No existe en el siglo XX un propagandista como Joseph Goebbels. Estudiado por su papel como ideólogo al frente del ministerio de Ilustración Popular y Propaganda del III Reich, ha sido identificado como el creador de la estrategia propagandística del fanatismo nazi y el antisemitismo.
A este oscuro personaje dedica una biografía el especialista en el III Reich y el Holocausto Peter Longerich, autor también de otra exhaustiva obra sobre Heirich Himmler (RBA, 2009). En Goebbels (RBA, 2012) , Longerich, profesor de historia contemporánea en la universidad de Londres, elabora el retrato de un individuo criado en el seno de una familia católica acomodada, desde su ingreso en el partido Nacionalsocialista hasta su decisión de morir junto a Hitler en abril de 1945.
La tesis general de la biografía se asienta sobre el hecho de que ni Goebbels era el genio que se piensa que fue, ni gozaba de tanta influencia sobre Hitler. Longerich sostiene que Goebbels sufría de “un trastorno narcisista de personalidad”. Empujado por la necesidad de reconocimiento y elogio, fomentó una patológica dependencia de Hitler, al que convirtió en un ídolo al que subordinarse.
Empujado por la necesidad de reconocimiento y elogio, fomentó una patológica dependencia de Hitler.
Uno de los episodios clave ocurre en 1923, en plenas ruinas de la República de Weimar. El Banco de Colonia había despedido a Goebbels. Inyectado por un odio contra los financieros y presa del ambiente de crisis y decepción, halla en la figura de Hitler -que acaba de perpetrar un golpe de estado fallido- no sólo de una mano protectora que saque a Alemania de su postración sino también la encarnación de todas sus ilusiones. “Por este hombre estoy dispuesto a hacer cualquier cosa”, recoge Longerich las palabras de Goebbels.
Longerich, experto en los estudios sobre el Holocausto, retrata a un Goebbels mucho menos importante en el seno del régimen de lo que se creía, lo que indica directa y claramente una sobrevaloración histórica. Narra así Longerich que Goebbels no estuvo involucrado en el proceso de toma de decisiones y que Hitler se encontraba con él cada cuatro o seis semanas para conversaciones privadas, no como un ministro de importancia en el funcionamiento del régimen.
“Por este hombre (Hitler) estoy dispuesto a hacer cualquier cosa”, recoge Longerich las palabras de Goebbels.
Tras el análisis de los documentos y la correspondencia de Goebbels, Longerich destaca en el político nazi una cierta obcecación y carencia de ideas políticas. Revela, sí, un sentido de innovación en la propaganda, aunque no por ello le concede los laureles de genio perverso que han adornado su cabeza durante los últimos 70 años.
Longerich, autor también de Política de exterminio y ¡De eso nosotros no sabíamos nada!, muestra a Goebbels, exagerado por su propia necesidad de reconocimiento. A Joseph Goebbels le gustaba verse en el papel de un intelectual y sus funciones sin embargo se limitaron, indica Longerich, a un ministerio que no llegó siquiera a tener el peso que hoy se le atribuye.