No sabemos si 50, 52 o 53 primeras citas. Lo que es cierto es que, a pesar de los intentos, muchas no consiguen jamás al príncipe azul, si es que algo parecido ha existido alguna vez. El amor ya no dura mil años y cada vez son más las mujeres que no siguen los patrones marcados por madres y abuelas. Las hay que rompen con su novio de toda la vida a los treinta, otras tienen novio pero no viven con él y muchas no acaban de encontrar al hombre de su vida, entre otras cosas porque no lo necesitan. Ese es el tema de El amor se me hace bola (Planeta), un libro que no pretende hacer apología de la soltería y que echa mano del humor para relativizar lo que estar solo significa.
A mitad de camino entre una bitácora personal y un retrato de grupo, la guionista y comediante Bárbara Alpuente se calza las botas y la capa de antiheroína y nos ofrece una historia sobre las vicisitudes de ser mujer en el s. XXI. Desde aquellas que acuden a la peluquería para reforzar su autoestima y regresan hundidas en la miseria hasta aquellas que, estrenándose en la soledad han comprado 400 gramos de jamón de york porque la cifra sonaba de lo más razonable. Eso, sin contar las que temen morir –solas- víctima de un trozo de fuet atrapado en la garganta o rebanada por el repartidor de pizzas.
-Dígame que lo del fuet y el jamón de York no es cierto, por favor.
-Sí, lo es. Todo lo que está ahí es cierto. Porque la realidad es muy cómica. Cuando la gente me pregunta por qué me he dedicado a la comedia, siempre respondo: porque no me queda más remedio. Las editoras me decían: qué cosas se te ocurren. No se me ocurren, me pasan.
-¿Usted es soltera o está soltera?
-Creo que soy soltera. En algún momento pensé que estaba pero pasan los años y he comenzado a preguntarme: igual soy soltera.
-Leyendo a su narradora, uno se aterra. ¡Cuánto se exigen las mujeres a sí mismas!
-Creo que eso ocurre porque venimos del yugo del patriarcado absoluto. Hemos reivindicado la autosuficiencia, porque en un momento fue necesario. Ahora, cuando podemos ser más libres, ha llegado el momento de confesarlo: no tenemos por qué saberlo hacer todo. Y no pasa nada.
-El miedo al ridículo está presente en todo el libro. De hecho, su narradora tiene arrebatos de adolescente.
-Yo creo que todos los seres humanos, lo digan o no, somos un poco bipolares. De la inseguridad absoluta a la seguridad total. Casi depende de la respuesta del entorno. Nadie tiene certeza sobre nada.
-¿Una mujer mayor de 50 podría sentirse identificada con este libro?
-En un comienzo pensé en el libro como Solteras de 40. La edad la comento en algún momento pero creo que está en una barrera de madurez en laque no eres una jovencita, tampoco una señora. Además, el mundo está cambiando. Esto puede ser un abismo o un trampolín. Lo que sí es cierto es que tenemos que inventarnos alternativas porque no sabemos cuáles son. Además, la comedia si para algo sirve es para darte cuenta de que nunca eres adulto del todo.
-¿El mundo de la comedia es masculino?
-Completamente. Hay pocas monologuistas y muchas de ellas se masculinizan, tienden a hacer un tipo de chiste que sólo haría un hombre.
-¿No se le acaban los motivos para reírse?
-De cualquier situación puede salir un chiste, es cuestión de ponerte en modo guionista y pillarlo. Hay comedia en todo.
-Desde Cómo ser mujer y no morir en el intento, este tipo de libros se han vuelto cada vez más normales. Tienen algo de terapia, incluso.
-Sí, de hecho, en La Casa del libro está en la sección de autoayuda.
-¿La idea del príncipe azul realmente nos persigue?
-Sí. Aunque creo también que nos queda poco. Cada vez hablo con más gente que se ha desengañado. No tiene por qué ser algo negativo. Se trata de decir: yo no soy una princesa, ¿por qué tengo que andar buscando un príncipe?
-¿Siente que las mujeres han cambiado en estos últimos años?
-Hace diez o quince años yo, por ejemplo, no tenía nada que ver con lo que soy ahora; o al menos quiero pensar eso. Por un lado creo que llevamos mucho tiempo siendo esclavas de la imagen, ya deberíamos de habernos relajado un poco con esto. Lo que sí ha cambiado es que ya no existe la idea de la solterona, de la mujer fracasada porque no tiene pareja. Esa idea de que estás sola porque no te aguanta nadie ha perdido fuerza. Incluso, en algunas ocasiones, se pregunta uno qué tiene todo esto que ver con el afecto. Hay muchas personas que se sienten seguras y no quieren salir al mundo que está más allá de su pareja.
-Tiene usted la teoría, además, de que la tecnología no ayuda.
-Yo suelo trabajar, y mucho con las redes sociales. Pero creo que tanto Facebook y twitter nos ha generado una idea de falsa compañía. El problema surge cuando sustituimos una cosa por otra.