Éric Lavaine es un director de cine parisino capaz de hacer reír a millones de espectadores con historias dramáticas sobre el desempleo, un divorcio, la envidia entre hermanos o el deterioro de la amistad. Reconoce que cada vez menos profesionales de su sector manifiestan su ideología política por temor a las represalias en taquilla, y menos sin son de derechas, un "esnobismo" que le saca de quicio. Pero eso no implica que el cine social con denuncias a situaciones provocadas por medidas políticas prolifere en su país, aunque sea edulcorado con humor. Tras Barbacoa de amigos (2014), este fin de semana se ha estrenado en España su última comedia, Vuelta a casa de mi madre, una cinta sobre la llamada generación 'boomerang', esa que se ha visto forzada a volver a residir con sus padres tras haberse independizado, provocando cierto síndrome del nido "abarrotado".
Desde la crisis económica, es fácil que un europeo se identifique con su protagonista, Stéphanie (Alexandra Lamy), una arquitecta de cuarenta años cuya empresa acaba de quebrar y que, además, está divorciada y tiene un hijo. Con este panorama, no le queda otra que volver a casa de su madre, Jacqueline (Josiane Balasko), e intentar reconstruir su vida. Sin embargo, el hecho de regresar a la misma habitación de cuando era pequeña no será el más grave de sus problemas, pues los rifirrafes con sus hermanos también provocaran situaciones críticas y tampoco ayudarán las ridículas ofertas de trabajo que le surgen en la Oficina de Empleo.
Ahora que estamos en época de Navidad, recuerda Lavaine, las reuniones familiares se convierten en un "juicio"
Ahora que estamos en época de Navidad, recuerda Lavaine, las reuniones familiares se convierten en un "juicio". "Soy el preferido de mi madre y mis hermanos me tienen manía por eso y me lo echan en cara. Si me encontrara en una situación de debilidad como le ocurre a Stéphanie, harían sangre de ello", asegura el director a Vozpópuli. "Mi hermana me pregunta todos los años por los estudios de mis hijos, se da la circunstancia de que los suyos son ingenieros y los míos no son malísimos estudiantes... ¡Me lo sé de memoria!", reconoce entre risas. Lavaine, cuya pesadilla más recurrente es que sus películas no funcionan y tiene que ponerse a trabajar en reprografía, plantea también otras disyuntivas en su largometraje como la de tener que elegir entre un trabajo para el que se está sobrecualificado o continuar en paro. Por otro lado, el cineasta muestra la "tortura" que también supone para los padres la vuelta a casa de sus niños convertidos en adultos. Es el caso de Jacqueline, la madre, una septuagenaria que se ve obligada a hacer malabarismos para continuar con su actividad sentimental y sexual. "Nos cuesta ver a nuestras madres como mujeres", dice Lavaine, que dirigió su primera película, Poltergay, en 2006 con Clovis Cornillac y Julie Depardieu, una parodia homosexual del filme Poltergeist.
-Su película trata sobre un problema que también afecta a muchos adultos en España, ¿cómo se afronta en Francia?
-Diría que en Francia la solidaridad familiar es menos importante que en España, porque en España hay una especie de tradición donde los hijos pueden quedarse en casa hasta los 30 años. Está claro que cuando has tenido un hogar y te ves obligado a volver a casa de tus padres es difícil, pero los franceses no estaban acostumbrados a esto en absoluto. Ahora, por la crisis, el precio de la vivienda, los divorcios o el desempleo, estamos asistiendo a este fenómeno, les llaman la generación 'boomerang'.
-De todas las consecuencias que ha tenido la crisis, ¿por qué decidió convertir esta en comedia?
-Buscaba un pretexto para hablar de la familia. En mi película anterior, Barbacoa de amigos, hablaba sobre el desgaste de la amistad y aquí, tras ver un reportaje sobre un grupo de personas que tiene que volver a casa de sus padres, hubo algo que me sorprendió, y es que no solo sufres por volver a tu habitación de cuando eras niño, sino que también tus hermanos, que viven fuera de casa, te lo echan en cara porque consideran que te estás aprovechando de tus padres. Por tanto, estás en una situación de debilidad y me pareció un tema maravilloso para hablar de las relaciones entre los hermanos que, en general, no se estudian lo suficiente porque siempre se habla de la relación con los padres, pero también nos modelan.
-¿Quiénes son más egoístas, los padres o los hijos? ¿Han cambiado las relaciones entre hermanos desde décadas pasadas hasta hoy?
-Para la madre, Stéphanie sigue siendo una niña, sigue siendo su hija. Y, al revés, cuando uno va a casa de su madre siempre verá a su madre como tal o como una abuela, pero no como una mujer. Sin embargo, con la esperanza de vida que tenemos cada vez mayor, a los 70 años puedes tener una vida sexual o sentimental activa pero no queremos ni oír hablar de ello. Por otro lado, la relación entre hermanos es muy difícil, es amor y odio al mismo tiempo, tenemos envidias y secretos y, por eso, espero que en España suceda lo mismo que con los espectadores en Francia, que cuando han visto la película me han dicho que parecía que me había metido en sus casas con sus familias.
-La empresa de la protagonista quiebra como tantas otras en los últimos años. En caso de quedarse en el paro, ¿hay que aceptar cualquier empleo aunque no se adapte a la cualificación de uno?
-A título personal considero que hay que seguir trabajando para seguir integrado. Por ejemplo, la compañía Uber ha hecho que unos 40.000 jóvenes que vivían en las afueras de París ahora trabajen. No quieren ser conductores de Uber toda su vida, pero aprenden a tener horarios, gastos e ingresos y relaciones con los clientes. La situación se complica cuando has adquirido estudios de un nivel determinado y te ofrecen cosas que no se adecuan a ellos... Hay una diferencia entre el modelo francés y el modelo inglés, americano o el alemán, por ejemplo, donde si rechazas tres ofertas de empleo, te acaban quitando el subsidio por desempleo.
-Muchos actores españoles envidian un modelo de financiación del cine como el francés, ¿qué diferencias encuentra?
-Si tienen envidia es porque en Francia se hacen más películas y hay más oportunidades. Pero en España hay actores que me encantan y con los que me gustaría mucho trabajar, como Sergi López (Pan negro, El laberinto del fauno, Solo mía)... Soy un auténtico fan de este actor.
-¿Cuánto influye la ideología política de un cineasta para que los espectadores vayan o no a ver sus películas?
-En Francia, hasta hace poco toda la profesión era más bien de izquierdas, pero ahora está comenzando a cambiar. Ningún actor se atreve a decir que es de derechas como Christian Clavier (Astérix) que apoyó a Sarkozy y para mí es un esnobismo que me pone nervioso. Cada vez menos actores se comprometen políticamente porque saben que les puede costar caro, por prudencia. Hay cantantes, por ejemplo, que apoyaron a Sarkozy y de la noche a la mañana no vendieron ni un solo disco. Por tanto, hay actores de izquierdas que lo muestran un poco, pero los actores de derechas no se atreven a decirlo, saben que se va a interpretar mal. Lo único claro es que ningún actor va a decir que va al Frente Nacional, pero los hay tan estúpidos que sí dicen que botan a Jean Luc Melenchon, de la izquierda radical. No podría tener amigos que votasen a esos partidos a no ser que les conociese desde la infancia y se hubieran vuelto locos, necesito cierta moderación.