Siempre es de agradecer que un libro de pintura sea de esos que se leen con placer. Bajo el título de Narrando a El Greco podemos encontrar 22 cuadros, 22 relatos, 22 narradores y, consecuentemente, 22 escenarios. Ese es el auténtico valor añadido de este libro. Cada autor “absorbe” las emociones que le transmite el cuadro asignado y nos lo cuenta con suerte desigual.
Los relatos de Ángeles Caso, Juan Eslava Galán, Lorenzo Silva o Andrés Trapiello nos acercan otro mundo.
Desde el punto de vista pictórico, es de señalar que el “zoom” del editor, Adolfo García Ortega, no se entretiene en los detalles delicados de una Resurrección que centra su interés en la parte inferior del cuadro, o a los ojos de un Laoconte que una mirada tan “histriónica” como las de Fran de la Jungla.
Los relatos de Ángeles Caso, Juan Eslava Galán, Lorenzo Silva o Andrés Trapiello nos acercan otro mundo. La penetrante mirada de El Caballero en la Mano en el Pecho le sirve a Ignacio Martínez de Pisón para denunciar el pillaje de obras de arte. Da igual que fuese en la Guerra Civil o en la España de principios del siglo XVII, porque la picaresca es algo más que una corriente literaria.
El paisaje como reclamo
Algo parecido sucede con paisajes. Aquí no hay posters de reclamo turístico. Andrés Trapiello recupera las miserias de esa Vista de Toledo de primavera con una espectacular tormenta acercándose a la ciudad por detrás de El Alcázar y la Catedral.
Esos paisajes están siempre presentes. Se iluminan con la luna en la Oración del Huerto o casi se cristalizan indulgente mirada de San Martín y el Mendigo. Al menos la primavera nos llevará otra vez a Toledo, como cada año, y podremos esperar desde el otro lado del rio para hacer la foto perfecta cuando los ruidos de la tarde aguardan el relevo de los fantasmas nocturnos.