A lo largo de su carrera política, desde sus primeros años como diputado popular por Santander pasando por su papel como portavoz de cultura hasta su actual desempeño como Secretario de Estado, José María Lassalle ha sido, siempre, un personaje discreto. No le van las estridencias, mucho menos los posados o las tiranteces por figurar más o menos. La estridencia no es su estilo. Ni siquiera en el tono de los trajes.
A María Teresa Lizaranzu, directora General de Política e Industrias Culturales y del Libro, presidenta de Acción Cultural Española, AC/E, y presidenta, de hecho, en la Comisión de Propiedad Intelectual cada vez la resulta más complejo el ejercicio discreto del mucho poder que detenta. En su caso, la discreción es también un atributo. Sin embargo, sus muchos cargos le impiden ponerla en práctica.
En los últimos actos públicos presididos por el Ministro de Educación, Cultura y Deportes, José Ignacio Wert, no se ha visto al Secretario de Cultura, José María Lassalle. No asistió a la comparecencia del ministro en el Senado -se encontraba en la inauguración del Consejo de Patrimonio en Tarragona- y también es cierto que ha asumido un papel mucho más discreto con respecto a la visbilidad cada vez mayor de Lizaranzu, quien comienza a ser identificada, cada vez más, como un personaje fuerte dentro de la estructura del ministerio.
Tan sólo esta semana, durante la entrega de los Premios Barco de Vapor y Gran Angular a la que asisitieron José Ignacio Wert y la Princesa de Asturias, estuvo presente Lizaranzu, sumada a las comparecencias anteriores , además de su activa y cada vez más acostumbrada y creciente exposición pública.
Sin embargo, lo anterior resulta anecdótico cuando en realidad lo que se espera es que sus apariciones se multipliquen de cara a los planes -confirmadas por Víctor García de la Concha- que se tienen para convertir al Instituto Cervantes en una Secretaría de Estado -diseñados, además directamente desde Moncloa- y que podría absorber a Acción Cultural Española, de la que LIzaranzo es presidenta.
A eso se sumaría, además, por supuesto, el peso tan importante que tiene propiedad intelectual dentro de la agenda de los populares, un tema del que ella posee una llave importante como presidenta de la sección segunda de la comisión que regula en esta materia. El eje de semejante peso radica, según fuentes cercanas al número uno de la Plaza del Rey, primero en lo que se atribuye a la capacidad de trabajo de Lizaranzu y, en segundo lugar, el dominio que la abogada posee tanto el área europea y los temas relativos a propiedad intelectual, dos de los ejes alrededor de los cuales se vertebran los pilares expuestos por Wert en el senado en materia cultural.
Fue justamente por esas razones, por las que el propio José María Lassalle, al momento de constituir gabinete basó su decisión en su momento para designar a Lizaranzu en el cargo de una Dirección General que asumía el mayor peso, pues no sólo se trataba de Industrias Culturales, sino de aquella que pasaba a fundir en una sola Industrias Culturales y Políticas del Libro. Es decir, desde un comienzo estaba previsto que sobre Lizaranzu reposaran una serie de importantes responsabilidades.