Cultura

José María Marco: "Azaña busca crear un país nuevo"

La derecha inteligente, tal como la definió Maruja Torres, tiene muchas voces ocultas, quizá tapadas por mamporreros más socarrones que cultos que han hecho de las redes sociales su trinchera

La derecha inteligente, tal como la definió Maruja Torres, tiene muchas voces ocultas, quizá tapadas por mamporreros más socarrones que cultos que han hecho de las redes sociales su trinchera y negocio. José María Marco (Madrid, 1955) es casi lo opuesto a esta forma de ser y sus años de investigación, con libros clave para entender nuestro siglo XX, le han erigido un referente en la historiografía hispana. Fuera de cualquier militancia, el verdadero Marco quizá esté en su mueca irónica a la hora de narrar anécdotas divertidas de un Azaña que fue más cabeza de ratón que cola de león. Vozpópuli habló con él extensamente en torno a su excelente libro sobre el presidente republicano: Azaña, el mito sin máscaras (ediciones Encuentro). Mañana publicamos la segunda parte de la conversación.

Pregunta: ¿De dónde viene tu interés por la figura de Manuel Azaña?

Respuesta: Es un interés familiar: yo vengo de familia socialista. Las obras de Azaña estaban en mi casa y empecé a leerlas. Tengo también educación francesa, pasé trece años en el liceo francés, y Azaña hace una cosa muy particular en la cual mezcla referencias francesas, patriotismo español y filiación de izquierdas. Mi familia fue socialista, pero luego se pasó a la monarquía.

P: Me ha fascinado que el padre de Azaña, Esteban Azaña, colaborara en mitigar el pronunciamiento republicano de Manuel Villacampa de 1886: añade un elemento de rebelión paterno filial interesantísimo a su biografía…

R: Sí, es cierto. La leyenda familiar dice, incluso, que estuvieron a punto de darle un marquesado a la familia y me parece verosímil. El hermano mayor de Azaña, Gregorio, habría sido marqués…

P: El golpe de Villacampa del 86 tuvo mucha repercusión social, como recuerda Pío Baroja en sus memorias.

R: Fue el último pronunciamiento serio.

P: En contraposición, Azaña odia a la generación del Sexenio Democrático y la cita con sumo desprecio en el discurso Tres generaciones de Ateneo.

R: Para Azaña son los que fracasan en el Sexenio… y frustran la realización de una verdadera revolución liberal en España. Es una idea clásica de la izquierda española posterior a 1812: que se tenía haber guillotinado y montado una guerra civil.

P: Pero es un poco una interpretación mitológica: Antonio Cánovas del Castillo es el primero en romper esa fantasmagoría al afirmar al progresista Antonio de los Ríos Rosas en 1870, en pleno Sexenio Democrático, que mucha gente apoyó la invasión francesa monárquica en 1823 contra la constitución de Cádiz.

R: Sí, la referencia de la revolución de 1868 y la república de 1873 es importante para entender el año 1931. Un núcleo de la revolución está ya presente en ese 31 a través de la Institución Libre de Enseñanza….

P: De hecho, la república de 1873 cae por su descrédito a la hora de mantener el orden: Pavía da el golpe para que los políticos de cualquier tendencia hagan un gobierno de concentración y acaben con las guerras federales y carlistas

R: La república se desploma porque no son capaces de hacer una república en condiciones: el único que tiene capacidad es Emilio Castelar.

P: Castelar recuerda a Francisco Pi y Margall intentando apagar” la revolución cantonal con telégrafo…quedándose dormido en el acto

R: (risas) Pi y Margall es otro de esos mitos. Tengo la sensación que Azaña tendrá la misma repercusión que Margall dentro de cien años para los españoles. Importará bien poco.

P: ¿Cuándo ocurre tu descubrimiento del Azaña intransigente? Tan alejado de los libros de Santos Juliá…

R: Yo empecé a alejarme de Azaña a principios de los 90; habría escrito mucho de él (tres libros, una exposición...) La distancia se hizo cada vez más mayor ya que empiezo a entenderlo bien, hasta entonces había un misterio. No pude llevar a cambio estas revisiones en las obras originales…

P: En todos los discursos de Azaña, en toda su praxis, hay una intolerancia y defensa de la virtud republicana que recupera la divisa No hay libertad para los enemigos de la libertad” de la convención francesa en 1792. ¿Era consciente que detrás de esa virtud republicana estaba el terror? Gabriel Albiac ha analizado fantásticamente este supuesto en Diccionario de adioses.

