Alan Sparkhawk, líder de la banda estadounidense Low, reconocía en una de las canciones con las que luchaba contra sus demonios interiores la existencia de lo infinito y lo inabarcable. "There's nothing as sad as a man on his back counting stars" ("no hay nada más triste que un hombre tumbado contando estrellas"), rezaba su Little argument with myself. A su modo y con sus herramientas narrativas, el cineasta danés Anders Thomas Jensen también reflexiona sobre la magnitud del azar y lo imposible que resulta tener el control absoluto de la vida en su película Jinetes de la justicia, un thriller cargado de humor negro que invita a buscar el sentido de las cosas.
En esta cinta, el popular actor Mads Mikkelsen da vida a Markus, un militar que regresa a casa con su hija adolescente después de la trágica muerte de su esposa en un accidente de tren. En el mismo vagón viajaba Otto, un experto en matemáticas que busca la lógica detrás de todo lo que ocurre a su alrededor y que, por tanto, se obsesiona también con esta desgracia que, a priori, es fruto de una casualidad. Junto a sus excéntricos colegas Lennart y Emmenthaler buscará pistas para hallar a los responsables y tratará de convencer a Markus de que la muerte de su esposa no fue fruto del azar.
Este cineasta, que debutó en el largometraje con Luces parpadeantes (2000) y que atesora un Oscar por el cortometraje Noche de elecciones (1998) tiene fama de transgresor y provocador, y en esta ocasión no ha defraudado, según demuestra con sus momentos de humor incómodo, perfectamente consciente de los prejuicios del espectador, tal y como ha señalado en una entrevista concedida a Vozpópuli con motivo de la llegada de su película a España.
Pregunta: ¿Qué pasaba por su cabeza para escribir y dirigir una historia como esta?
Respuesta: La idea nació cuando empecé a tener la famosa crisis de los 40. Con mi vida y mi familia, pensaba en el sentido que tenía todo, y mis amigos estaban en plena depresión también. Cuando empiezas a salir de esa crisis tu cerebro busca conexiones que den sentido a las cosas para saber qué hacer en el mundo, una respuesta que algunos encuentran en la religión. Eso le ocurre al protagonista de esta película, un hombre que lucha por recolectar y encontrar un eslabón que le lleve a la vida de nuevo, pero carece de las herramientas.
P: Jinetes de la justicia demuestra que el ser humano es vulnerable y que no es infalible. ¿Por qué las personas no asumen que tienen grietas?
R. Eso es lo que ocurre en la actualidad: el error que cometemos es pensar que podemos controlarlo todo, y aunque uno puede hasta cierto punto controlar las coincidencias y el azar, no lo hace en su totalidad. Nuestra felicidad depende precisamente de este control, pero en realidad somos capaces de encontrar la felicidad sin dominarlo todo.
La muerte no forma parte del relato que queremos oír porque representa la última pérdida de control, y lo que intentamos hacer es seguir hacia delante", señala el director
P: El personaje de Markus pone de relieve el poco espacio que se dedica al duelo. ¿Te interesaba hablar de este asunto?
R. La muerte no forma parte del relato que queremos oír porque representa la última pérdida de control, y lo que intentamos hacer es seguir hacia delante, seguir nuestro camino, incluso llegamos a fingir que no ha ocurrido nada y esto es engañarnos a nosotros mismos, porque si crees que has superado el duelo puede volver al cabo de unos años.
P. Jinetes de la justicia habla del control y precisamente estos dos personajes matemáticos que niegan que existan las casualidades y las coincidencias encarnan esa manera de ver la vida, con la que intentan dar explicaciones a todo.
R. Nos hemos vuelto genios a la hora de explicar, incluso existen ordenadores enormes para prever el azar, pero da igual, no sirve de nada, da igual que nos remontemos a las pequeñas cosas que intervienen en el azar porque seguirá existiendo. Lo único que nos conecta y que nos puede salvar es la relación con los seres amados y con nuestras emociones.
Ser políticamente correcto es totalmente infiel, no es realista. Está bien para los políticos pero no para un artista", señala Thomas Jensen
P. Este es un thriller tremendamente divertido pero apuestas por un humor que puede hacer sentir culpable al espectador. ¿Es incomodar uno de tus objetivos?
R. Si alguien se siente culpable por haberse reído es problema suyo, está claro que esa persona tiene límites. Cuando acabamos la película y la proyectamos ante personas de 20 años, todo el mundo estaba muerto de risa. Sin embargo, en la gente de 30 para arriba, que ya tenía hijos, la reacción fue muy diferente. Se sentían muy mal y pensaban que no debían reírse. Me gustan las películas que juegan con las emociones y con la moral. ¿Hasta dónde puede uno reírse? ¿Dónde está la línea divisoria?
P. ¿Ha reflexionado sobre esas líneas divisorias? Gaspar Noé dijo recientemente a este medio que su película Irreversible no sería hoy fácil de entender. ¿Puede haber hoy en día cierta autocensura? ¿Se ha limitado en esa búsqueda de lo políticamente correcto?
R. Se puede hacer todo lo que uno quiera. Ser políticamente correcto es totalmente infiel, no es realista. Está bien para los políticos pero no para un artista. El arte equivale a ser políticamente incorrecto. Ser políticamente correcto es para gilipollas, no puede salir nada bueno. Hay que tener cierto cuidado, no puedes herir los sentimientos de las personas, pero el arte no iría a ninguna parte si fuéramos políticamente correctos. No habría cuadros, ni letras de música, ni cine ni teatros. Un artista está para expresarlo todo.