El rock alternativo es un género que no vive su mejor momento. El hecho de que grupos anglosajones tan insípidos como Kasabian, Kings Of Leon y Franz Ferdinand sean cabezas de cartel de festivales de verano es un fracaso cultural. La escena española no puede presumir de volar mucho más alto, como confirma el último lanzamiento de León Benavente, Vamos a volvernos locos. La banda inicia una extensa gira por grandes recintos de toda España. ¿Qué ha fallado para que un disco tan prescindible tenga todas las papeletas para convertirse en emblemático de la cosecha de 2019?
Antes de responder, un somero análisis. Por increíble que parezca, no hay una sola canción salvable en todo el trabajo. La pieza más sonrojante se titula Ayer salí, crónica de la fiesta de un cuarentón de barrio gentrificado y las sensaciones que atraviesa durante la noche. Se construye sobre una base krautrock, estilo alemán de los setenta: “Bajé de dos en dos las escaleras/ Y de ahí salí a la calle/ Y de ahí al primer bar/ Era elegante, sofisticado/ Dime, ¿has estado?”. Parece una letra compuesta sobre la marcha, que culmina con la previsible ingesta de drogas y descripción de sus efectos. “Estaba tan despierto, locuaz y tan amable/ Estaba tan lejos de sentirme un miserable/ Los ojos como focos, no sentí ningún dolor/ Y aún a noche cerrada, todo era color”, recita Abraham Boba. ¿Esto se considera una historia interesante? Estamos ante un fenómeno similar al reciente abuso de autoficción o a esas novelas anglosajonas de los años ochenta donde el autor blanco de clase media confunde el fin de su juventud con el declive de la civilización occidental.
Vidas dañadas
Letras como Amo exhiben una enorme autocomplacencia a la hora de describir un subidón amoroso. Entre una sobredosis de lugares comunes (“amo tu cabello enredado”, “gritar tu nombre en las calles”, “besar el suelo que hayas pisado”…) reconocen que no han hecho un gran esfuerzo en la composición (“Amo que está canción esté escrita con tópicos de enamorados”, cantan al rematar una estrofa). El caso de León Benavente es especialmente trágico porque los discos en solitario de Abraham Boba derrochan talento, profundidad poética y soluciones sutiles; el problema es que no son tan coreables en los escenarios grandes de un festival.
Si discos como este tienen algún valor es documentar que en nuestra escena rock la adolescencia se puede prolongar hasta cumplir los cincuenta sin que nadie te exija un nivel poético superior al de los años de instituto
Otra pieza, La canción del daño, en vez de copiar una base krautrock tira por el típico colchón sonoro de Flaming Lips para hablar de los bajones cotidianos del capitalismo. “Revisas el correo, pones una lavadora/ Escribes a personas que están ‘en línea ahora’/ Así pasan los días, así te olvidas de la muerte/ Y nadie que conoces está realmente bien/ Esto que nos han vendido, no sabemos lo que es”, denuncian. Si discos como este tienen algún valor es documentar que en nuestra escena rock la adolescencia se puede prolongar hasta cumplir los cincuenta sin que nadie te exija un nivel poético superior al de los años de instituto. En favor del grupo, decir que León Benavente no están solos en la pobreza de su propuesta, sino que responden al espíritu de la época.
Filfa festivalera
La banda pertenece a la generación más vacía de la historia del rock nacional. Me refiero a ese 'pack' de triunfadores que abarca desde Dorian a Sidonie, pasando por Izal, Love Of Lesbian y Supersubamarina, entre muchos otros. El periodista Nando Cruz, especializado en 'indie', destiló una definición magistral en 2014: “Lo que aporta esta nueva generación es público. Han conectado con la gente de una manera que el indie de los noventa nunca consiguió. Entre otras cosas, porque cantan en el idioma del público que les va a ver. También porque manejan unos recursos que facilitan esa conexión. En líneas generales, se trata de un pop-rock centrista, tibio, aglutinador, muy melódico, euforizante, que no mata ni engorda, que no irrita porque tiene pocas aristas. Es una música muy limada y a la vez muy imponente. Caballo ganador para festivales. Mucha gente divide la movida madrileña en dos etapas: una primera de frescura, amateurismo, ingenio y escaso público y una segunda de inercia, autocomplacencia, grandes ventas y discos mediocres. Es muy probable que con el 'indie', el sobrino de la movida, se esté produciendo un fenómeno similar”, aventuraba. Un lustro después de esta respuesta no solo parece claro que ha acertado, sino que el fenómeno ha ido a más. La frase, por supuesto, no se refería a León Benavente, cuya carrera empezaba a echar a andar en esa época. El lector juzgará si encaja el guante (yo creo que totalmente, aunque jueguen con texturas de rock malote).
"El rock alternativo español lleva muchos años tumbado en la lona creativa, pero triunfa comercialmente como nunca había hecho antes"
Moraleja final: el rock alternativo español lleva muchos años tumbado en la lona creativa, pero triunfa comercialmente como nunca había hecho antes. Sus grupos emblemáticos son máquinas de vender entradas, sostener festivales y atraer patrocinios de productos 'premium' para hipsters . Hablamos de un música que no esta viva, pero tampoco muerta, sino que deambula en modo zombi por nuestra escena, achicando espacio a propuestas con mucho más que aportar.