R: Él piensa que no: juzga que puede hacerse una revolución política sin hacer una revolución social. Lo cree incluso en 1930, con las masas muy introducidas ya en la política. Piensa en la revolución política sin los horrores de la revolución social.

Yo no intento criticar, ni poner en brete la figura de Azaña; lo que comento es lo que está diciendo: habla de la revolución, de la intransigencia, del antiliberalismo...

P: Pero él tenía que conocer la revolución francesa: sabe perfectamente en qué acaba un gobierno revolucionario.

R: Su apelación a la revolución es simbólica, como todo el republicanismo español. Para ellos la revolución francesa es un símbolo, es un bloque…

P: La cita del político francés radical Georges Clemenceau sobre la revolución.

R: Sí. Azaña no se mete en muchas complicaciones y supone que puede llegar a controlar las cosas.

P: Josep Pla juzgaba a Azaña como un “ateneísta puro” fuera de la realidad española ¿Coincides con su aserto?

R: Es un buen análisis. Él se formó en el Ateneo, el mismo lo dice, y aprende a polemizar allí. Se enfrenta a gente que vota en el Ateneo, lo que no es exactamente lo que es un parlamento. Es también el principio de la tertulia, la cual estaba bien, pero es un método de perder el tiempo clamorosamente. Esto lo reconoce el mismo Azaña: lo que hacían era reírse de todo (risas).

P: ¿No crees que la creación de esta figura de Azaña moderado” tiene mucho que ver con la omisión de los discursos y diarios? Se da solo por bueno al autor de novelas, que ocultan su intransigencia…

R: Con Azaña pasan cosas también presentes en otros libros de historia y es que no se leen los textos originales. No dan crédito a estos. Yo no intento criticar, ni poner en brete la figura de Azaña. Lo que comento es lo que está diciendo: habla de la revolución, de la intransigencia, del antiliberalismo. Lo mismo pasa con la Institución Libre de Enseñanza, con el PSOE…es una especie de bloqueo que se irá rompiendo cada vez más.

P: ¿Cuánto de la proyección en el pensamiento de Azaña de la III república Francesa es una mitología? Tu libro lo presenta como alguien que se queda con la imagen de relumbrón de ese sistema y no con las sombras (la corrupción, el boulangerismo y el ruido de sables allí, tan parecido a las intentonas dictatoriales del general Polavieja aquí).

R: Sí, sí, es verdad lo de Polavieja y Boulanger. Para Azaña la III república es la construcción de una patria ideal. Prescinde de cosas que no le gustan: los oportunistas (los más conservadores) y los extremos (el terror).

José María Marco durante la conversación con 'Vozpópuli'

P: Estoy recordando a los personajes de la novela Bel Ami de Guy de Maupassant. Todos en esta son totalmente corruptos y se ambienta en esa república.

R: La III república francesa es muy corrupta (risas). Hay un escándalo financiero en Panamá, incluso, en 1882. De hecho, se parece mucho la crítica de los escritores franceses en este tiempo a la que hacen los escritores de la generación del 98 de España. Es toda esa crisis del liberalismo en la Europa de finales del siglo XIX.

P: Más de la mitad de los noventayochistas no eran demócratas, lo estudiaste en un libro tuyo previo.

R: Son reaccionarios, son antimodernos. Eso es lo que son. Lo que pasa es que escriben muy bien (risas).

P: Valle-Inclán llegó a juzgar la obra política de Mussolini como “magnífica” en 1933.

R: Lo más divertido es que a Azaña le gustan como escritores los más antimodernos de todos: Ganivet, Valle-Inclán y Unamuno.

P: ¿Cuál es la ideología de Azaña para abandonar el liberalismo luego de la guerra del 14? No pareces fijar una, es como si trabajara en un republicanismo etéreo.

R: Es republicanismo, efectivamente, pero es un republicanismo que no tiene en cuenta la realidad española. Es una ideología muy doctrinaria, muy dogmática, y al mismo tiempo muy poética. Está fijado en cuestiones que van más allá de la política cotidiana, de lo que entendemos como esta. Jamás habla de los sindicatos, del crédito…Todo esto aparece en sus textos.

