Los límites entre el bien y el mal siempre han sido objeto de grandes relatos. Desde los clásicos de la literatura hasta los guiones audiovisuales más contemporáneos, son muchas las historias que abordan este concepto. Uno de sus grandes temas es la lucha por el poder, motor indiscutible de la ambición humana.
Dicho tema está muy presente en historias sobre la mafia siciliana, los cárteles colombianos y otros grupos similares cuyas experiencias han generado fascinación en todo el mundo. Estos relatos han sido ampliamente explotados por diversas industrias culturales, algo que ha contribuido a consolidar una visión muy determinada sobre estas organizaciones criminales y sus protagonistas en el imaginario colectivo.
Sin embargo, hasta hace relativamente poco, no ocurría lo mismo con el narcotráfico en Galicia. En comparación con otras historias sobre capos de la droga, este fenómeno apenas había sido trasladado a la literatura o al cine.
Así lo explica Nacho Carretero, periodista gallego y autor del libro Fariña, quien durante su infancia y su adolescencia fue testigo del impacto que el narcotráfico tuvo en su tierra. Carretero creció rodeado de una realidad que le marcó profundamente y sobre la que resultaba complicado hablar, ya que se consideraba un tema tabú.
El periodista fue tomando consciencia de que esto era algo que necesitaba ser contado, hasta el punto de convertirse en una obsesión personal. Así, acabó relatando lo ocurrido en Galicia en Fariña, una obra que se encuadra dentro del denominado “periodismo literario”. Sin embargo, la historia no se quedó únicamente en las páginas de este libro.
El tetraedro de Fariña
Para Carretero, el caso de Fariña “es un ejemplo más de que las grandes historias periodísticas, que tienen una materia prima brutal, demandan ser adaptadas a múltiples formatos”. Y esa “materia prima brutal” parece estar conectada con los grandes temas universales mencionados anteriormente.
Fariña se ha convertido en un poliedro de cuatro caras: la historia relatada en el libro, escrito por Carretero en 2015, se ha vuelto a contar en forma de serie de televisión (2018), espectáculo teatral (2019) y novela gráfica (2019). Todas ellas bajo el mismo título, pero adaptando su contenido a las especificidades narrativas y lingüísticas de cada medio.
Fariña y sus adaptaciones
El proceso de volver a contar Fariña implicó una serie de cambios y ajustes narrativos, condicionados por las características de los nuevos formatos a los que se trasvasó la historia. Además, los responsables de cada una de las adaptaciones eran conscientes de que tenían que generar una experiencia distinta para sus propias audiencias.
Los cambios realizados afectaron a todos los componentes narrativos de la historia. Entre ellos, por ejemplo, al género. El universo de Fariña está compuesto por obras de cuatro géneros muy distintos: 1) un reportaje novelado que se enmarca dentro del periodismo literario; 2) un formato televisivo de ficción seriada que hibrida thriller policiaco y biopic; 3) un espectáculo dramatúrgico basado en los principios del teatro documental, que combina comedia y drama y en el que se integran varios números musicales; y 4) una novela gráfica periodística que bebe del true crime y de la crónica criminal.
Así, la historia de Fariña ha tenido que ajustarse a las convenciones específicas de cada uno de estos géneros, exprimiendo al máximo las posibilidades de cada medio y teniendo en cuenta cada una de sus audiencias potenciales.
Los temas universales de Fariña
Más allá de los cambios formales realizados, los grandes temas universales siguen presentes en las cuatro iteraciones de Fariña. Aunque se trata de un historia eminentemente local, que explica el impacto del narcotráfico en la sociedad gallega, también permite explorar cuestiones fundamentales de la experiencia humana.
Los responsables creativos de cada adaptación coinciden en que, por encima de todo, este relato habla de la avaricia, la ambición y el poder, así como de los límites que una persona puede llegar a cruzar para conseguir sus objetivos. A través de personajes como el contrabandista y narcotraficante Sito Miñanco se aborda la necesidad no sólo de conseguir el poder, sino también de obtener un reconocimiento social dentro de una comunidad pequeña y cerrada, marcada por un contexto sociocultural muy específico.
Para Carretero, además, esta es una historia de ascenso y caída, “y en ese sentido creo que es una de las cosas que resultan atractivas para el lector o para el espectador: esas grandes figuras que alcanzan la gloria y el respeto y el éxito más absoluto, y luego se derrumban de una manera irremediable. Esas historias, esas tragedias, siempre interesan”.
El “filtro subjetivo” del periodista como clave
La historia del narcotráfico en Galicia podría narrarse y reconstruirse desde perspectivas muy diferentes. Sin embargo, cuando alguien adquiere los derechos para adaptar Fariña es porque quiere volver a contar lo ocurrido de una manera muy concreta, marcada por el “filtro subjetivo” del periodista que relata los hechos.
Estas adaptaciones recurrentes de un mismo producto cultural podrían ser vistas por algunos escépticos como una técnica para franquiciar la “marca Fariña” y explotar así su rendimiento comercial.
Pero las adaptaciones de este caso concreto van mucho más allá de una mera estrategia de marketing. Los responsables de cada obra esgrimieron razones narrativas y de carácter personal para adaptar Fariña en otro medio. El modo en el que Carretero cuenta la historia y, más concretamente, su manera de recrear la “esencia gallega” es lo que provocó que se enamoraran del libro.
Al mismo tiempo, la mirada de Carretero sobre los hechos se amplía en cada recreación, complementándose con las perspectivas de los distintos adaptadores. Al volver a contar la historia, cada uno de ellos también ha añadido su propio “filtro subjetivo” al relato, consecuencia del diálogo que se produce en este tipo de procesos creativos.
La materia prima de una narración es imprescindible para determinar la adaptabilidad de una obra. En el caso de Fariña, es posible conectar esa materia prima con los temas universales subyacentes en la historia. Cuando la fábula de un relato explora cuestiones universales y es capaz de compeler a nuevas audiencias, independientemente del lugar, género, o medio en el que se esté narrando, tiene el potencial para ser adaptada.
Fariña es una única entidad que hasta la fecha se refleja a través de cuatro caras distintas. Este tetraedro narrativo constituye un universo metatextual que cruza varias fronteras mediáticas. Y todavía podría expandirse aún más, en un futuro no muy lejano. No en vano, como subraya el propio Carretero en el epílogo de la novela gráfica, es fundamental contar lo ocurrido en Galicia “tantas veces como sea necesario. Y de tantas formas como la comunicación nos permita”.
joluisma
No se apellidaría SANCHEZ, por casualidad?