentos en los que aparece Félix Romeo, los más juveniles. Uno que es una excursión que hicimos de unos chavales que se fueron al pueblo de al lado...
P. En ese pueblo os guardan poco cariño; es una de las partes más divertidas y castizas del recopilatorio
R.Exacto, sí. Íbamos un poco arrastrados por las chicas mayores, ya que ellas estaban ligando con los macarras del pueblo de al lado. Y, lo demás, más que de hechos concretos quería hacer una especie de trasunto. En un libro de Salman Rushdie cuenta que siempre te preguntan por ello, por cuánto es real, y respondía de manera perfecta con “solo un 17%" (risas).
P. ¿No son los amores fantasmagóricos, que vertebran muchos de tus cuentos, el gran tema literario del recopilatorio? ¿Lo pretendías así?
R. Pues, seguramente, aunque no de una forma tan racional, pero sí algo de eso hay. De ahí el título El padre de tus hijos, ya que en los cuentos alguien se imagina el padre de los hijos de otra. Entonces, sí que pensaba que hay como una especie de preocupación, de fantasmagoría como dices tú, que sucede mucho. En los cuentos hay poca acción, pero en la cabeza del personaje hay mucha. Por fuera, película francesa estática, y por dentro, filme de acción: los monólogos.
Aquello de insultar al otro es muy de Quevedo, que es lo que leía Umbral
P.¿Eres consciente de que te van a acusar de melifluo al no introducir escenas más bestias en los cuentos? La sombra de Henry Miller es alargada…
R.Bueno, sí, no poner cosas más bestias. Cada uno escribe lo que puede, no vas a meter un crimen solo por esa razón. O un elemento muy brutal. Aunque también veía que para mí este libro no se movía en ese registro, no lo necesitaba. No quiere decir que en algún momento diga “vamos a ello”. Faulkner tiene algunas escenas bestiales, deseas algún día escribir algo así, pero eso supondría huir de lo autobiográfico. No quería hacer auto ficción, sino despegarme, porque también me parece que con la autobiografía es importante el consejo de Orwell que decía que “toda autobiografía tiene que contar algo deshonroso”.
P.¿Te cuesta introducir el elemento castizo? Hay algún rasgo allí o aquí, pero hay pocos de aquellos tipos propios de las novelas de Cela o Umbral ¿Sobreviven en Zaragoza?
R.Bueno, seguramente sí que habrá. Yo leí mucho a Umbral cuando empezaba a leer periódicos. Además, yo creo que es un escritor que te deslumbra mucho cuando eres joven por la pirotecnia. A Mariano Gistain, que es un columnista que yo adoro, le gusta mucho, pero para mí no ha sido tan importante en mi formación, en mi estética, que otros. Me ha detenido unos gustos más sobrios o anglosajones. Dicen que, cuando nací, me sacaron con fórceps y un escritor que admiro mucho, a propósito de la anécdota, decía que “me rompieron los adjetivos” (risas).
Te podríamos considerar, entonces, lo que llamaba Umbral escritor angloaburrido….
Bueno, pero eso era muy gracioso porque esa era una de las tantísimas bobadas que decía. Además, la tradición literaria anglosajona precisamente es bastante divertida.
P. Sí, es totalmente cierto: Thackeray, Dickens o Kipling son maestros del tono. Quizá les falta ese “ad hominem” castizo, tan quevedesco…
R. Es verdad que es muy quevediano aquello de insultar al otro, que es lo que leía Umbral.
P. También nosotros leíamos Umbral por ver a quién insultaban, seamos honestos...
R. (risas) Ahora hay también muchos escritores reivindicados por Trapiello que son importantes para mí. Es bonito alimentarse de la mayor cantidad de fuentes que puedas.
P. Vindicando el elemento castizo, ¿Tienes familia gallega? Tu descripción del abuelo gallego es de las partes más divertidas y ocurrentes de estas narraciones cortitas
R. Sí, mi padre es gallego. Es de una aldea de Arteixo y ese abuelo que describo se parece bastante al mío. Se tomaba una botella de vino en la comida y otra en la cena. Él no hablaba castellano en origen y lo había aprendido en la mili, en Marruecos, además de luego Suiza y Alemania. Y la verdad es que era un personaje bastante brutal y divertido.
P.¿Cuál de los cuentos daría una película de Éric Rohmer?
R.Pues no lo sé, quizá este que decíamos: hay una asociación mental que se hace entre Éric Rohmer y el verano. El cuento este gallego es como un verano de adolescencia y de primeros amores; me parece que podría tener algo más así. Podríamos conseguir una subvención de la Xunta de Galicia para llevarlo al cine…
P. Tendrías que poner personajes que hablen gallego, eso sí.
R. En este caso estaría justificado porque en casa de mi padre se hablaba gallego. De hecho, mi padre vino Zaragoza a los 18 años porque era objetor de conciencia…
P. La capital de Aragón tuvo un movimiento insumiso fortísimo…
R. Por eso se fue allí. Con la paradoja aparente de que allí estaba también la academia militar. Entonces él se vino de allí y en mi infancia en la casa había muchos poemas y cosas escritas en gallego. Era la lengua de la casa de mi padre.
P.¿Cuál es la diferencia para ti entre la ficción y el ensayo? Has trabajado los dos con éxito.
R. Bueno, yo creo que en el ensayo tú tienes un compromiso primero con los hechos y después lo importante es la argumentación; convencer a alguien o exponer tu tesis. Y me parece que en la ficción te guías más por una idea estética y de economía narrativa. Y no respetas los hechos importándote más la ordenación de estos. Es un elemento que, en ese sentido, es más libre porque no está atado a la realidad sino a algo que tú te inventas. Es libre y angustioso a la vez.
P. ¿En qué estás trabajando ahora? ¿Cómo sacas tiempo para escribir columnas y libros con cierta promiscuidad en la pluma?
R.Esto se debe a que me divierten muchas las columnas, porque estás obligado a hacerlas. Y luego, también, por una cuestión no sé si de aburrimiento, pero al escribir una columna también te apetece hacer otra cosa que sea más literaria. Entonces, es un poco como escaparme: el impulso de salir de mí mismo aumenta mi productividad.