P: ¿Desconocía la socioeconomía y cultura de España Azaña a la hora de copiar leyes francesas? Es decir, las diferencias en la asistencia a misa, la fuerza electoral de la CEDA, o que en España sobrevivía todavía una aristocracia que allende los pirineos había sido diezmada…

R: La aristocracia española ya era muy decadente, pero es verdad: tienes razón. Es verdad que desconoce esto, pero también su proyecto es militantemente revolucionario en el sentido fuerte de la palabra. Él no desconoce que el país es católico, como ya no lo era en parte Francia desde 1900, y lo que pretende es “descatolizar” el país. Desconoce muchas cosas de la realidad española, la cuestión de la reforma agraria, pero hay otros aspectos que quiere cambiar muy profundamente para elaborar un nuevo país. Ese país, esa patria nueva, es lo que busca, lo cual también es bonito.

Gran partes de las élites siguen viéndose a sí mismos como una oligarquía liberal: no es que no sepan que las masas están ahí, es que no saben qué hacer con ellas

P: Quiero preguntarte sobre la pugna Ortega y Gasset y Manuel Azaña a propósito de la confianza en las masas como roca viva de la voluntad popular” (cita de Azaña). ¿No es el resultado final de la república un alegato a favor del conservadurismo del primero?

R: Sí, Ortega es un pensador conservador. Lo que sucede es que gran parte de las élites republicanas no saben lo que es la democracia. No se ven como líderes democráticos, creadores de partidos de masas, capaces de vertebrar la sociedad. Siguen viéndose a sí mismos como una oligarquía liberal: los debates parlamentos son propios de los políticos de la Restauración. No es que no sepan que las masas están ahí, es que no saben qué hacer con ellas.

P: En tu libro haces una buena reconstrucción de las ilegalidades de Azaña: quiso anular la victoria electoral de la CEDA y Lerroux en noviembre del 33 presionando al gobierno y Alcalá-Zamora ¡es el típico manejo electoral del Sexenio Democrático.

R: Es típico, sí.

P: La cita de Castelar: el problema de los políticos españoles es que no respetan la legalidad”

R: Es muy buena cita (risas). Hay un resto de las oligarquías liberales, se perpetúa su funcionamiento. También uno debe preguntarse si Azaña era realmente demócrata, pero no en un sentido de principios: la república ha lanzado un hecho revolucionario que es la soberanía del pueblo. A partir de ese momento, instaurada la soberanía del pueblo, todo aquello que se oponga a él va contra la república. Cuando la democracia no responde a ese principio fundador del régimen, de la nueva patria, pues no se puede aceptar.

P: Su modelo, la III república Francesa, es curiosamente opuesto: es la integración de los conservadores en el marco republicano. Patrice de MacMahon era monárquico, de hecho…

R: La III república es así al principio, es muy conservadora. Luego se abre con los radicales, pero en inicio es así. Estaba diseñada de hecho para ser una monarquía en inicio.

P: El historiador Manuel Espadas Burgos es el gran experto de Europa en este final de siglo XIX, donde reconstruye que casi todos los países son regímenes muy conservadores

R: Sí, sí. Solo son los españoles los que mantienen unas ideales surrealistas sobre Francia ¡se piensan que son revolucionarios! En Francia dejaron de ser revolucionarios con la “commune” de París.

P: Es muy bonita tu descripción de un cínico profesional como Juan Valera, biografiado por Azaña, y cuyo pensamiento resulta más moderno ahora que el del presidente republicano ¿Se daba cuenta del contraste? ¿Por qué lo eligió para unas memorias?

R: Le interesan dos cosas: la primera es un ajuste de cuentas con el liberalismo. El personaje tiene mucha categoría profesional y Azaña está en esos años que tiene que acabar con el liberalismo. Es una batalla, primero con su familia -en las novelas-, y luego con Valera. Y luego, segundo punto, le fascina el Valera artista. Tiene una prosa que Azaña envidia, siendo este último un gran escritor, ya que Valera es un artista; tiene mucha imaginación y creación.

P: Es sorprendente el ninguneo actual a Valera y la pervivencia de Galdós. El tono del primero no lo tiene el segundo…

R: Valera es un genio. Azaña está fascinado por eso y es una elección sobrevenida.

