Cultura

El fascismo se combate dándome dinero a mí

El nuevo ministro de Cultura de Pedro Sánchez y la actriz cómica Silvia Abril se suman a la larga lista de figuras progresistas que piensan que las subvenciones públicas son el mejor jarabe contra la extrema derecha

  • El ministro Ernest Urtasun y la actriz Silvia Abril

Hace cinco días, Ernest Urtasun declaraba que la Cultura es la mejor arma de combate político y que “la extrema derecha intenta atentar contra los valores de la democracia”. Poco después, la actriz y humorista Silvia Abril aprovechaba una entrevista en Eldiario.es para pedir cositas para el gremio: “Un presupuesto digno para la Cultura del país que yo quiero. La cultura es tan importante, tan importante…nos hace seres mejores, más críticos…Aquí falta capacidad y espíritu crítico. Más presupuesto para la Cultura, que esté más presente en las televisiones, en las escuelas, que sea más fácil levantar espectáculos y películas que son importantes en nuestro país, para no olvidar cosas que han ocurrido”, explicaba desordenada y emocionada, pidiendo más melodramas sobre la Guerra Civil (o eso entendimos casi todos).

Luego continuó: “Estamos en un momento en el que la ultraderecha emerge como la tendencia a la que parece que lleva el mundo, pero todo esto se combate con Cultura, todo esto se combate recordando cosas que ya vivimos y la cosas que ya ha vivido el mundo. Se me pone la piel de gallina. Es que no podemos vivir sin saber de dónde venimos, por qué estamos aquí y la lucha que ha costado llegar hasta aquí. Que estamos votando, que nuestros abuelos y tatarabuelos no podían votar. Y todo esto es Cultura”, exponía.

Estamos, una vez más, ante un discurso con tradición, que cuenta con momentos estelares como aquel en el que el joven actor Eduardo Casanova pidió a gritos “más dinero público” para sus películas, enfundado en un modelo de alta costura en la alfombra roja de los Goya 2020. Hace pocos días, el cantautor Quique González anunció en una de sus entrevistas que deseaba que ningún votante de Vox asistiese a sus conciertos (no fueran a desintegrarse al contacto con el calor cáustico de la cultura, suponemos). Por su parte, la escritora feminista y progresista Lucía Lijtmaer mostró públicamente su preocupación por el hecho de que la amplia victoria de la derecha española en las últimas elecciones municipales pudiese desembocar en algo tan extremo como que se invitase a mesas de debate cultural -¡cobrando!- a personas no progresistas. Sería el fin de una larguísima era, sin duda.

Cultura y dinero

Al leer estas declaraciones, cabe preguntarse por las personas que las emiten. ¿Saben, por ejemplo, que Hitler ordenó salvar de los bombardeos el Ponte Vecchio de Florencia porque le parecía demasiado bello para ser destruido? ¿Recuerdan que el poeta Gabriele D’Annunzio fue uno de los iconos del fascismo italiano? ¿Les extraña que Juan Manuel de Prada destacase hace poco que algunos de los mejores escritores de nuestro siglo XX (Zunzunegui, Víctor de la Serna, Agustín de Foxá) fueron falangistas? El filósofo de izquierda hegeliana Slavoj Zizek tiene una columna memorable, titulada El complejo poético-militar, donde nos recuerda la obsesión por la poesía de muchos dictadores. Así de juntitas y de la mano van Cultura y fascismo.

La tesis sanchista de que el fascismo se combate con Los Javis, Luis García Montero y el bono cultural de 400 euros no suena muy sólida

Me pregunto cómo reaccionarán Abril y Urtasun si descubren que algunos de los intelectuales y columnistas más estimulantes de la España actual han defendido el programa de Vox, o incluso se han presentado como candidatos por el partido de Abascal. Pienso en el poeta Enrique García-Máiquez (que lo intentó en el Senado), el arquitecto y ensayista Iván Vélez (candidato al Congreso por Albacete), el historiador José María Marco y los filósofos Mariona Gumpert y Miguel Ángel Quintana Paz (varios de ellos colaboradores de Vozpópuli y otros responsables de respuestas sustanciosas siempre que les entrevistamos en nuestra sección de Cultura). Mi sospecha, que ojalá alguien desmienta, es que ni la actriz ni el ministro conocen a ninguno de ellos, a pesar de su relevancia dentro del debate público en España. 

Los ministros, presentadores y actrices ‘antifas’ de nuestra era suelen ir cortitos de Cultura y de Historia, como ha podido comprobarse en numerosas ocasiones. Pienso ahora en ese momento en el que el humorista y analista Héctor de Miguel, antes conocido como Quequé, soltó en 2018 a la audiencia de La vida moderna que José Antonio Primo de Rivera había sido uno de los dictadores de España, en vez de una de las primeras víctimas de nuestra guerra civil (confundirle con su padre ya parece una venerable tradición en nuestra izquierda). Ni David Broncano, ni Ignatius Farray, presentes en el programa, le sacaron de su error (pueden escucharlo aquí a partir del minuto 02:29). Problemas de conocer la historia de España a partir de las canciones de Toreros Muertos, que es la fuente historiográfica que cita De Miguel.

La tesis sanchista de que el fascismo se cura con un bono cultural de 400 euros no parece muy sólida. Ni las series de Los Javis, ni los podcasts de Inés Hernand ni los versos de Luis García Montero van a parar el fascismo, de hecho en gran parte viven de él, de usarlo como trampantojo. Esto no va tanto de política como de ganar dinero.

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