P: Pero su biografía de Valera, Vida de don Juan Valera, casi podría ser su mejor libro.

R: Es un libro buenísimo.

P: ¿Por qué se dan por certeros los diarios de Azaña sin cotejar a los contrarios? Por pura pista detectivesca uno tiene que desconfiar de alguien que desprecia a todos sus semejantes…

R: Las memorias de Lerroux son buenísimas, también. Yo también sucumbí a la fascinación de Azaña, ya que su biografía hechizaba. Es un personaje trágico y tiene altivez, soberbia, autosuficiencia. La aparente extremada inteligencia…es muy fácil al describir Azaña acabar reproduciendo lo que dice él. Muchos textos de Azaña biográficos o de ensayo hacen eso, incluso llegan a parodiarlo.

P: Afirma Claudio Sánchez-Albornoz en su exilio argentino, poco antes de volver a España, que Azaña “era agrio todo él”. ¿Coincides con el aserto?

R: Sí, en un sentido, pero también es alguien muy atormentado. Sufre tanto y además, meto el dedo en la llaga, ya que creo nunca se enfrentó a sus problemas.

P: Quiero que desarrolles el homoerotismo de las novelas de Azaña, que yo hasta la lectura de tu libro no habría creído…

R: Lo había tratado ya antes, en relación con la biografía de Cipriano Rivas Cherif, y ahora al escrutarse los textos han aparecido cosas nuevas. Azaña es alguien que emprende un viaje interior muy típico del siglo XIX, especialmente de finales de siglo, en el estilo de Ganivet. Azaña pertenece a esa línea, toda su literatura lo es, y descubre o redescubre una cierta sensibilidad al amor entre hombres.

P: No llegó a tener hijos…

R: Se casó muy tarde, pero hay constancia de que tuvo amantes femeninas. No es una homosexualidad planteada como tal, a lo Lorca o Cernuda, pero él había leído todo eso. Es un ambiente minoritario, muy de la época, donde esas cosas se empiezan a decir y normalizar.

P: Volvamos a la política: ¿por qué casi nunca se enfrentó Azaña al PSOE de la época? Tu libro enumera una tras otra las humillaciones y claudicaciones a las que le somete el partido de Largo Caballero

R: Eso está muy bien visto y en el libro no está apuntado con la claridad que lo dices. Sí, Azaña necesita al PSOE para llevar a cabo su proyecto y está dispuesto a aceptarlo todo. Uno de los ejes del proyecto es integrar a los socialistas en la república…

P: Lo divertido es que el PSOE ya había colaborado con la dictadura de Primo de Rivera, dato omitido en todas las hagiografías del partido en los años 80 y 90. Por eso es el partido más fuerte al inicio de la república, no ha sido perseguido…

R: Sí, eso es verdad. El PSOE tiene una actitud muy intransigente en el tiempo, tiene una visión utilitarista de la democracia, y eso le permite ser muy pragmático. No tienen ningún problema con Primo de Rivera, pero sí lo tienen con la democracia (risas) No entienden que la gente no vote al PSOE…

P: De hecho, se opusieron al voto femenino al inicio en la II República. Indalecio Prieto llegó a afirmar que al aprobarse ese voto “se había dado una puñalada trapera a la república”.

R: Es un clásico. Hay más cosas ahí de las que parecen ¿eh? Hay un resto de misoginia que viene del progresismo español. Es una herencia casticista, Galdós está muy imbuido en esa misoginia progresista.

P: ¿Fue posible que Indalecio Prieto llegara a ser nuestro Léon Blum? ¿Proyectó demasiado, de nuevo, confundiendo Azaña el socialismo español con el francés? Es el mito más extendido…

R: Yo creo que no. Lo que es Prieto es que lleva el pragmatismo del PSOE a un nuevo nivel, pero no es un reformista.

P: Es el arquetipo de político maniobrero, muy parecido a Romero Robledo, pero en la II república…

R: Sí, pero Romero Robledo no rompe el marco legal que está establecido.

P: Robledo fue revolucionario en el Sexenio Democrático…

R: Pasado el Sexenio, claro. Es un personaje ávido de poder, Prieto…

Mañana publicamos la segunda parte de esta entrevista en la sección de Cultura de Vozpópuli

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